La final de Kiev, una odisea demasiado cara

Los aficionados del Madrid devuelven cerca de 3.000 de las 12.802 entradas sorteadas, a las que el club no ha dado aún salida

Pablo Pérez
Madrid, El País
24.268 socios del Real Madrid confirmaron antes del 8 de mayo su propósito de viajar a Kiev para acompañar al equipo de Zinedine Zidane en su tercera final de Champions League consecutiva, la cuarta en cinco años. La cifra podría considerarse escasa si se compara con las 73.314 peticiones para Lisboa en 2014 o las 56.047 y 44.755 de Milán y Cardiff los dos últimos años. El descenso de la efervescencia y la agitación entre la hinchada no está estrictamente relacionado con la reciente sucesión de finales.


El motivo principal, tal y como reconocen desde el club y desde algunas asociaciones de Chamartín, es la complejidad de un viaje largo y excesivamente costoso. Un problema que también se han encontrado en Liverpool, donde el número de hinchas dispuestos a viajar a Ucrania era de 25.578. Pero los trabajadores ambos clubes han comprobado cómo muchos miembros agraciados con una entrada han renunciado a su suerte. En Madrid, concretamente, unas 3.000 de las 12.802 entradas sorteadas. De hecho, ayer todavía se repartían o adjudicaban entradas, ya que algunos socios han sido emplazados a llegar a Kiev para hacerse con ellas.

“A todos los hinchas del Liverpool que están teniendo una pesadilla para viajar a Kiev, solo puedo pedirles perdón. Lo que tendría que ser una de las ocasiones más excitantes de nuestras vidas está siendo de todo menos eso. Es inexcusable”, protestó en las redes sociales Tony Barrett, el enlace del club red con sus aficionados. “La decisión de llevar a cabo la final en un lugar que es tan difícil y tan extraordinariamente costoso necesita una explicación por quienes la tomaron. Para aquellos que lleguen a Kiev, espero que valga cada centavo y cada onza de esfuerzo invertido. Para aquellos que no lo hacen —y ya son demasiados— me disculpo por no poder ayudarles. El fútbol sin fans no es nada”, amplió.

En su descargo, la UEFA puede alegar que jugar en Kiev fue una de las últimas decisiones tomadas por el expresidente Michael Platini. El primer inconveniente que planteaba la capital ucrania era el de la mala comunicación con las ciudades de los equipos contendientes. Desde Madrid tan solo hay dos vuelos diarios directos; desde Liverpool, ninguno. Y los precios se habían disparado, con un coste superior a los 600 euros desde Madrid justo después de que el equipo de Zidane cerrase el pase a la final. La escasa oferta, las largas y también costosas escalas y la prohibición de entrar en Ucrania con un coche de alquiler convirtieron al chárter en la primera opción. El coste para ambas aficiones del viaje más la entrada se sitúa en un mínimo de entre 1.000 y 1.100 euros, excepto para los miembros de grada de animación oficial del Madrid, que, según informaron la Cadena SER y As, pagarán 500 euros sean o no socios. Otro escollo es la duración del viaje, de más de 24 horas ida y vuelta.

No menos preocupante fue el tema del alojamiento, igual de disparado y con notorios casos de estafa a clientes que tenían reservadas habitaciones con antelación. Los hoteles más céntricos, al ver cómo el precio medio de una noche se disparaba a más de 800 e incluso 1.000 euros, recurrieron a inexistentes fallos de agua o electricidad para cancelar las reservas. Unos de los afectados fueron, por ejemplo, los hermanos británicos Michael y Darren Cain. “Ya no nos podíamos permitir un alojamiento y teníamos pensado dormir en una tienda en la calle”, aseguró Michael al diario Mirror.

A los hermanos ingleses les libró de la acera un espontáneo movimiento ciudadano que reaccionó contra los abusos de los empresarios. Con un grupo de Facebook llamado Kyiv ‘FREE couch for football fans 26/05/18’ en el que figuran 7.718 miembros, ciudadanos de la capital de Ucrania han ofrecido alojamiento gratis a los hinchas de Madrid y Liverpool. La interacción alcanza ya las 2.207 publicaciones y se extiende también a Twitter. La rebelión ciudadana ha sido el único gesto de solidaridad para dos aficiones lastradas por un viaje tortuoso.

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