Brasil no se anda con tonterías
Rusia, Marca
Se pueden contar con la palma de una mano las ocasiones que le han hecho a Brasil en este Mundial: dos. Y de hecho, hasta el tímido remate de Mitrovic de cabeza en el minuto 60, costaba acordarse del último disparo entre palos que había recibido Alisson, espectador de lujo de una selección que es una roca y que ya está en octavos de final.
Le espera México, en el lado del cuadro donde todo el mundo esperaba a Alemania.
Lo festejó Brasil por todo lo alto, por la vendetta del último Mundial, no por tener que vérselas con la Tri.
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Brasil estará en Samara el próximo lunes porque ante Serbia hizo lo que tenía que hacer: ganar. Sin tonterías, sin apenas concesiones a la incertidumbre. Los más nostálgicos echarán de menos el Jogo Bonito, pero en Brasil se frotan las manos con lo bien que le pinta este Mundial. Defensivamente es un equipo de hormigón y poco a poco va creciendo en el juego, sobre todo de la mano de Coutinho y de Neymar, al que el físico parece que al final le permite centrarse más en el fútbol que en la polémica. Jugó bien ayer el 10 de la Canarinha, aunque el partido, como ante Suiza y Costa Rica, lo volviera a desequilibrar Coutinho. Esta vez no con un gol, sino con una pase extraordinario a 'Llegador Paulinho ', que partió a la defensa serbia en dos con un desmarque vertical que culminó con un suave toque de puntera ante la salida de Stojkovic.
Era el minuto 36 y Brasil encarrilaba un partido que en el arranque fue raro, en el que Serbia no se asomaba mucho, pero en el que el 0-0 era para Brasil como caminar por la cornisa. Suiza ganaba a Costa Rica en el otro partido del grupo, así que un gol serbio les dejaba fuera del Mundial. La lesión de Marcelo en el minuto 9 por un problema en la espalda tampoco era un buen augurio, pero asentado en su buena defensa y con Neymar y Coutinho en un buen tono, Brasil fue ganando metros hasta que encontró el gol.
Gabriel Jesús tuvo otra gran ocasión en la primera parte para marcar tras un genial pase de Neymar, pero se perdió en recortes y mandó al limbo la ocasión. El del 9, dejando al margen las lesiones (que ya van tres) es uno de los principales problemas que tiene Brasil en este Mundial. Gabriel Jesús llegó a Rusia con vitola de crack y con unos números de garantía. El heredero de Ronaldo, decían. Pero su contador sigue a cero en el Mundial y son muchas las voces que en Brasil ya reclaman a Firmino. Sigue sin dar con la tecla Brasil en esta posición tras dos Mundiales en los que ni Luis Fabiano (Sudáfrica 2010) ni Fred (Brasil 2014) dieron la talla. Por ahora son los centrocampistas los que salvan la papeleta a Tite.
Porque es en el mediocampo donde Brasil está ganando la batalla a sus rivales. Casemiro es un coloso que lo rebaña absolutamente todo y Paulinho corre arriba y abajo sin descanso, como Willian y Coutinho, atacantes y solidarios. Y si el rival, como se le ocurrió a Serbia, se viene arriba en la segunda parte, pues más piernas frescas al equipo. La entrada de Fernandinho en el segundo tiempo, tras un par de buenos acercamientos del equipo balcánico, volvió a dar a los de Tite el equilibrio que habían perdido durante unos minutos.
Brasil, salvo por los detalles de Neymar y Coutinho, no es un equipo bonito de ver. No enamora, no te pone de pie como España cuando triangula, pero es probablemente la selección más completa del Mundial. Acaba el partido, repasas las estadísticas y ves que no la han rematado, que ha dominado la posesión del balón, que tiene un índice de acierto en el pase más elevado que el rival, que corre lo mismo o más que el equipo que tiene enfrente y que al final ha sumado no menos de diez ocasiones de gol. Números de un equipazo que va de menos a más y que aún tiene en pretemporada al tercer mejor jugador del mundo, un volcán humeante que ayer asistió a Thiago Silva desde el córner en el 0-2 y que dejó buenas fintas, controles y regates.
El 10, que jugó el partido entero para seguir ganando en confianza, rozaría el gol en el tramo final en una jugada en la que intentó un sombrero al meta Stojkovic, que le adivinó las intenciones. Mucho más calmado que en los dos primeros partidos, no le importó demasiado a Neymar acabar el partido con el casillero a cero. Sonrío tras esa ocasión marrada, quizás pensando que el Mundial empieza a ahora de verdad para él y para Brasil, que pese a las dudas de los dos primeros partidos, cierra la primera fase como la candidata con mayúsculas a ganar en Rusia.