El Messi de Grandoli

Lucía Santiago
Moscú, EFE
Coleccionista de distintivos individuales y galardones colectivos, generoso en jugadas para el recuerdo aunque rapaz en la adquisición de récords, el argentino Leo Messi se muestra habitualmente comedido a la hora de calibrar su grandeza.


El astro rosarino detalla sus éxitos como logros colectivos, ajusta su figura a la de "un jugador más", si bien la historia del fútbol alumbra una nueva realidad desde su irrupción en el primer equipo del Barcelona.

Ni Alfredo Di Stéfano es ya el máximo goleador de los Clásicos, ni Zarra el de la Liga española, ni Gabriel Batistuta el de la selección argentina. Paulino Alcántara tampoco es ya el máximo realizador histórico del Barcelona, ni Gerd Müller el goleador más fecundo en una misma temporada.

Todo eso es Messi, asimismo máximo asistente en la historia de la Liga española y jugador con más balones y botas de oro.

A sus 31 años -los cumple este domingo, día 24 de junio- cada vez son menos los aficionados que discuten que va camino de convertirse en el más dichoso de cualquier época.

Muchos coinciden, no en vano, en que es el mejor de su tiempo, dada la cotidianeidad de sus exhibiciones.

Leo Messi advirtió de que su brillo era distinto el 16 de noviembre de 2003. Dos años y ocho meses después de su estreno en el Infantil B del club azulgrana, se probó con el primer equipo en un amistoso ante el Oporto. Se licenció poco después, ante el Juventus en el verano de 2005, cuando se marchó del Camp Nou ovacionado y con el técnico rival, Fabio Capello, absolutamente rendido a su talento.

"Lo había visto con la selección juvenil argentina y me pareció un gran jugador. Pero otra cosa es verlo en este estadio, con esta camiseta y ante tanta gente. Nunca había visto un jugador de tanta calidad", reseñó el técnico italiano.

Semana a semana, de manera casi ininterrumpida, desde entonces Leo Messi ha lucido como genio. Con él el Barcelona ha ganado nueve Ligas, cuatro Ligas de Campeones, seis Copas del Rey, tres Mundiales de clubes, tres Supercopas de Europa y siete Supercopas de España.

A esos 32 títulos suma con la selección argentina el oro olímpico logrado en 2008, las platas en el Mundial de Brasil 2014 y las Copas América de 2007, 2015 y 2016, además de un entorchado en el Mundial sub-20 de 2005. En su currículum apunta también dos goles 'maradonianos': su poderoso eslalon ante el Getafe y el anotado ante el Espanyol con la mano.

Pese a las eternas comparaciones con Diego Armando, son muchas las voces que se posicionan a favor del rosarino.

"Maradona era mi ídolo de infancia", contó Pep Guardiola durante una visita a Argentina, "pero como Messi yo no he visto ninguno". "Es único", redondeó el ahora preparador del Manchester City.

Para que todos los argumentos converjan en consenso, sin embargo, no le reclaman ni más goles inenarrables ni asistencias metódicas. Solo una copa, la que Argentina ansía desde 1986, bastaría para encumbrarle sin más discusión como incomparable en la historia.

Con la casaca celeste y blanca, sin embargo, Messi añora aquello que topó en Barcelona. En verano de 2008, hace ya una década, Guardiola dio con el ecosistema ideal para la felicidad del '10': el fútbol entendido como la relación de once jugadores con la pelota.

"Lo que quiero es tenerla siempre. Dar pases y pases. Y otro más. Y otro", explicó entonces.

Ocurre que con Argentina el balón a Messi le llega menos, a menudo extraviado, en posiciones más beneficiosas para los defensas que para él.

En el Mundial de Rusia, de hecho, su rostro es sintomático. Más allá de un penalti fallado, no está disfrutando el juego; ya sea con Lucas Biglia y Javier Mascherano o con Enzo Pérez y Marcos Acuña.

A la generación de Messi, que también es la de Agüero, Banega Higuaín y Di María, puede quedarle una última noche en un gran evento con Argentina. Este martes se jugarán en San Petersburgo ante las Super Águilas Verdes de Nigeria su continuidad en el torneo.

De cara a esa cita, los seguidores piden al '10' goles y soluciones. Su entorno, en cambio, que mientras sople 31 velas desee volver a ser el chico de Grandoli. Ése que se divertía jugando al fútbol y convirtiendo en campeón al que ganaba el 'pan y queso'. Porque a Messi siempre lo escogían el primero.

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