Para renacer, Sharapova vuelve al pasado
La rusa recupera a los 31 años al entrenador con el que ganó por primera vez en Roland Garros y cerró el círculo del Grand Slam: “Sigo compitiendo porque cada semana es un desafío, aún disfruto luchando”
Alejandro Ciriza
París, El País
A las dos del mediodía, bajo un sol de justicia, Maria Sharapova reventaba cada pelota como si tuviera una deuda con todas ellas. O tal vez consigo misma. Después de un largo periodo en la sombra, castigada y con el foco encima por haber infringido las normas, y por lo tanto con el nombre manchado, la rusa (7-5 y 6-4 ayer contra Donna Vekic) prometió trabajar hasta el límite para demostrar que no era una tramposa, que todavía le quedaba tenis en su raqueta y que pelearía por volver a la élite del circuito. Lo primero no lo consiguió –fue sancionada inicialmente dos años por consumo de Meldonium, aunque luego se rebajó a 15 meses–, de lo segundo no se duda y lo tercero está por ver, porque desde su regreso la realidad ha sido cruda.
Desde que volviera a pisar oficialmente una pista, el 24 de mayo del curso pasado en Stuttgart, la siberiana trata de escapar de un laberinto sembrado de espinas. Perdió el tren, las jóvenes aprietan y las que se proyectaban entonces ahora han dado un salto importante. El escenario es completamente distinto. A la degradación de su imagen le ha acompañado una sucesión de resultados muy discretos. A excepción de un trofeo en Tianjín, de la categoría más baja (WTA International), no ha probado bocado y lo más habitual ha sido verle caer en las primeras rondas. Sharapova no es la deslumbrante jugadora de hace un lustro, la dominadora que le tuteaba a Serena y ganó cinco grandes, o ascendió al número uno durante 21 semanas. No lo es, y tal vez no vuelva a serlo, pero ella no se rinde.
“Sigo compitiendo porque cada semana es un desafío para mí. Continúo luchando por eso. Aún disfruto compitiendo”, expresó al llegar a París, adonde aterrizó con una novedad en el banquillo: Thomas Hogstedt, un hombre esencial en su trayectoria. El técnico con el que conquistó su primer triunfo en Roland Garros, en 2012, y con el que cerró el sueño dorado del Grand Slam. El vínculo entre ambos duró tres años, de 2010 a 2013, y durante ese periodo alcanzó además las finales de Wimbledon y Australia, además de obtener títulos de caché en Indian Wells, Roma y Cincinnati. La alianza fue fructífera, pero llegó el punto final y Masha comenzó a trabajar con el holandés Sven Groeneveld, en un nexo profesional de cuatro años.
En el complicado retorno tras la sanción, salpicado de varias lesiones –cadera, antebrazo izquierdo, un desgarro muscular…–, Sharapova no encontró las metas deseadas y en marzo rompió con Groeneveld para recuperar a Hogstedt. Se les captó a comienzos de abril practicando juntos en la academia de IMG (la agencia que la representa) en Florida y luego vino la confirmación oficial, aunque la colaboración no tiene un plazo definido. Para tratar de renacer, Sharapova ha escogido al antiguo preparador. “¿Un objetivo? Volver a ganar un Grand Slam”, respondió recientemente el sueco, tutor de otras figuras como Tommy Haas, la china Li Na (dos grandes) y en los últimos tiempos de tenistas como Eugenie Bouchard o Madison Keys.
Mejoría palpable durante el último mes
“Nos llevamos muy bien, con él alcancé el número uno y obviamente ha trabajado con otras chicas mientras no estábamos juntos, así que las conoce bien”, aprecia la rusa, de 31 años y ahora la 30 del mundo.
Desde que volvieron a unirse, la mejoría ha sido palpable. En Madrid (cuartos de final) ya se apreció la progresión y en el Foro Itálico de Roma dio otro estirón (semifinales). Y ahora, Sharapova guerrea en París con toda su fiereza. Ayer, en el pulso contra Vekic, sus gritos se expandían por toda la Plaza de Toros (pista 1) y convertían cada punto en una escena dramática. “Creo que todavía hay muchas cosas que puedo hacer mejor. Siempre he pensado que para ser avanzar debes sentir que puedes mejorar”, contestó después de atrapar la victoria y citarse en la tercera ronda con una adversaria de entidad, la checa Karolina Pliskova. Frente a ella volverá a pisar la arcilla de la Chatrier, después de tres años sin competir en París.
“¿Conoces el horario de la jornada? ¿Jugaré en la central?”, preguntó. “Sí, porque es contra Pliskova y...”, continuó la periodista. “Bueno... ¿Y también estará Sharapova, ¿no?”, replicó en tono de broma.
Alejandro Ciriza
París, El País
A las dos del mediodía, bajo un sol de justicia, Maria Sharapova reventaba cada pelota como si tuviera una deuda con todas ellas. O tal vez consigo misma. Después de un largo periodo en la sombra, castigada y con el foco encima por haber infringido las normas, y por lo tanto con el nombre manchado, la rusa (7-5 y 6-4 ayer contra Donna Vekic) prometió trabajar hasta el límite para demostrar que no era una tramposa, que todavía le quedaba tenis en su raqueta y que pelearía por volver a la élite del circuito. Lo primero no lo consiguió –fue sancionada inicialmente dos años por consumo de Meldonium, aunque luego se rebajó a 15 meses–, de lo segundo no se duda y lo tercero está por ver, porque desde su regreso la realidad ha sido cruda.
Desde que volviera a pisar oficialmente una pista, el 24 de mayo del curso pasado en Stuttgart, la siberiana trata de escapar de un laberinto sembrado de espinas. Perdió el tren, las jóvenes aprietan y las que se proyectaban entonces ahora han dado un salto importante. El escenario es completamente distinto. A la degradación de su imagen le ha acompañado una sucesión de resultados muy discretos. A excepción de un trofeo en Tianjín, de la categoría más baja (WTA International), no ha probado bocado y lo más habitual ha sido verle caer en las primeras rondas. Sharapova no es la deslumbrante jugadora de hace un lustro, la dominadora que le tuteaba a Serena y ganó cinco grandes, o ascendió al número uno durante 21 semanas. No lo es, y tal vez no vuelva a serlo, pero ella no se rinde.
“Sigo compitiendo porque cada semana es un desafío para mí. Continúo luchando por eso. Aún disfruto compitiendo”, expresó al llegar a París, adonde aterrizó con una novedad en el banquillo: Thomas Hogstedt, un hombre esencial en su trayectoria. El técnico con el que conquistó su primer triunfo en Roland Garros, en 2012, y con el que cerró el sueño dorado del Grand Slam. El vínculo entre ambos duró tres años, de 2010 a 2013, y durante ese periodo alcanzó además las finales de Wimbledon y Australia, además de obtener títulos de caché en Indian Wells, Roma y Cincinnati. La alianza fue fructífera, pero llegó el punto final y Masha comenzó a trabajar con el holandés Sven Groeneveld, en un nexo profesional de cuatro años.
En el complicado retorno tras la sanción, salpicado de varias lesiones –cadera, antebrazo izquierdo, un desgarro muscular…–, Sharapova no encontró las metas deseadas y en marzo rompió con Groeneveld para recuperar a Hogstedt. Se les captó a comienzos de abril practicando juntos en la academia de IMG (la agencia que la representa) en Florida y luego vino la confirmación oficial, aunque la colaboración no tiene un plazo definido. Para tratar de renacer, Sharapova ha escogido al antiguo preparador. “¿Un objetivo? Volver a ganar un Grand Slam”, respondió recientemente el sueco, tutor de otras figuras como Tommy Haas, la china Li Na (dos grandes) y en los últimos tiempos de tenistas como Eugenie Bouchard o Madison Keys.
Mejoría palpable durante el último mes
“Nos llevamos muy bien, con él alcancé el número uno y obviamente ha trabajado con otras chicas mientras no estábamos juntos, así que las conoce bien”, aprecia la rusa, de 31 años y ahora la 30 del mundo.
Desde que volvieron a unirse, la mejoría ha sido palpable. En Madrid (cuartos de final) ya se apreció la progresión y en el Foro Itálico de Roma dio otro estirón (semifinales). Y ahora, Sharapova guerrea en París con toda su fiereza. Ayer, en el pulso contra Vekic, sus gritos se expandían por toda la Plaza de Toros (pista 1) y convertían cada punto en una escena dramática. “Creo que todavía hay muchas cosas que puedo hacer mejor. Siempre he pensado que para ser avanzar debes sentir que puedes mejorar”, contestó después de atrapar la victoria y citarse en la tercera ronda con una adversaria de entidad, la checa Karolina Pliskova. Frente a ella volverá a pisar la arcilla de la Chatrier, después de tres años sin competir en París.
“¿Conoces el horario de la jornada? ¿Jugaré en la central?”, preguntó. “Sí, porque es contra Pliskova y...”, continuó la periodista. “Bueno... ¿Y también estará Sharapova, ¿no?”, replicó en tono de broma.