Indignación en Francia por el trato humillante a una joven que pidió ayuda médica antes de morir
La filtración de la llamada a urgencias en la que la operadora se mofa de la mujer ha sacudido a todo el país
Silvia Ayuso
París, El País
¿Se habría salvado Naomi Musenga si la hubieran atendido rápidamente cuando llamó pidiendo ayuda al servicio de urgencias? Esa es una duda que quizás nunca se resolverá. Pero no es la cuestión principal. Lo que ha estremecido a toda Francia no ha sido la falta de respuesta, sino el tono de la misma. La publicación de la conversación telefónica entre la joven de 22 años y la operadora del servicio de urgencias que la atendió, y a la que se puede oír mofándose de ella y humillándola, ha sacudido a todo el país. La fiscalía de Estrasburgo ya ha abierto una investigación preliminar. También la ministra de Salud, una “indignada” Agnès Buzyn, ha pedido explicaciones ante tamañas “disfunciones”. El sector reconoce una actitud imperdonable, pero ha aprovechado para alertar de la situación de un servicio médico público que, según sus responsables, está desbordado por una demanda cada vez mayor sin que se aumenten los recursos. Sus padres pidieron este jueves que se haga justicia y se depuren responsabilidades. Una petición en la plataforma Change.org en el mismo sentido suma ya más de 81.000 firmas.
Aunque los hechos han trascendido esta semana, se remontan a finales de 2017. La llamada al Servicio de Ayuda Médica Urgente (Samu), llegó hacia las 11 de la mañana del 29 de diciembre pasado. En la grabación de la conversación, obtenida por la familia de la fallecida en marzo y filtrada a finales de abril por la publicación Hebdi, se puede escuchar cómo Musenga, una joven de 22 años de origen congoleño y madre de una niña, pide ayuda con una voz muy débil. La operadora a la que los bomberos le han transferido la llamada —momento en que ya se empiezan a escuchar burlas—, responde en tono hostil y con muy poca paciencia. “Si no me dice lo que le pasa, le cuelgo”, amenaza. Con visibles dificultades para hablar, Musenga le dice que le duele mucho el vientre, que le “duele todo” y que cree que va “a morir”, tales son los dolores que siente. “Usted va a morir, ciertamente, algún día, como todo el mundo”, replica bruscamente la operadora, que le insiste en que llame al servicio de SOS Médecins, que realiza visitas médicas a domicilio, pero que no envía ambulancias. Cuando la joven le dice que no puede llamar, la operadora se impacienta más aún. “¿No puede? ¿Pero ha podido llamar a los bomberos?”, cuestiona y vuelve a darle el teléfono de visitas médicas. “O llame al médico que la trata”, agrega antes de colgar con un seco au revoir, adiós.
Tras varias horas y diferentes llamadas, finalmente, una ambulancia del Samu llegó hasta el domicilio de Musenga y la trasladó urgentemente a un hospital de Estrasburgo, donde murió poco después tras sufrir dos paradas cardiacas. La autopsia, realizada cinco días más tarde, determinó que la joven falleció por un “fallo múltiple de órganos por choque hemorrágico”. El cuerpo de la mujer ya se encontraba en “estado de putrefacción multivisceral avanzada”, precisa el diario Le Monde, según el cual es imposible precisar si el retraso con el que fue atendida Musenga agravó su estado de manera irremediable.
Después de revelarse la conversación, el servicio de hospitales universitarios de Estrasburgo (CHRU) anunció el 3 de mayo la apertura de una investigación administrativa. La operadora que atendió a Musenga fue transferida a otro servicio. No fue suficiente para contener el escándalo. La ministra de Salud anunció el martes otra investigación, esta vez de la Inspección General de Asuntos Sociales (Igas) y se comprometió a que la familia de la fallecida obtendrá toda la información que se recopile.
Poco después, se conoció que la operadora ha sido suspendida temporalmente de toda función. Y unas horas más tarde, la fiscalía de Estrasburgo anunciaba la apertura de una investigación preliminar por “no asistencia a una persona en peligro”. Pero la familia de Musenga, aunque se siente "aliviada" por la respuesta de la justicia, reclama que se llegue hasta el fondo y se aclare “toda la cadena de responsabilidades”. “¿Qué mató a mi hija? No tenemos respuestas”, explicó la madre de Naomi, Bablyne Musenga, en rueda de prensa. “Estamos dispuestos a aceptar la fatalidad, pero queremos conocer el por qué y quiénes son esas personas que no pasaron bien la alerta y que no prestaron ninguna atención, quiero saber por qué la operadora hizo eso”, agregó. Sus abogados han anunciado una demanda contra todo el servicio de hospitales universitarios de Estrasburgo.
Silvia Ayuso
París, El País
¿Se habría salvado Naomi Musenga si la hubieran atendido rápidamente cuando llamó pidiendo ayuda al servicio de urgencias? Esa es una duda que quizás nunca se resolverá. Pero no es la cuestión principal. Lo que ha estremecido a toda Francia no ha sido la falta de respuesta, sino el tono de la misma. La publicación de la conversación telefónica entre la joven de 22 años y la operadora del servicio de urgencias que la atendió, y a la que se puede oír mofándose de ella y humillándola, ha sacudido a todo el país. La fiscalía de Estrasburgo ya ha abierto una investigación preliminar. También la ministra de Salud, una “indignada” Agnès Buzyn, ha pedido explicaciones ante tamañas “disfunciones”. El sector reconoce una actitud imperdonable, pero ha aprovechado para alertar de la situación de un servicio médico público que, según sus responsables, está desbordado por una demanda cada vez mayor sin que se aumenten los recursos. Sus padres pidieron este jueves que se haga justicia y se depuren responsabilidades. Una petición en la plataforma Change.org en el mismo sentido suma ya más de 81.000 firmas.
Aunque los hechos han trascendido esta semana, se remontan a finales de 2017. La llamada al Servicio de Ayuda Médica Urgente (Samu), llegó hacia las 11 de la mañana del 29 de diciembre pasado. En la grabación de la conversación, obtenida por la familia de la fallecida en marzo y filtrada a finales de abril por la publicación Hebdi, se puede escuchar cómo Musenga, una joven de 22 años de origen congoleño y madre de una niña, pide ayuda con una voz muy débil. La operadora a la que los bomberos le han transferido la llamada —momento en que ya se empiezan a escuchar burlas—, responde en tono hostil y con muy poca paciencia. “Si no me dice lo que le pasa, le cuelgo”, amenaza. Con visibles dificultades para hablar, Musenga le dice que le duele mucho el vientre, que le “duele todo” y que cree que va “a morir”, tales son los dolores que siente. “Usted va a morir, ciertamente, algún día, como todo el mundo”, replica bruscamente la operadora, que le insiste en que llame al servicio de SOS Médecins, que realiza visitas médicas a domicilio, pero que no envía ambulancias. Cuando la joven le dice que no puede llamar, la operadora se impacienta más aún. “¿No puede? ¿Pero ha podido llamar a los bomberos?”, cuestiona y vuelve a darle el teléfono de visitas médicas. “O llame al médico que la trata”, agrega antes de colgar con un seco au revoir, adiós.
Tras varias horas y diferentes llamadas, finalmente, una ambulancia del Samu llegó hasta el domicilio de Musenga y la trasladó urgentemente a un hospital de Estrasburgo, donde murió poco después tras sufrir dos paradas cardiacas. La autopsia, realizada cinco días más tarde, determinó que la joven falleció por un “fallo múltiple de órganos por choque hemorrágico”. El cuerpo de la mujer ya se encontraba en “estado de putrefacción multivisceral avanzada”, precisa el diario Le Monde, según el cual es imposible precisar si el retraso con el que fue atendida Musenga agravó su estado de manera irremediable.
Después de revelarse la conversación, el servicio de hospitales universitarios de Estrasburgo (CHRU) anunció el 3 de mayo la apertura de una investigación administrativa. La operadora que atendió a Musenga fue transferida a otro servicio. No fue suficiente para contener el escándalo. La ministra de Salud anunció el martes otra investigación, esta vez de la Inspección General de Asuntos Sociales (Igas) y se comprometió a que la familia de la fallecida obtendrá toda la información que se recopile.
Poco después, se conoció que la operadora ha sido suspendida temporalmente de toda función. Y unas horas más tarde, la fiscalía de Estrasburgo anunciaba la apertura de una investigación preliminar por “no asistencia a una persona en peligro”. Pero la familia de Musenga, aunque se siente "aliviada" por la respuesta de la justicia, reclama que se llegue hasta el fondo y se aclare “toda la cadena de responsabilidades”. “¿Qué mató a mi hija? No tenemos respuestas”, explicó la madre de Naomi, Bablyne Musenga, en rueda de prensa. “Estamos dispuestos a aceptar la fatalidad, pero queremos conocer el por qué y quiénes son esas personas que no pasaron bien la alerta y que no prestaron ninguna atención, quiero saber por qué la operadora hizo eso”, agregó. Sus abogados han anunciado una demanda contra todo el servicio de hospitales universitarios de Estrasburgo.