ANÁLISIS / Argentina entra en histeria

Un error de Caballero desencadenó el estrépito. O gana a Nigeria o puede estar eliminado. Modric sentenció al final y Rakitic puso la puntilla. Desnortado Messi.

Aritz Gabilondo
As
Argentina fue presa de la histeria, desde el primer minuto al último, con Willy Caballero convertido en guiñapo con un fallo para el recuerdo, y se complicó su existencia en el Mundial de la forma más sonrojante posible. Una derrota cruel y sin paliativos, un bochorno del que no se salvó ni Messi ni nadie.


El plan de Sampaoli, como casi todos últimamente, fue un desatino. El técnico cambió los motores del primer día por las alas del segundo. Argentina solucionó cosas que debía, pero encontró nuevos problemas. Algunos muy graves. El principal fue que Messi no conectó. El partido lo vio pasar por delante de su flequillo Leo, sin tampoco despeinárselo demasiado. Un equipo en el que Mascherano, Enzo Pérez y Maxi Meza intervienen más que Messi siempre camina hacia el lado equivocado. Y eso ocurrió.

Leo estuvo en su línea habitual con la selección: apagado, pasivo, malancólico… Siempre es dura la comparación con Cristiano, pero la mentalidad y la capacidad de liderazgo de uno y del otro ha empezado a ser masivamente favorable al portugués. O ya llevan tiempo siéndolo, quién sabe. Cierto es también que su asociación permanente en el Barça pasa por Busquets, Iniesta y Jordi Alba, mientras que en Argentina sus secuaces fueron Mascherano, Enzo Pérez y Acuña. Messi debe hablarles hasta en otro idioma.

La cosa tardó en torcerse, pero hubiera podido ser más grave si Perisic, en la primera jugada, no se hubiese topado con Caballero. El partido era de gran altura y la respuesta futbolística argentina no fue tal. Mascherano insistió en ser esa maleta extraviada en el aeropuerto de la primera jornada. A Enzo Pérez le define la jugada en la que falló a puerta vacía un gol cantado: no se puede estar de vacaciones como él (fue el reemplazante de Lanzini) y a los pocos días ser titular en un Mundial. No se puede.

El vértigo argentino estaba en las bandas, tanto en ataque como en defensa. Acuña centró mal en una incursión y su balón botó en el larguero. Tan clara o más fue la respuesta croata, cuando se coló Mandzukic en el segundo palo para fallar un cabezazo a las puertas del descanso. Es de esos delanteros el croata que necesita dos centrales colgados de la chepa para marcar, sino no es lo mismo.

Argentina estaba decidida a fracasar y lo logró de pleno. La histeria colectiva necesitaba un detonante definitivo, alguien que pusiera aquello patas arriba. Y fue Willy Caballero. En la enésima obligación de sacar la pelota cuando no era necesario ni lo más conveniente, convirtió un globo sobre Rebic en una asistencia perfecta para que le empalmara a placer. Un fallo del que es tan culpable él como Sampaoli, que insistió en un portero suplente toda la temporada en el Chelsea teniendo a uno titular y brillante en River como Armani.

La sensación de drama empezó a convivir con Sampaoli y los suyos. Entraron Pavón, Higuaín y Dybala para montar todo lo anteriormente desmontado. Messi quiso y no pudo, hasta el punto de perder casi los nervios con Strinic. Sin ser la eliminación, la derrota argentina podía considerarse un foso en el que poder ser enterrado si no gana a Nigeria en la última jornada. Todo lo contrario que Croacia, que siguió dando una muestra de gran solidez y lanzó el zarpazo definitivo cuando más daño hace. Modric, violinista de esta selección y algo más, se sacó un derechazo que dejó tiritando a Argentina y a Messi, aún más tocados cuando Rakitic sentenció al final. Ya no hay más: o gana a Nigeria o su Mundial puede ser un fracaso de dimensiones colosales.

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