Crisis en la alianza Estados Unidos-Europa: qué significa para el orden global

El mundo occidental de posguerra se cimentó a partir de la comunión de intereses entre Washington y las principales potencias europeas. Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, las diferencias llegaron a un máximo histórico. Cambio climático, comercio e Irán, algunos de los temas que desataron una tensión impensable tiempo atrás

Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
La imagen es increíblemente gráfica. La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, apoyan sus manos sobre la mesa y miran inquisitivamente a Donald Trump. En sus expresiones hay cansancio, pero también algo de súplica. Sentado y con los brazos cruzados, el mandatario estadounidense parece relajado, en su propio mundo.


A pesar de proponer un texto lavado y lleno de generalidades para seducirlo, los líderes europeos no lograron convencer a Trump de que firme la declaración final de la cumbre del G7 realizada el pasado fin de semana en Quebec. Enojado con la política comercial de sus históricos aliados, anunció la decisión de no acompañar el comunicado con un mensaje de Twitter enviado desde el avión que lo trasladó a Singapur para reunirse con Kim Jong-un.

"Habíamos estado hablando seriamente de temas claves, habíamos llegado a un acuerdo, y luego la forma en la que el presidente retiró su apoyo, a través de un tuit, fue como una ducha fría e incluso deprimente", dijo Merkel. Más duro fue Macron. "Pasamos dos días para tener un texto y unos compromisos. Cualquiera que los abandone dándoles la espalda muestra su incoherencia y su inconsistencia", afirmó.

El fracaso de la cumbre que reúne a siete de los países más poderosos del planeta era previsible. La tensión entre Washington y la Unión Europea (UE) ha ido en aumento desde la asunción de Trump y cuesta cada vez más imaginar una recomposición del vínculo de confianza.

El punto de inflexión se produjo hace exactamente un año, cuando el mandatario resolvió sacar a su país del Acuerdo de París contra el cambio climático. Había sido impulsado por su antecesor, Barack Obama, y contaba con el respaldo de todas las potencias mundiales, China y Rusia incluidas. Pero el líder republicano lo consideró "debilitante, desventajoso e injusto" para la industria estadounidense.

El segundo hito fue la ruptura de otro pacto que había sido pergeñado por Obama: el del plan nuclear iraní. Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia y China habían acordado en julio de 2015 levantar las sanciones contra la República Islámica, que a cambio se comprometía a abandonar su programa de enriquecimiento de uranio.

Trump consideró siempre que lo firmado no servía para impedir que Irán desarrolle una bomba atómica. Tras varios amagues, dio el paso definitivo el 8 de mayo. Retiró a Washington del arreglo y volvió a imponer castigos contra Teherán.

El Presidente tomó el 31 de mayo la determinación más audaz en su enfrentamiento con Europa. Le impuso tasas del 25% para las importaciones de acero y del 10% para las de aluminio.

Alemania calificó de "ilegales" las medidas y sugirió que podrían desencadenar una guerra comercial. La UE anunció este jueves las represalias. Impondrá en dos etapas aranceles a una variado set de bienes estadounidenses por 6.400 millones de euros.

Un nuevo orden global

"Esta alianza se ha venido deteriorando desde que concluyó la Guerra Fría. La emergencia de un mundo multipolar redujo la centralidad de Estados Unidos y le dio mayor autonomía a Europa. Ahora, con Trump, la relación se ve completamente marginada. No está muerta, pero el próximo presidente tendrá que revitalizarla y, sin importar cuánto se esfuerce, no volverá a ser nunca como era. El mundo ha cambiado demasiado", dijo a Infobae Paul Hockenos, analista internacional especializado en política europea.

Europa quedó destruida al cabo de la Segunda Guerra Mundial. Su rápida reconstrucción fue en gran medida posible gracias a la ayuda de Estados Unidos, uno de los dos ganadores de la conflagración. Así se fue consolidando una estrecha comunión de intereses, algo indispensable para Washignton, que comenzaba a disputarse el liderazgo del mundo con la Unión Soviética, el otro vencedor que dejó la guerra.

Disuelto el eje soviético en 1991, y desvanecido el fantasma de la amenaza comunista, los dos aliados dejaron de tener ese frente exterior que los forzaba a la unidad. Por eso no resulta extraño que el vínculo haya perdido relevancia, incluso antes de las elecciones de 2016.

"Las quejas estadounidense ante Europa por no hacer valer su peso en defensa no son nuevas. Tampoco los reclamos europeos ante Estados Unidos por actuar con impulsos unilaterales en la economía internacional. Lo que es diferente ahora es que no hay un adversario claro en contra del cual ambos puedan ponerse de acuerdo. Hay varios competidores, principalmente Rusia. Pero la competencia es más amplia y difusa, no tan ideológica como la que había entre el comunismo y la democracia occidental. Encontrar unidad en este contexto es cada vez más difícil", explicó Tim Oliver, investigador de IDEAS, think tank de política exterior de la London School of Economics, consultado por Infobae.

En un mundo que pasó de la bipolaridad a la multipolaridad, donde los enfrentamientos no son tan lineales como antes, las sociedades entre países se vuelven más inestables. Sobre todo, porque el tránsito a este orden global de reglas inciertas coincidió con el fin de la era de mayor prosperidad en las potencias centrales, que ya no pueden ofrecer a sus ciudadanos las mismas condiciones de vida que en el pasado. Esto también debilita a los organismos internacionales.

"El multilateralismo —continuó Oliver— se está viendo crecientemente cuestionado en la medida en que los países tratan de afirmarse a sí mismos unilateralmente, respondiendo a los planteos populistas internos de poner a la nación propia primero y a todos los demás segundos. El inconveniente es que ni el unilateralismo ni el bilateralismo pueden resolver los grandes desafíos, que exigen consensos. Como resultado, tratando de combatir problemas comunes, los países pueden terminar empujándose unos a otros".

La llegada de Trump a la Casa Blanca se explica en parte por la inestabilidad que caracteriza a este nuevo orden. Todo su discurso de campaña giró en torno a la idea de "hacer grande a Estados Unidos" y de poner a "los estadounidenses primero". Era esperable que su presidencia exacerbara las tensiones con sus aliados.

De todos modos, aún hay vínculos que permanecen firmes a pesar de las dudas. "Tenemos que distinguir entre la alianza militar y una cooperación menos estructurada en asuntos de comercio global, medio ambiente y seguridad. La primera goza de buena salud. Con Trump, Estados Unidos incrementó casi seis veces el gasto en la defensa de Europa. La segunda está en problemas porque hay diferencias fundamentales. Trump cree que el mundo es un espacio competitivo, donde la ganancia de un lado es pérdida del otro. La mayoría de los europeos cree que con la cooperación pueden ganar ambas partes", dijo Tomáš Valášek, director de Carnegie Europe, instituto europeo de análisis de política exterior, en diálogo con Infobae.

Hasta dónde puede escalar el conflicto

"El verdadero peligro reside en el comercio. Por el momento, la reacción de Europa y de China a la imposición de aranceles fue medida. Pero ellos también tienen política interna. Si continúa la belicosidad estadounidense en la materia, podríamos acabar viendo una guerra comercial. Eso dañaría la economía global", sostuvo Valášek.

Aún sin llegar a una crisis tan grave, lo más probable es que se resienta el funcionamiento de los organismos multilaterales. La Organización Mundial del Comercio es el ejemplo más claro, pero no el único. El interrogante es cuán profundo será el deterioro y por cuánto tiempo se extenderá.

"Los europeos —continuó Valášek— esperan preservar por su cuenta los acuerdos y las instituciones internacionales creadas junto a Estados Unidos en tiempos más felices, y aguardarán que se produzcan cambios en la política y en el liderazgo norteamericano".

Los europeos esperan preservar unilateralmente los acuerdos y las instituciones internacionales creadas junto a Estados Unidos en tiempos más felices

En el corto plazo, las elecciones de medio término en Estados Unidos, que se celebrarán el 6 de noviembre, empezarán a marcar el pulso de lo que puede pasar en 2020, cuando Trump se juegue la reelección. El resultado será un factor importante para el futuro de las relaciones intercontinentales.

"Si Trump y los republicanos sufren un golpe, muchos aliados de Estados Unidos se verán tentados a respirar aliviados, porque confiarán en un cambio de gobierno en 2020, algo que no estaría garantizado. Además, pasarían por alto que el área en la que los presidentes gozan de mayor libertad son las relaciones internacionales. Por eso se apoyan en ellas cuando se ven obstaculizados internamente. Así que puede haber más dificultades para países que ya están exhaustos de lidiar con un mandatario que es obstinado por naturaleza, provocativo y poco informado. Eso podría poner a prueba las relaciones, hasta un punto de quiebre", sugirió Oliver.

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