El drama de una porrista de la NFL

Kristan Ann Ware bailó cuatro años en los Miami Dolphins, pero se fue cansada de sufrir abusos y maltratos psicológicos y físicos. Contó su historia para que otras chicas junten fuerzas y también alcen sus voces.

Clarín
Los principales espectáculos deportivos estadounidenses brindan muchas veces una sensación de perfección en cada nivel. Sin embargo, hay áreas en las que todavía queda mucho camino por recorrer. Especialmente, en términos de igualdad género. En las cuatro grandes ligas del país del Norte (básquetbol, fútbol americano, béisbol y hóckey sobre hielo), el rol de la mujer queda muchas veces reducido al de porrista, un puesto que -sin embargo- es tradicional y para muchas de ellas resulta un privilegio. Para muchas otras, como Kristan Ann Ware, es un tormento. Y ella no se quedó callada.


"Sabemos lo que valemos. Nos respetamos más. Esto tiene que terminar. La intimidación tiene que terminar, el silencio tiene que terminar. Y nostras tenemos que hablar". Así comenzó su relato Kristan, quien fue bailarina de los Miami Dolphins de la NFL y eligió la plataforma The Players' Tribune para contar su historia. Dos cámaras, una silla y a poner el cuerpo y la voz que muchas otras no pueden, por miedo o por las razones que sean.

Kristan conocía de exigencias. Creció en una familia militar y se acostumbró a que siempre se la llevara a los límites. Sin embargo, encontró una diferencia radical: la de las oportunidades de progresar. "Como porrista, te ponen al borde del quiebre, pero al final te obligan a quedarte en el fondo; no hay lugar para crecer. No se puede llegar a ser líder. Tenés que quedarte ahí", explica. Y amplía: "Lo primero que te dicen es que estás acá para ser vista, no escuchada. Así que no hay lugar para opiniones, para preocupaciones: sólo decís 'sí, señora' y hacés lo que te dicen. Sonreís y actuás".

Las chicas son rebajadas al rol casi de animales en un circo, siguiendo instrucciones sin quejarse. Seguramente, muchas de ellas no toleran semejante situación. Pero casi ninguna rompe la barrera y Ware entiende las razones: "Cada vez que das tu opinión o preguntás algo, te dicen que hay un millón de chicas dispuestas a tomar tu lugar. 'Bancátela o andate'. Nos decían que sólo éramos especiales cuando teníamos el uniforme puesto. Sos completamente reemplazable: sólo se necesita una cara linda".

Como si esos malos tratos no fueran demasiado, la cosa podía empeorar: los abusos estaban a la orden del día y ellas se veían obligadas a tomarlos con una naturalidad escalofriante. "Si un fan viene y te toca la cola, se supone que sólo tenés que ser amable, sonreír y decir algo como '¡uy, se te resbaló la mano!'".

No deja de sorprender que, en un ámbito de súper profesionalismo como el de la NFL, las porristas -que se entrenan y actúan a diario, en largos turnos y con una exigencia digna de atletas de primer orden- las chicas casi no tuvieran asistencia en el cuidado de sus cuerpos: "Cuando nos lastimábamos o lesionábamos, nos decían que éramos débiles, que debíamos ser fuertes y bancárnosla. Al final de mi carrera, bailaba con cuatro huesos rotos, dos desgarros ligamentarios, dos esguinces de meniscos, problemas en mi hombro izquierdo y en la cadera". ¿Por qué seguir en este contexto oscuro? "Era esta idea de probar que era una mujer fuerte lo que me hacía actuar como si pudiera soportar cualquier cosa. (Demostrar) Que no era débil, que no era emocional ni sensible, que no era nada de lo que ellos decían".

Sus libertades fueron cercenadas a puntos insólitos y, encima, debió soportar la burla de quienes ocupaban puestos de superioridad en la franquicia. Ware se convirtió al catolicismo y se bautizó en 2016, dos días antes de asistir a una entrevista. Una vez ahí, sentada con directivos y entrenadores, sus oídos no dieron crédito a lo que escucharon. "Quisieron hablar sobre mi voto de castidad. Fue shockeante, en primer lugar, que sacaran ese tema en la entrevista; en segundo, que me acusaran de que todos sabían esto de mí. Me lo hicieron ver como si yo hubiera tomado algo puro y hermoso y lo hubiera ensuciado". Hace algunas semanas, Kristan denunció que Dorie Grogan (el director de las porristas) la hizo usar una bikini con motivos "angelicales" para burlarse de ella. Y demandó a los Dolphins y a la NFL.

Pese a que los jugadores podían referirse a Dios en cualquier forma y lugar, a ella se lo prohibieron. Como si ser bailarina no fuera compatible con ser creyente. Como si eso fuera "dar una mala imagen" o, en otro modo, como si ella debiera transmitir "algo" que no se condijera con la religión. ¿Adónde apuntaban? Lo que se preguntó la ex bailarina, al cabo, fue otra cosa: "¿Cuándo perdí mis derechos como porrista, como mujer? ¿Por qué no puedo compartir mi fe públicamente?". Fue como si me hicieran elegir entre ser cristiana o porrista". Y es entonces cuando los ojos de Kristan se humedecen y enrojecen delante de la cámara. Cuando su coraza se quiebra, no porque sea mujer, sino porque es humana: "Me preguntaba ¿cuál es el precio? ¿Qué precio debía pagar para ser porrista? Fue la decisión más difícil de mi vida. No quería rendirme. Creía que si me iba, eso significaba que perdía; que ellos ganaban. Que todo lo que decían de mí se volvía cierto".

Sin embargo ahí, en lo más profundo del pozo, vio la luz. Y en junio de 2017 dio el paso más importante de todos. "Entendí que irme fue lo que me hizo fuerte. Me escapé de algo tóxico. Era veneno", asegura al borde del llanto. Y sus lágrimas finalmente caen. Son lágrimas de dolor por lo que pasó pero, más importante aun, son lágrimas de liberación, que simbolizan cadenas rotas, que simbolizan el tan ansiado escape: "Esa confusión que tenía, no conocer mi valor... Sacarme ese uniforme de las manos -dice mientras estruja los puños como si realmente lo tuviera ahí, en las yemas de sus dedos- dejar ir lo que creí que era mi todo. Pensé que había perdido todo, cuando en realidad lo había ganado". Su llanto, ahora, lo acompaña una amplia sonrisa. Y se despide con una conclusión y con un haz de esperanza: "Si las mujeres se mantuvieran juntas, sería más difícil quebrarnos que si nos quedáramos solas. Rezo para que mi historia le dé el valor a alguien y que ojalá le dé fuerza y coraje a otras mujeres para levantarse contra lo que está pasando detrás del uniforme".

Entradas populares