España: El nacionalismo da la mayoría a Sánchez
El líder del PSOE recibe este viernes el respaldo del Congreso como presidente del Gobierno
Miquel Alberola
Madrid, El País
El líder del PSOE, Pedro Sánchez, se aseguró este jueves la mayoría de votos en el Congreso para recibir el viernes el respaldo de la Cámara como candidato a la presidencia del Gobierno. Tras un bronco cuerpo a cuerpo parlamentario con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el PNV despejó la incógnita para que la moción de censura que registraron los socialistas tras la sentencia de Gürtel supere los 176 votos requeridos. Unidos Podemos, ERC, PDeCAT, Compromís y Nueva Canarias votarán junto al PSOE frente al PP, sus socios y Ciudadanos.
Con el respaldo de la Cámara garantizado, Sánchez se considerará investido por el Congreso después de que se celebre la votación este viernes y el Rey podrá firmar el decreto de su nombramiento como presidente del Gobierno. Siempre que Rajoy no presente antes la dimisión, lo cua haría decaer la moción de censura. A partir de ese momento, en el que se prefigura un fin de semana trepidante, Sánchez estará en disposición de formar Gobierno para que los ministros prometan el cargo ante el Rey y se produzca el intercambio de carteras.
Aparte de la crucial decisión del PNV, otras formaciones nacionalistas, que en principio se habían mostrado abiertas a dar su apoyo a Sánchez, como ERC, PDeCAT o Bildu, tenían que desvelar sus cartas tras escuchar el discurso programático del candidato. Sánchez hizo equilibrios en su intervención con abundantes gestos para abrir un diálogo con el Govern de Cataluña, al que pidió el mismo ejemplo en la sociedad catalana, pero desde los espacios de consenso comunes que son la Constitución y el Estatuto de Autonomía. El PDeCAT recogió el guante de Sánchez pese a su escepticismo, mientras que ERC y Bildu justificaron su respaldo no como “un apoyo al PSOE” sino como “rechazo al PP”.
Sin haberse disipado la incertidumbre sobre hacia qué lado se iba a inclinar la balanza de la moción de censura, Rajoy y Sánchez protagonizaron en el Congreso el que quizá fuera último debate entre ellos. Ambos habían salido vivos de varias situaciones de peligro extremo, pero en el lance de la moción solo podía quedar uno. Esa imperiosa exigencia de perdurar marcó el choque. El líder del PP, que estaba en una situación delicada, se empleó a fondo en tratar de ridiculizar al del PSOE y denigrar la moción. Por el contrario, Sánchez se esforzó en exponer un perfil templado y regenerador.
Rajoy se defendió con uñas y dientes ante la posibilidad de que la iniciativa del PSOE pudiera desalojarle de La Moncloa, algo que quizá intuía tras una larga noche de conversaciones con el PNV. Y no reparó en munición. Acusó a Sánchez de que su ambición e incapacidad electoral fueran la única causa de la moción. Trató de imponer su propia versión de la sentencia de Gürtel. Puso en marcha el ventilador de la corrupción para embarrar al PSOE en su caída. Mostró el borde de los abismos por los que caería España si triunfaba la iniciativa. Incluso trató de abrir brechas entre el PSOE y los partidos que podrían apoyar la moción recuperando declaraciones negativas de Sánchez sobre Podemos, ERC o el PDeCAT. O de barones del PSOE contra Sánchez.
Frente a un presidente empeñado en imponer su propia versión de la sentencia de Gürtel, en invocar los demonios del independentismo y en destacar los efectos económicos adversos de la moción, Sánchez exhibió seguridad e incidió en la gravedad de la condena de Gürtel. Y para quitarse el estigma de la ambición personal, brindó a Rajoy la posibilidad de dimitir y poner fin a la iniciativa. Pero Rajoy no contemplaba salir del hemiciclo sin luchar hasta el final.
Llamada al diálogo
El candidato lo señaló como la auténtica causa de la moción de censura por no haber afrontado su responsabilidad tras la sentencia en un país “hastiado por la corrupción” y le reprochó que en Gürtel “no solo fue testigo” sino que “ni siquiera fue testigo creíble”. Para alejar todos los fantasmas convocados por Rajoy en torno a sus heterogéneos apoyos en la moción, Sánchez se comprometió a “respetar y hacer respetar la Constitución”, pero también a que su Gobierno “haga del diálogo su forma de hacer política”. Tanto “con todos los Gobiernos autónomos” como “con todos los grupos de la Cámara”.
En la recta final, Sánchez recriminó a Rajoy que se escondiera “detrás de las togas” ante el problema político de Cataluña y situó el origen del conflicto en el recurso presentado por el PP al Estatuto catalán ante el Tribunal Constitucional. “Usted ha convertido la confrontación en la única causa para continuar al frente del Gobierno. Yo me reuniré y trataré de tender puentes para salir de la situación que usted ha creado”, se comprometió. En la despedida, Rajoy y Sánchez se desearon lo mejor en lo personal y no en lo político. El presidente no regresó por la tarde al Congreso, donde el PP dejó muchos escaños vacíos, y se quedó en un restaurante con varios miembros del Gobierno hasta casi la hora de la cena.
Miquel Alberola
Madrid, El País
El líder del PSOE, Pedro Sánchez, se aseguró este jueves la mayoría de votos en el Congreso para recibir el viernes el respaldo de la Cámara como candidato a la presidencia del Gobierno. Tras un bronco cuerpo a cuerpo parlamentario con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el PNV despejó la incógnita para que la moción de censura que registraron los socialistas tras la sentencia de Gürtel supere los 176 votos requeridos. Unidos Podemos, ERC, PDeCAT, Compromís y Nueva Canarias votarán junto al PSOE frente al PP, sus socios y Ciudadanos.
Con el respaldo de la Cámara garantizado, Sánchez se considerará investido por el Congreso después de que se celebre la votación este viernes y el Rey podrá firmar el decreto de su nombramiento como presidente del Gobierno. Siempre que Rajoy no presente antes la dimisión, lo cua haría decaer la moción de censura. A partir de ese momento, en el que se prefigura un fin de semana trepidante, Sánchez estará en disposición de formar Gobierno para que los ministros prometan el cargo ante el Rey y se produzca el intercambio de carteras.
Aparte de la crucial decisión del PNV, otras formaciones nacionalistas, que en principio se habían mostrado abiertas a dar su apoyo a Sánchez, como ERC, PDeCAT o Bildu, tenían que desvelar sus cartas tras escuchar el discurso programático del candidato. Sánchez hizo equilibrios en su intervención con abundantes gestos para abrir un diálogo con el Govern de Cataluña, al que pidió el mismo ejemplo en la sociedad catalana, pero desde los espacios de consenso comunes que son la Constitución y el Estatuto de Autonomía. El PDeCAT recogió el guante de Sánchez pese a su escepticismo, mientras que ERC y Bildu justificaron su respaldo no como “un apoyo al PSOE” sino como “rechazo al PP”.
Sin haberse disipado la incertidumbre sobre hacia qué lado se iba a inclinar la balanza de la moción de censura, Rajoy y Sánchez protagonizaron en el Congreso el que quizá fuera último debate entre ellos. Ambos habían salido vivos de varias situaciones de peligro extremo, pero en el lance de la moción solo podía quedar uno. Esa imperiosa exigencia de perdurar marcó el choque. El líder del PP, que estaba en una situación delicada, se empleó a fondo en tratar de ridiculizar al del PSOE y denigrar la moción. Por el contrario, Sánchez se esforzó en exponer un perfil templado y regenerador.
Rajoy se defendió con uñas y dientes ante la posibilidad de que la iniciativa del PSOE pudiera desalojarle de La Moncloa, algo que quizá intuía tras una larga noche de conversaciones con el PNV. Y no reparó en munición. Acusó a Sánchez de que su ambición e incapacidad electoral fueran la única causa de la moción. Trató de imponer su propia versión de la sentencia de Gürtel. Puso en marcha el ventilador de la corrupción para embarrar al PSOE en su caída. Mostró el borde de los abismos por los que caería España si triunfaba la iniciativa. Incluso trató de abrir brechas entre el PSOE y los partidos que podrían apoyar la moción recuperando declaraciones negativas de Sánchez sobre Podemos, ERC o el PDeCAT. O de barones del PSOE contra Sánchez.
Frente a un presidente empeñado en imponer su propia versión de la sentencia de Gürtel, en invocar los demonios del independentismo y en destacar los efectos económicos adversos de la moción, Sánchez exhibió seguridad e incidió en la gravedad de la condena de Gürtel. Y para quitarse el estigma de la ambición personal, brindó a Rajoy la posibilidad de dimitir y poner fin a la iniciativa. Pero Rajoy no contemplaba salir del hemiciclo sin luchar hasta el final.
Llamada al diálogo
El candidato lo señaló como la auténtica causa de la moción de censura por no haber afrontado su responsabilidad tras la sentencia en un país “hastiado por la corrupción” y le reprochó que en Gürtel “no solo fue testigo” sino que “ni siquiera fue testigo creíble”. Para alejar todos los fantasmas convocados por Rajoy en torno a sus heterogéneos apoyos en la moción, Sánchez se comprometió a “respetar y hacer respetar la Constitución”, pero también a que su Gobierno “haga del diálogo su forma de hacer política”. Tanto “con todos los Gobiernos autónomos” como “con todos los grupos de la Cámara”.
En la recta final, Sánchez recriminó a Rajoy que se escondiera “detrás de las togas” ante el problema político de Cataluña y situó el origen del conflicto en el recurso presentado por el PP al Estatuto catalán ante el Tribunal Constitucional. “Usted ha convertido la confrontación en la única causa para continuar al frente del Gobierno. Yo me reuniré y trataré de tender puentes para salir de la situación que usted ha creado”, se comprometió. En la despedida, Rajoy y Sánchez se desearon lo mejor en lo personal y no en lo político. El presidente no regresó por la tarde al Congreso, donde el PP dejó muchos escaños vacíos, y se quedó en un restaurante con varios miembros del Gobierno hasta casi la hora de la cena.