Brotes de una nueva oposición en los campus de Moscú

Estudiantes de una universidad rusa protestan por la instalación de una zona para hinchas del Mundial

Pilar Bonet
Moscú, El País
El malestar y la protesta se extienden en medios estudiantiles en Moscú ante la posibilidad de que un alumno de la Universidad Estatal Lomonósov (MGU) pueda ser condenado a tres años de cárcel por vandalismo por pintar un graffiti contra la instalación de una zona para hinchas del campeonato Mundial de Fútbol en el campus del primer centro de enseñanza superior de Rusia.


El rigor de las autoridades contra Dimitri Petelin, alumno de primer curso de la facultad de filología de la MGU, ha echado leña al fuego al movimiento estudiantil que, desde el año pasado, ha tratado en vano de impedir que se instalase una zona de hinchas en el parque natural de las Colinas de los Gorriones, una zona natural protegida en las inmediaciones de la MGU.
"No a la zona de hinchas", dice en ruso esta pintada de color naranja cerca de la Universidad de Moscú en uno de los carteles instalados con motivo del Mundial de Fútbol.

No a la zona de hinchas, esta era la discreta pintada de color naranja que apareció sobre uno de los carteles orientadores que el municipio de Moscú ha instalado para los futuros visitantes con motivo del Mundial. El cartel afectado por el graffiti está en la zona universitaria e indica el emplazamiento destinado a los hinchas, pese a la oposición de los estudiantes. En ese entorno de frondosa vegetación por donde corren las ardillas se está levantando esta semana la estructura metálica de una carpa gigante para albergar a los hinchas. Hasta allí se proyectará la luz de una pantalla gigante y llegarán las ondas acústicas del escenario especialmente instalado para la fiesta. La perspectiva no gusta a los estudiantes, que ahora se han movilizado además en solidaridad con su compañero procesado.

“No queremos que los alrededores de la universidad se conviertan en un lugar ruidoso, lleno de puestos comerciales y de gente, que dañen la naturaleza, molesten a los animales y quebranten la paz del campus”, dice Iván, de 24 años. Iván es miembro del comité de Iniciativa de una de las facultades de la MGU. Le acompañan Vladímir y Masha, que, a su vez, son miembros de los comités de Iniciativa de otras dos facultades. Nuestros interlocutores piden no revelar sus verdaderos nombres y dicen temer presiones y amenazas, no solo del entorno académico, sino de los servicios de seguridad, que, a su juicio, han adquirido un gran protagonismo en la vida de la MGU.

Nos reunimos en un banco del parque, entre el edificio central de corte estalinista de la MGU y la carpa en proceso de montaje de la zona de hinchas. “Comenzamos a protestar a principios de 2017. No somos un movimiento político, no tenemos un carné de partido. Somos gente de muy diferentes tendencias unidas por el deseo de que se tengan en cuenta los intereses de los estudiantes”, dice Iván. Los estudiantes recogieron en una semana “más de 4.600 firmas” en un mensaje dirigido al rector Iván Sadóvnichiy para que fuera limitada la zona de hinchas. Los servicios de seguridad de la universidad obstaculizaron la acción dentro de las residencias de estudiantes, señala Iván.

Las negociaciones de los estudiantes con la jerarquía universitaria consiguieron desplazar un poco la zona de hinchas en relación a los proyectos iniciales que, según los estudiantes, debía comenzar “en la escalinata de la misma universidad”. También consiguieron que las residencias de la MGU no fueran cerradas anticipadamente para alojar en ellas a policías enviados como refuerzos para el campeonato, aseguran. “El hecho de que las autoridades no hayan actuado con nosotros como con otras universidades es el mérito exclusivo del colectivo que ha sido capaz de movilizarse”, señalaban.

La estructura representativa del estudiantado en la Universidad está todavía influida por el modelo soviético. Los consejos de estudiante de cada facultad envían sus representantes al consejo de estudiantes de la universidad. Además, están los comités de estudiantes formado por los que se alojan en el sistema de residencias. El rector de la universidad es un cargo de nombramiento.

Dimitri Petelin se disponía a comenzar un examen el pasado 1 de julio cuando fue detenido junto con otros dos estudiantes. Tras varias horas detenido, Petelin fue acusado de “vandalismo” y sus compañeros, calificados como “testigos”. Una petición a favor de la retirada de cargos contra Petelin que circula en Internet era apoyado por más de 42.000 firmas el miércoles y la solidaridad se extendía de facultad en facultad en Moscú, mientras se producía una animada discusión en las redes sociales. En ella se criticaba al ayuntamiento, se ridiculizaba a miembros partido Rusia Unida y se analizaban problemas morales y políticos (por ejemplo hasta que punto es lícito dañar un cartel) además de las contradicciones de pintar con graffiti los trenes del metro y reaccionar por lo penal frente a una discreta pintada.

“Los activistas hemos experimentado distintas formas de presión durante toda la campaña, desde llamadas del decanato a campañas de difamación en los periódicos gubernamentales y las redes sociales adonde han ido a parar informaciones que solo pueden conocer quienes tienen acceso a nuestros datos personales”, dice Vladímir. Entre los ejemplos que citaban, el de una abuela de Novosibirsk, la capital de Siberia Occidental, increpada por un vicedecano desde Moscú porque la nieta, estudiante en la capital, ha salido activista. O una estudiante de química orgánica advertida sutilmente por sus examinadores que su carrera peligra si continúa sus protestas políticas. Los grupos de iniciativa de la universidad han firmado otras peticiones en el pasado. Por ejemplo, se opusieron a la instalación en las Colinas de los Gorriones del monumento al príncipe medieval Vladímir, que fue inaugurado en las inmediaciones del Kremlin en 2016. También lucharon por el desalojo de las residencias estudiantiles averiadas.

“Actuamos como un sindicato de estudiantes en condiciones rusas cuando hay grandes dificultades para crear sindicatos libres”. El grado de actividad y de movilización difiere de una facultad a otra. “La facultad de filología es muy autónoma y los filólogos son los que han presionado más para que se libere el territorio de la universidad de la presencia de los cuerpos policiales y de seguridad que se han atrincherado ahí”, dice Iván. En las residencias de la universidad, asegura, viven centenares de agentes, que ocupan el lugar de los estudiantes. Estos agentes están dispersos por todos los locales de la institución, en cada piso de las residencias, y en todas las entradas de los edificios, y no solo en su perímetro exterior. Y además, están las cámaras por doquier”, afirma Iván. Las posiciones de los tres estudiantes difieren. Iván simpatiza con la socialdemocracia y se siente cerca de Bernie Sanders o Jeremy Corbyn. Vladímir le secunda y Masha se decanta también por una tendencia política de “orientación social”. Iván es “crítico” con el político de oposición Alexéi Navalni; Vladímir es “indiferente” y Masha le apoya con reservas.

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