Colombia elige su futuro tras más de medio siglo de guerra con las FARC
El país celebra las primeras elecciones presidenciales sin la amenaza de la guerrilla. Los expertos confían en la estabilidad del país más allá del resultado
Francesco Manetto
Bogotá, El País
En la fotografía aparecen decenas de jóvenes, en su mayoría menores, que hasta hoy han lidiado con la violencia de uno de los departamentos más conflictivos de Colombia, el Chocó, en la costa del Pacífico. Junto a ellos, algunas autoridades encabezadas por el vicepresidente del país, Óscar Naranjo. A las afueras del municipio de Quibdó, se escuchan sus vivencias, determinadas por las balas y la delincuencia. “Tenemos ganas de salir de esta vida”, dice Harold Cuesta. También se oye una promesa del general de la Policía que fue decisivo en la caída de Pablo Escobar: la apertura de un canal de comunicación directa entre estos adolescentes, que han entregado sus armas, y el Gobierno de Juan Manuel Santos para evitar las redes de corrupción local.
Esta imagen, de un encuentro que se celebró hace unas semanas, ilustra la etapa en la que se encuentra Colombia, que celebra hoy la primera vuelta de las elecciones presidenciales. El país puso fin en 2016 a la guerra con las FARC, que fundaron un partido político, pero no se presentan a estos comicios por el apoyo casi nulo de la ciudadanía. Sin embargo, las autoridades todavía no han resuelto el problema de la violencia y el olvido al que están condenados algunos territorios. La transición acaba de empezar y aún quedan muchos escollos, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) negocia con el Ejecutivo en La Habana, las bandas criminales prosperan en las fronteras con Venezuela y Ecuador, y los acuerdos con el grupo insurgente más antiguo de América pasan quizá por su momento más delicado. Los colombianos eligen presidente en un clima de transparencia, según los observadores, y, por primera vez en más de medio siglo, sin la amenaza de las FARC. No obstante, esa paz necesita consolidarse, en sentido amplio, apuntalar la seguridad y la estabilidad económica. Y eso es lo que está detrás, con planteamientos a veces en las antípodas, de los cinco principales candidatos que aspiran a llegar a la Casa de Nariño.
Iván Duque, aspirante uribista, encabeza desde hace meses todas las encuestas y ya tiene un pie en segunda vuelta, que se celebrará el 17 de mayo. Exsenador y antiguo consejero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington, asegura que no tiene intención de “hacer trizas” los acuerdos como demandan los sectores más radicales de su coalición, impulsada por los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, aunque sí hará modificaciones importantes. Su coalición, de posiciones conservadoras, su discurso en la recuperación. Colombia tiene unas perspectivas macroeconómicas favorables –ingresó el viernes en la OCDE, acaba de obtener una línea de crédito de más 11.400 millones de dólares del FMI sin condiciones-, pero la desigualdad sigue marcando la rutina de millones de ciudadanos. “Asumo el reto de recuperar la economía colombiana, eliminar el derroche, la corrupción y la evasión. Vamos a bajar impuestos y a subir los salarios de los trabajadores”, prometió durante el cierre de campaña.
Su principal contrincante, también con muchas posibilidades de llegar a segunda vuelta, es el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, que fue guerrillero del M-19, un movimiento desmovilizado en 1990. Este candidato escaló posiciones impulsado por un discurso antiestablishment aplaudido especialmente por los jóvenes y las clases populares. Durante toda la campaña recibió críticas por sus formas populistas y su antigua amistad con Hugo Chávez. El fantasma de Venezuela y su repercusión en Colombia, donde en los últimos meses han entrado cientos de miles de ciudadanos que huyen del régimen de Nicolás Maduro, ha sido uno de los ejes de la polarización ideológica de esta carrera presidencial.
Sergio Fajardo, exregidor de Medellín, y Humberto de la Calle, negociador de los acuerdos con las FARC, de centro y centroizquierda, respectivamente, han dedicado, en cambio, sus campañas a la reconciliación, una idea central que vertebra la aspiración de dejar atrás el pasado y comenzar una nueva etapa.
Germán Vargas Lleras, exvicepresidente de Santos y político de centroderecha, representa en estas elecciones los intereses de las clases dirigentes y no ha tenido hasta ahora especial proyección. Cuenta, no obstante, con una amplia base de apoyo territorial, la llamada maquinaria, difícil de medir en las encuestas, por lo que podría convertirse en una de las sorpresas de la jornada electoral.
A una parte de la población, que sigue muy dividida sobre los acuerdos de paz, le preocupa la confrontación ideológica encarnada sobre todo por Duque y Petro. No obstante, según la mayoría de los expertos, la estabilidad del país no dependerá en última instancia de estos comicios. La agencia de calificación Fitch, por ejemplo, no muestra preocupación y no prevé cambios en las políticas macroeconómicas con independencia del ganador. Pero Colombia sí se juega en buena medida su proyecto de país. “Tenemos unas opciones que son muy drásticas y la gente está muy inquieta, pero los cambios importantes no se van a dar porque tenemos un Congreso que está dividido”, señala por su parte el analista Sergio Guzmán, de la consultora británica Control Risks, por lo que a cualquier candidato que gane la presidencia le va a resultar muy difícil legislar. Detrás de sus decisiones, los debates sobre el modelo energético, la seguridad, el papel de Colombia en las alianzas internacionales. En definitiva, el futuro.
Francesco Manetto
Bogotá, El País
En la fotografía aparecen decenas de jóvenes, en su mayoría menores, que hasta hoy han lidiado con la violencia de uno de los departamentos más conflictivos de Colombia, el Chocó, en la costa del Pacífico. Junto a ellos, algunas autoridades encabezadas por el vicepresidente del país, Óscar Naranjo. A las afueras del municipio de Quibdó, se escuchan sus vivencias, determinadas por las balas y la delincuencia. “Tenemos ganas de salir de esta vida”, dice Harold Cuesta. También se oye una promesa del general de la Policía que fue decisivo en la caída de Pablo Escobar: la apertura de un canal de comunicación directa entre estos adolescentes, que han entregado sus armas, y el Gobierno de Juan Manuel Santos para evitar las redes de corrupción local.
Esta imagen, de un encuentro que se celebró hace unas semanas, ilustra la etapa en la que se encuentra Colombia, que celebra hoy la primera vuelta de las elecciones presidenciales. El país puso fin en 2016 a la guerra con las FARC, que fundaron un partido político, pero no se presentan a estos comicios por el apoyo casi nulo de la ciudadanía. Sin embargo, las autoridades todavía no han resuelto el problema de la violencia y el olvido al que están condenados algunos territorios. La transición acaba de empezar y aún quedan muchos escollos, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) negocia con el Ejecutivo en La Habana, las bandas criminales prosperan en las fronteras con Venezuela y Ecuador, y los acuerdos con el grupo insurgente más antiguo de América pasan quizá por su momento más delicado. Los colombianos eligen presidente en un clima de transparencia, según los observadores, y, por primera vez en más de medio siglo, sin la amenaza de las FARC. No obstante, esa paz necesita consolidarse, en sentido amplio, apuntalar la seguridad y la estabilidad económica. Y eso es lo que está detrás, con planteamientos a veces en las antípodas, de los cinco principales candidatos que aspiran a llegar a la Casa de Nariño.
Iván Duque, aspirante uribista, encabeza desde hace meses todas las encuestas y ya tiene un pie en segunda vuelta, que se celebrará el 17 de mayo. Exsenador y antiguo consejero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington, asegura que no tiene intención de “hacer trizas” los acuerdos como demandan los sectores más radicales de su coalición, impulsada por los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, aunque sí hará modificaciones importantes. Su coalición, de posiciones conservadoras, su discurso en la recuperación. Colombia tiene unas perspectivas macroeconómicas favorables –ingresó el viernes en la OCDE, acaba de obtener una línea de crédito de más 11.400 millones de dólares del FMI sin condiciones-, pero la desigualdad sigue marcando la rutina de millones de ciudadanos. “Asumo el reto de recuperar la economía colombiana, eliminar el derroche, la corrupción y la evasión. Vamos a bajar impuestos y a subir los salarios de los trabajadores”, prometió durante el cierre de campaña.
Su principal contrincante, también con muchas posibilidades de llegar a segunda vuelta, es el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, que fue guerrillero del M-19, un movimiento desmovilizado en 1990. Este candidato escaló posiciones impulsado por un discurso antiestablishment aplaudido especialmente por los jóvenes y las clases populares. Durante toda la campaña recibió críticas por sus formas populistas y su antigua amistad con Hugo Chávez. El fantasma de Venezuela y su repercusión en Colombia, donde en los últimos meses han entrado cientos de miles de ciudadanos que huyen del régimen de Nicolás Maduro, ha sido uno de los ejes de la polarización ideológica de esta carrera presidencial.
Sergio Fajardo, exregidor de Medellín, y Humberto de la Calle, negociador de los acuerdos con las FARC, de centro y centroizquierda, respectivamente, han dedicado, en cambio, sus campañas a la reconciliación, una idea central que vertebra la aspiración de dejar atrás el pasado y comenzar una nueva etapa.
Germán Vargas Lleras, exvicepresidente de Santos y político de centroderecha, representa en estas elecciones los intereses de las clases dirigentes y no ha tenido hasta ahora especial proyección. Cuenta, no obstante, con una amplia base de apoyo territorial, la llamada maquinaria, difícil de medir en las encuestas, por lo que podría convertirse en una de las sorpresas de la jornada electoral.
A una parte de la población, que sigue muy dividida sobre los acuerdos de paz, le preocupa la confrontación ideológica encarnada sobre todo por Duque y Petro. No obstante, según la mayoría de los expertos, la estabilidad del país no dependerá en última instancia de estos comicios. La agencia de calificación Fitch, por ejemplo, no muestra preocupación y no prevé cambios en las políticas macroeconómicas con independencia del ganador. Pero Colombia sí se juega en buena medida su proyecto de país. “Tenemos unas opciones que son muy drásticas y la gente está muy inquieta, pero los cambios importantes no se van a dar porque tenemos un Congreso que está dividido”, señala por su parte el analista Sergio Guzmán, de la consultora británica Control Risks, por lo que a cualquier candidato que gane la presidencia le va a resultar muy difícil legislar. Detrás de sus decisiones, los debates sobre el modelo energético, la seguridad, el papel de Colombia en las alianzas internacionales. En definitiva, el futuro.