Esa manía de Bale de ganar finales

Trece títulos ha logrado el Madrid en los últimos cuatro años y al parecer algo ha tenido que ver el galés

Óscar Sanz
El País
Se nos dijo que estaba inhabilitado para este deporte por culpa de una hernia discal que por lo visto le iba a impedir correr, volar y disparar, y que resultó no ser tal, sino la protrusión más célebre de cuantas protrusiones conoce la ciencia. Se nos dijo también que no era capaz de jugar en equipo, que iba a su aire, que no sabía asociarse, ni en el césped ni fuera de él, tanto era así que su castellano le permitía decir buenas días pero con el buenas noches ya la cosa se complicaba. Se nos dijo también, sin rubor alguno, que no sabía jugar al fútbol. Repetimos: que no sabía jugar al fútbol. Ríanse, sí, que están en su derecho. Y a nadie se le cayó la cara de vergüenza, lo que no debe extrañar pues en este país no se le cae a nadie. Incluso se nos dijo, ay, hace muy poquitas fechas, por boca de un hombre juicioso, sensato y siempre ponderado en su argumentación como es Jorge Valdano, lo siguiente: “Nada de lo que hace Bale vale 100 millones”.


Ese era el panorama cuando el Madrid se presentó en Kiev para disputar la final de la Champions. El hecho de que Bale llegara a ese partido en un estado de forma brutal, igual o superior al de muchos de sus compañeros, hizo pensar que Zidane contaría con él para un partido tan vital. No fue así. El técnico apostó por Benzema, trascendente como fue en las semifinales ante el Bayern. No será aquí donde se cuestione esa decisión, aunque solo sea porque la acumulación de éxitos de Zidane convierte en un indocumentado a quien ose criticarlo. Y porque elija a quien elija Zidane de los 16 futbolistas titularísimos que tiene no se va a equivocar. Y porque en Kiev fue Benzema quien abrió el marcador tras la primera pifia del portero Karius, que tuvo una actuación que ni Fernando Tejero en El penalti más largo del mundo, y perdón por la comparación. Físicamente son distintos.

Pero antes de esa jugada, Zidane ya había mandado calentar a Bale. Y vaya si se calentó. Pensaría el técnico francés que el partido podía estar en los pies de un futbolista que no sabe jugar al fútbol. Tres minutos después, Bale puso el colofón a una jugada prodigiosa. Una jugada que duró 44 segundos, en la que participaron nueve jugadores del Madrid, todos menos el portero Keylor y Benzema. Una jugada que comenzó a tener sentido cuando Bale combinó por dos veces en el centro del campo con Luka Modric, quién mejor para combinar. Una jugada, en fin, que acabó con el centro de Marcelo y la gigantesca chilena de Bale, que ya hay que tener la cara de cemento, o una confianza ilimitada en tus posibilidades, para atreverte a ejecutar semejante bestialidad al rato de aparecer en escena.

Quizá sea sabedor Bale de la que ha liado. No son pocos los agoreros futbolísticos, de esos que se pueden encontrar en muchos sitios, incluida la Redacción de un periódico, que vaticinan que con la actuación del galés ante el Liverpool el Madrid sale ganando. Y no solo porque él, sí, él, le ha dado la Decimotercera sino porque su precio ha subido como la espuma. De este modo, aseguran, el Madrid podrá acudir al mercado con un as en la manga. Llamará a la puerta el club blanco y preguntará precios. Y dado que Messi no se mueve de donde está, que Cristiano está donde está (de momento) y que para fichar a Neymar no hay que ir al mercado sino al palacio del emir de Qatar, utilizará a Bale como moneda de cambio, o sea, que le regalará, para fichar a un futbolista mucho peor que Bale, porque mejores no hay. Extraordinario negocio.

Año 2014. Bale protagoniza la carrera del siglo en Mestalla y el Madrid vence al Barça en la final de Copa gracias a un gol que la memoria del madridismo no olvidará jamás. Ese fue el primero de los 13 títulos que ha ganado el club en los últimos cuatro años. Títulos, entre ellos cuatro Champions, en los que algo, solo algo, habrá tenido que ver Bale, a quien desde el sábado solo dos jugadores superan en goles marcados en finales de la Copa de Europa con la camiseta del Real Madrid: Di Stéfano y Puskas. Unos mataos.

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