Temer desiste de ser reelegido presidente y deja que su ministro de Hacienda se presente por él

Solo un 5% de la población aprueba de la gestión del presidente brasileño y un 86% se niega a votarle en las presidenciales de octubre

Tom C. Avendaño
Afonso Benites
São Paulo / Brasilia, El País
El presidente brasileño Michel Temer no será el candidato de su partido, el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), a las elecciones presidenciales de este octubre. El encargado de defender a la agrupación, y el legado del Gobierno que ha pasado los dos últimos años al frente de Brasil, será Henrique Meirelles, ministro de Hacienda hasta el pasado 8 de abril.


El mandatario prefirió no ahondar en los motivos que le han conducido a esta decisión, lo cual supone una ruptura con el resto de su presidencia, marcada por las explicaciones. Temer llegó al poder en mayo de 2016 sin ganar unas elecciones y explicando que el impeachment a Dilma Rousseff que le había puesto allí no había sido un golpe de Estado: hoy, un 47,9% de la población aún cree que lo fue. En los meses siguientes explicaría que sus reformas de austeridad eran necesarias para el país: dos huelgas generales después, solo un 5% de los brasileños aprueba de su gestión según la edición de abril de la encuesta Datafolha. Y en todo este tiempo ha intentado explicar que las múltiples acusaciones de corrupción que no han cesado de conocerse, sobre él y sobre muchos de quienes le rodean, son falsas. Mientras, muchos de sus ministros han sido detenidos y la policía no ha terminado de investigarle a fondo, a petición del Tribunal Supremo. Al final, el 86% de la población aseguraba que no le votaría como presidente.

Quizá por todo esto empezaban a oírse en los bastidores del MDB voces de barones inquietos, que pedían que el candidato a las elecciones de este octubre no fuese el presidente. El elegido ha sido al final Meirelles, de 72 años, un hombre de partido lleno de ventajas en unos comicios que, a cuatro meses de celebrarse, siguen marcados por la incertidumbre. Por ejemplo, su currículo le permite alzarse como la voz de la razón entre el extremismo de otros candidatos: titulado en Harvard, Meirelles dirigió el Banco Central brasileño durante los boyantes años de Lula. Antes fue presidente internacional de BankBoston, un banco de Massachusetts en el que trabajó 28 años.

Meirelles ofrece también otras dos ventajas, si bien son más difíciles de explicar al público. Primero, en Brasilia es sabido que acaricia el sueño de la presidencia desde hace tiempo. Y segundo, su fortuna se calculó el julio pasado en unos 217 millones de reales (59,5 millones de dólares), lo cual puede ser decisivo ahora que la ley prohíbe que las empresas aporten dinero a los fondos electorales. En 2002, Meirelles fue el candidato mejor votado a diputado por Goiás: entonces tenía 45 millones de reales y se gastó 900.000 en la campaña. Nada impide pensar que esta vez haga algo parecido.

A Meirelles le queda ahora el reto de unir a la misma base que Temer dividió, y, si lo logra, convencer al público (de momento cuenta con el rechazo del 17% del electorado, lo que no deja de ser una mejora). Ese segundo reto es el más arduo, ya que le obligará a defender el legado de Temer a la vez que se distancia de él. Los objetivos del MDB no son necesariamente altos: algunos barones solo esperan obtener suficientes votos como para resultarle atractivo a quien salga ganador y forjar un pacto que les permita seguir influyendo en la agenda política. Pero incluso para eso, Mirelles tendrá que lograr lo imposible.

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