El no es no de Zidane

¿Por qué ni una sola de las explicaciones que dio el técnico para justificar su dimisión es convincente?

Óscar Sanz
El País
Último día de mayo, Congreso de los Diputados. Mariano Rajoy, todavía presidente del Gobierno, pregunta a Pedro Sánchez desde la tribuna: “¿Puede usted explicar a esta Cámara por qué tengo yo que dimitir?”. En ese mismo momento, en Valdebebas, 18 kilómetros al noreste, Zinedine Zidane revela a un batallón de periodistas: “He tomado la decisión de dimitir del cargo de entrenador del Real Madrid”. Si Pedro Sánchez explicó o no a Rajoy por qué estaba a punto de aplastarle con una moción de censura no es tarea que este opinante deba tratar. Si Zidane explicó o no el porqué de su marcha sí lo es. Y así lo explicó Zidane: “Hay etapas en las que hay que saber cuándo parar. Lo hago por el bien de este equipo. Conmigo hubiese sido complicado ganar el año que viene”. Resumiendo: que no lo explicó.


Días antes de ese 31 de mayo, Zidane no tenía la más remota intención de dimitir. Ni de lejos. Vayamos apenas dos meses atrás, al 30 de marzo, cuando el técnico francés decía: “Mi idea es continuar lo máximo posible. Este es un club de mucha exigencia, pero hago lo que me gusta, disfruto a tope y tengo ganas de continuar”. Dirá el siempre sagaz lector que en dos meses no es extraño cambiar de opinión. Reduzcamos pues el margen temporal. El 30 de abril, horas antes de que el Madrid se jugara ante el Bayern estar en la final de la Champions, Zidane declaraba: “Mi decisión de seguir no depende de ganar la Champions. Yo quiero seguir”. Quería seguir Zidane un mes antes de la final ante el Liverpool y cinco días después de esta ya no quería seguir. Curioso. ¿Qué pasó entre ambas fechas para que los acontecimientos se precipitaran de tan abrupta manera? Quizá la clave resida en una frase que deslizó Zidane en esas ruedas de prensa y en la que apenas se reparó: “No quiero que se vaya ningún jugador”.

Llevaba ya tiempo Zidane leyendo y escuchando qué jugadores iban a salir para hacer hueco a los que iban a entrar. Que eran muchos, al parecer. Desde Kepa a Neymar pasando por Kane, Lewandovski… No seguimos porque la lista es interminable y el lector tendrá cosas que hacer. El caso es que esa sucesión de rutilantes fichajes la provocaba tanto la imaginación de las fuentes consultadas como las filtraciones que desde el propio club emanaban. Porque desde la catástrofe de la eliminación copera ante el Leganés eran muchos los que al abrigo de la siempre concurrida zona noble del Bernabéu cuestionaban a Zidane. Nadie osaba susurrarle siquiera al presidente, Florentino Pérez, que se deshiciera del francés, pero sí que limitara su capacidad de decisión en cuanto a contrataciones, salidas y demás. Vamos, que ya le dejarían ellos la plantilla lavada, planchada y almidonada.

Y con la aquiescencia de Florentino Pérez lo intentaron en el mercado de invierno, convirtiendo el fichaje de Kepa en una exigencia, por no decir una orden. Zidane desobedeció la orden. “Fichadle si queréis pero mi portero va a seguir siendo Keylor”. Y en estas que el Madrid de Zidane comienza a superar eliminatorias de la Champions. No estaba en su mano evitar que los medios elucubrasen con el futuro de la plantilla y ni siquiera lo intentó. A lo sumo, sonreía cuando le preguntaban por la llegada de este o aquel. “Estoy muy contento con mis jugadores”, repetía sin cesar. Y el 30 de marzo quería seguir, feliz como estaba. Y el 30 de abril quería seguir, encantado como estaba. Y el 31 de mayo anunció que no seguiría, no sin dejar caer esta frase: “Si no veo las cosas como yo quiero... Llega un momento que dices que es mejor cambiar para no seguir y hacer tonterías". El Madrid ya tenía atado a un portero, el brasileño Allison, de la Roma. Y la deseada llegada de Neymar, previo aterrizaje de Nike como patrocinador del equipo, obligaba a un zarandeo de la plantilla, de la que volarían unos cuantos, algo que Zidane no estaba dispuesto a aceptar. Y ese día, mientras Mariano Rajoy llegaba al reservado de un restaurante en el que durante ocho horas defendió ante los suyos su decisión de no dimitir, Zinedine Zidane tardaba cinco minutos en anunciar su dimisión sin utilizar, eso sí, el que hubiera sido el más convincente de los argumentos: no es no.

Entradas populares