El punto débil del Liverpool
El rival del Madrid en la final de Kiev exhibe graves problemas defensivos cuando no le dejan desplegar su magnífico ataque. Klopp cree que su plantilla no permite flexibilidad
Diego Torres
Madrid, El País
Cuenta un amigo de Eusebio di Francesco que, tras eliminar al Barça en los cuartos de final de la Champions con una remontada histórica (4-1 y 3-0), el hombre se dejó arrastrar por un súbito sentimiento de superstición. Hasta entonces un dogmático del 4-3-3, viró al 3-5-2 para frenar a Messi y el resultado le justificó. Sin apenas ensayar. En dos días interrumpió la trayectoria de seis años de desarrollo que le había convertido en una referencia en Italia en la aplicación del modelo que mejor conecta con la modernidad. Seguro de su reputación y de la encomienda que le hacían, cuando el verano pasado dejó el Sassuolo y se presentó en Trigoria, llegó a decir que para él, el 4-3-3 era innegociable. Si la necesidad de remontar al Barça le empujó a la excepción, el éxito inesperado lo aferró a una idea mágica. El pase no fue consecuencia de los balones que colgaron sus carrileros, pero Di Francesco quiso creer que si trasladaba esta ocurrencia a Anfield gozaría de la misma ventaja. El desastre que se produjo en la ida sirvió de experimento. Desengañó a Di Francesco y expuso el punto más vulnerable del Liverpool. Si el equipo de Jürgen Klopp pasó a la final de la Champions fue, en buena medida, por un malentendido.
Los expertos en aplicar el 3-5-2, como Antonio Conte, señalan que la clave está en el adiestramiento de los tres centrales, y que este proceso supone un mínimo de dos meses. En Anfield, Di Francesco colocó a Fazio, Manolas y Juan Jesús frente al ataque más eficaz de Europa con dos días de prácticas. Lo que siguió pasará a los anales del fiasco táctico.
El enredo en la zona de cobertura romanista fue tan grande que durante una hora Salah se creyó Messi. En el minuto 61 el Liverpool ganaba por 4-0 y el técnico italiano se apresuraba a cambiarlo todo. Di Francesco sencillamente volvió al origen. Sustituyó a Juan Jesús, un central, por Perotti, un atacante, suprimió a los carrileros, desplegó a los extremos, y acomodó a sus jugadores a las funciones conocidas en los espacios habituales del 4-3-3. Mientras, el Liverpool metió el 5-0. Pero cuando la Roma levantó el vuelo ya no volvió a ser inferior. En los 110 minutos de eliminatoria que siguieron el parcial fue de 6-2 a su favor.
"Nos equivocamos de plan", dijo Daniele de Rossi al abandonar Anfield.
El Liverpool que alcanzó la final de la Champions este miércoles en el estadio Olímpico dejó por el camino abundante información sobre su ambivalencia. Los 40 goles a favor lo sitúan como el equipo más anotador. Pero el esplendor de su pegada disimula el corralón de su defensa.
Klopp, cuya maestría ha consistido en defenderse presionando alto y atacando, se encogió de hombros tras la vuelta. “No defendimos bien”, dijo. “Nos metimos demasiado atrás, los tres delanteros se quedaron arriba, y el equipo se partió obligándonos a multiplicar los recorridos. Ese no era el plan. Tuvimos más de 20 oportunidades de tirar el fuera de juego y no lo hicimos. Los mejores fueron los interiores. Henderson, Milner y Wijnaldun cubrieron espacios anchos como el Mersey”.
Van Dijk, y nada más
Ante la multitud de seguidores rojos quedó clara la razón que empujó al club a emprender el polémico fichaje de Virgil van Dijk por 80 millones de euros en enero. Probablemente, este central holandés de 26 años no se encuentre entre los diez mejores especialistas que existen. El sobreprecio se explica en la necesidad imperiosa de contratar un marcador firme en una zaga precaria, sin laterales de jerarquía y con un central, Lovren, tan peligroso para los rivales como para su propio portero.
Klopp siempre supo que encerrarse, con semejantes mimbres, no era una opción viable. “La Roma nos apretó hasta el final porque no finalizamos”, dijo, señalando a Mané, Firmino y Salah. “¡Tuvimos que meter el tercero!”.
El global de la eliminatoria se quedó, por casualidad, en un 7-6 favorable al cuadro inglés. El marcador contradice a los entrenadores que tachan a Klopp de especulador. Lo cierto es que el alemán ha hecho lo que ha podido —y más— con lo que ha tenido. Con este Liverpool arrumbado en defensa ha decidido ir al ataque. Desesperadamente a la carga porque no tiene volantes capaces de manejar los tiempos y porque cuando tuvo que depender de su zaga el hundimiento fue inevitable.
Le preguntaron si tenía una de las mejores plantillas de Europa y el entrenador descubrió todos los dientes de la risa. “¡No!”, dijo. “¡Que estemos en la final con este grupo es algo excepcional!”.
Diego Torres
Madrid, El País
Cuenta un amigo de Eusebio di Francesco que, tras eliminar al Barça en los cuartos de final de la Champions con una remontada histórica (4-1 y 3-0), el hombre se dejó arrastrar por un súbito sentimiento de superstición. Hasta entonces un dogmático del 4-3-3, viró al 3-5-2 para frenar a Messi y el resultado le justificó. Sin apenas ensayar. En dos días interrumpió la trayectoria de seis años de desarrollo que le había convertido en una referencia en Italia en la aplicación del modelo que mejor conecta con la modernidad. Seguro de su reputación y de la encomienda que le hacían, cuando el verano pasado dejó el Sassuolo y se presentó en Trigoria, llegó a decir que para él, el 4-3-3 era innegociable. Si la necesidad de remontar al Barça le empujó a la excepción, el éxito inesperado lo aferró a una idea mágica. El pase no fue consecuencia de los balones que colgaron sus carrileros, pero Di Francesco quiso creer que si trasladaba esta ocurrencia a Anfield gozaría de la misma ventaja. El desastre que se produjo en la ida sirvió de experimento. Desengañó a Di Francesco y expuso el punto más vulnerable del Liverpool. Si el equipo de Jürgen Klopp pasó a la final de la Champions fue, en buena medida, por un malentendido.
Los expertos en aplicar el 3-5-2, como Antonio Conte, señalan que la clave está en el adiestramiento de los tres centrales, y que este proceso supone un mínimo de dos meses. En Anfield, Di Francesco colocó a Fazio, Manolas y Juan Jesús frente al ataque más eficaz de Europa con dos días de prácticas. Lo que siguió pasará a los anales del fiasco táctico.
El enredo en la zona de cobertura romanista fue tan grande que durante una hora Salah se creyó Messi. En el minuto 61 el Liverpool ganaba por 4-0 y el técnico italiano se apresuraba a cambiarlo todo. Di Francesco sencillamente volvió al origen. Sustituyó a Juan Jesús, un central, por Perotti, un atacante, suprimió a los carrileros, desplegó a los extremos, y acomodó a sus jugadores a las funciones conocidas en los espacios habituales del 4-3-3. Mientras, el Liverpool metió el 5-0. Pero cuando la Roma levantó el vuelo ya no volvió a ser inferior. En los 110 minutos de eliminatoria que siguieron el parcial fue de 6-2 a su favor.
"Nos equivocamos de plan", dijo Daniele de Rossi al abandonar Anfield.
El Liverpool que alcanzó la final de la Champions este miércoles en el estadio Olímpico dejó por el camino abundante información sobre su ambivalencia. Los 40 goles a favor lo sitúan como el equipo más anotador. Pero el esplendor de su pegada disimula el corralón de su defensa.
Klopp, cuya maestría ha consistido en defenderse presionando alto y atacando, se encogió de hombros tras la vuelta. “No defendimos bien”, dijo. “Nos metimos demasiado atrás, los tres delanteros se quedaron arriba, y el equipo se partió obligándonos a multiplicar los recorridos. Ese no era el plan. Tuvimos más de 20 oportunidades de tirar el fuera de juego y no lo hicimos. Los mejores fueron los interiores. Henderson, Milner y Wijnaldun cubrieron espacios anchos como el Mersey”.
Van Dijk, y nada más
Ante la multitud de seguidores rojos quedó clara la razón que empujó al club a emprender el polémico fichaje de Virgil van Dijk por 80 millones de euros en enero. Probablemente, este central holandés de 26 años no se encuentre entre los diez mejores especialistas que existen. El sobreprecio se explica en la necesidad imperiosa de contratar un marcador firme en una zaga precaria, sin laterales de jerarquía y con un central, Lovren, tan peligroso para los rivales como para su propio portero.
Klopp siempre supo que encerrarse, con semejantes mimbres, no era una opción viable. “La Roma nos apretó hasta el final porque no finalizamos”, dijo, señalando a Mané, Firmino y Salah. “¡Tuvimos que meter el tercero!”.
El global de la eliminatoria se quedó, por casualidad, en un 7-6 favorable al cuadro inglés. El marcador contradice a los entrenadores que tachan a Klopp de especulador. Lo cierto es que el alemán ha hecho lo que ha podido —y más— con lo que ha tenido. Con este Liverpool arrumbado en defensa ha decidido ir al ataque. Desesperadamente a la carga porque no tiene volantes capaces de manejar los tiempos y porque cuando tuvo que depender de su zaga el hundimiento fue inevitable.
Le preguntaron si tenía una de las mejores plantillas de Europa y el entrenador descubrió todos los dientes de la risa. “¡No!”, dijo. “¡Que estemos en la final con este grupo es algo excepcional!”.