Dimite el presidente de Petrobras tras la huelga de camioneros
Pedro Parente instauró una política de precios en la empresa estatal que precipitó una huelga que amenazó con dejar al país al borde del colapso
Tom C. Avendaño
São Paulo, El País
La petrolera estatal brasileña Petrobras vuelve a adentrarse en aguas turbulentas. Su presidente desde hace justo dos años, Pedro Parente, ha anunciado su dimisión después de una caótica semana en la que una huelga de camioneros, que protestaba por el precio del combustible fijado por la petrolera, paralizara el país y sumiera al Gobierno en una crisis nacional. Aquella huelga dio pie a otra, de petroleros, que exigían una política de precios diferente a la actual, responsabilidad directa de Parente. Su dimisión ha vuelto a desplomar a la petrolera en Bolsa.
Ambas huelgas han concluido ya: el Gobierno finalmente acordó reducir y congelar el precio del combustible hasta fin de año, mediante subsidios que le costarán al Estado unos 9.500 millones de reales (2.540 millones de dólares). Lo que ha resultado más difícil de detener han sido las presiones sobre quien un día fue la mayor promesa de Petrobras, el hombre que llevaría a la empresa al futuro tras llegar a ella en su peor momento: el 1 de junio de 2016, cuando estaba asociada con el mayor escándalo de corrupción de América Latina, el caso Petrobras. En aquella época, Parente declaró para aplauso de todos que “la política ha dejado de influir aquí”.
Aquella frase marcaría su nueva doctrina de precios. Hasta entonces, en Brasil se modificaba artificialmente el precio del combustible para mantenerlo a la baja siguiendo órdenes del Gobierno, lo que había abierto un agujero en las cuentas públicas. Michel Temer, el nuevo presidente tras el impeachment a Dilma Rousseff en mayo de 2016, quiso distanciarse de aquello y otorgó a la nueva cúpula directiva de Petrobras, la mayor empresa en la mayor economia de América Latina, total independencia para fijar el precio siguiendo las oscilaciones internacionales. Esa política entró en vigor en junio de 2017; casi un año después, el combustible estaba un 50% más caro y los camioneros marchaban hacia la huelga. Supermercados, hospitales, aeropuertos y gasolineras empezaron a quedar desabastecidos, el país se sumó en el caos, y Parente se plantó: él no iba a tocar el sistema de precios del combustible.
Poco más podía hacer. Al comienzo de la huelga, Parente había mandado una señal de buena voluntad a los camioneros y congeló el precio del diésel por 15 días: la petrolera perdió de golpe el 14,5% de su valor en bolsa. Solo la mera idea de que la Parente reculase y la dejase que la política volviese a dictar los precios estremeció a los mercados y aquel gesto de buena voluntad acabó costando 47.000 millones de reales (12.800 millones de euros) a las arcas de la empresa. Parente se mantendría en sus trece el resto de la semana y Petrobras perdería 120.000 millones de reales (27.370 millones de euros). Al anunciarse la dimisión de Parente la caída en el valor de las acciones fue tan vertiginosa que tuvo que suspenderse la transacción durante unos minutos.
Esa fue la estacada final en la trayectoria de este ingeniero carioca de 63 años con experiencia en el Banco Central de Brasil y en el gabiente del ministerio de Economía de dos gobiernos distintos, los de Sarney y Collor en los noventa. Hace tan solo meses Parente tenía tan buena imagen que se hablaba de él como candidato ideal a las elecciones presidenciales de este octubre, en los últimos días se había convertido en un activo tóxico, alguien a quien solo convenía criticar en público o, mejor aún, retratarlo como un producto de la codicia que corroe la vida pública brasileña. Durante días, buena parte de la clase política , sindicatos y el sector empresarial repetían el mismo mensaje: o Parente cambiaba la política de precios o se iba. En Brasilia empezó a repetirse la misma pregunta: ¿cuántas críticas estaba dispuesto a aguantar? Pasada la crisis, Parente respondió a su manera. En una carta al presidente Temer usaba las huelgas como motivo de su dimisión.
Lo cual eclipsa parte de su legado. Parente deja Petrobras mejor de lo que se la encontró, en términos estrictamente económicos. Cuando heredó la empresa decidió poner en venta buena parte de los activos de la empresa y despidió también a parte de la plantilla. La estrategia le funcionó. La petrolera presentaba pérdidas de 21.900 millones de reales (4.993 millones de euros) en 2014 y esos números rojos no hicieron más que empeorar hasta finales de 2017, año que cerró con pérdidas más razonables -446 millones de reales (101 millones de euros)- y dio pie al primer trimestre de ganancias, en 2018: 6.900 millones de reales (1.570 en euros).
Tom C. Avendaño
São Paulo, El País
La petrolera estatal brasileña Petrobras vuelve a adentrarse en aguas turbulentas. Su presidente desde hace justo dos años, Pedro Parente, ha anunciado su dimisión después de una caótica semana en la que una huelga de camioneros, que protestaba por el precio del combustible fijado por la petrolera, paralizara el país y sumiera al Gobierno en una crisis nacional. Aquella huelga dio pie a otra, de petroleros, que exigían una política de precios diferente a la actual, responsabilidad directa de Parente. Su dimisión ha vuelto a desplomar a la petrolera en Bolsa.
Ambas huelgas han concluido ya: el Gobierno finalmente acordó reducir y congelar el precio del combustible hasta fin de año, mediante subsidios que le costarán al Estado unos 9.500 millones de reales (2.540 millones de dólares). Lo que ha resultado más difícil de detener han sido las presiones sobre quien un día fue la mayor promesa de Petrobras, el hombre que llevaría a la empresa al futuro tras llegar a ella en su peor momento: el 1 de junio de 2016, cuando estaba asociada con el mayor escándalo de corrupción de América Latina, el caso Petrobras. En aquella época, Parente declaró para aplauso de todos que “la política ha dejado de influir aquí”.
Aquella frase marcaría su nueva doctrina de precios. Hasta entonces, en Brasil se modificaba artificialmente el precio del combustible para mantenerlo a la baja siguiendo órdenes del Gobierno, lo que había abierto un agujero en las cuentas públicas. Michel Temer, el nuevo presidente tras el impeachment a Dilma Rousseff en mayo de 2016, quiso distanciarse de aquello y otorgó a la nueva cúpula directiva de Petrobras, la mayor empresa en la mayor economia de América Latina, total independencia para fijar el precio siguiendo las oscilaciones internacionales. Esa política entró en vigor en junio de 2017; casi un año después, el combustible estaba un 50% más caro y los camioneros marchaban hacia la huelga. Supermercados, hospitales, aeropuertos y gasolineras empezaron a quedar desabastecidos, el país se sumó en el caos, y Parente se plantó: él no iba a tocar el sistema de precios del combustible.
Poco más podía hacer. Al comienzo de la huelga, Parente había mandado una señal de buena voluntad a los camioneros y congeló el precio del diésel por 15 días: la petrolera perdió de golpe el 14,5% de su valor en bolsa. Solo la mera idea de que la Parente reculase y la dejase que la política volviese a dictar los precios estremeció a los mercados y aquel gesto de buena voluntad acabó costando 47.000 millones de reales (12.800 millones de euros) a las arcas de la empresa. Parente se mantendría en sus trece el resto de la semana y Petrobras perdería 120.000 millones de reales (27.370 millones de euros). Al anunciarse la dimisión de Parente la caída en el valor de las acciones fue tan vertiginosa que tuvo que suspenderse la transacción durante unos minutos.
Esa fue la estacada final en la trayectoria de este ingeniero carioca de 63 años con experiencia en el Banco Central de Brasil y en el gabiente del ministerio de Economía de dos gobiernos distintos, los de Sarney y Collor en los noventa. Hace tan solo meses Parente tenía tan buena imagen que se hablaba de él como candidato ideal a las elecciones presidenciales de este octubre, en los últimos días se había convertido en un activo tóxico, alguien a quien solo convenía criticar en público o, mejor aún, retratarlo como un producto de la codicia que corroe la vida pública brasileña. Durante días, buena parte de la clase política , sindicatos y el sector empresarial repetían el mismo mensaje: o Parente cambiaba la política de precios o se iba. En Brasilia empezó a repetirse la misma pregunta: ¿cuántas críticas estaba dispuesto a aguantar? Pasada la crisis, Parente respondió a su manera. En una carta al presidente Temer usaba las huelgas como motivo de su dimisión.
Lo cual eclipsa parte de su legado. Parente deja Petrobras mejor de lo que se la encontró, en términos estrictamente económicos. Cuando heredó la empresa decidió poner en venta buena parte de los activos de la empresa y despidió también a parte de la plantilla. La estrategia le funcionó. La petrolera presentaba pérdidas de 21.900 millones de reales (4.993 millones de euros) en 2014 y esos números rojos no hicieron más que empeorar hasta finales de 2017, año que cerró con pérdidas más razonables -446 millones de reales (101 millones de euros)- y dio pie al primer trimestre de ganancias, en 2018: 6.900 millones de reales (1.570 en euros).