Bosnia en el disparadero

La creciente influencia del Kremlin en los Balcanes supone una amenaza para la seguridad del continente. Rusia desestabiliza la zona en una nueva y peligrosa ofensiva

RICHARD KRAEMER Y EMIR SULJAGIC
El País
Rusia tiene en el punto de mira a los Balcanes. El control de esta región de historia tumultuosa forma parte de la estrategia de Vladímir Putin para moldear un orden mundial a su gusto.


El paisaje político e institucional fraccionado de Bosnia-Herzegovina deja margen a la intervención rusa. La brutal guerra de 1992-1995 terminó con la intervención de Estados Unidos y la negociación de la firma de los Acuerdos de Paz de Dayton. Así nació la República de Bosnia y Herzegovina, que se divide desde entonces en dos entidades políticas: la Federación de Bosnia y Herzegovina (agrupa a las comunidades de origen bosníaco y croata) y la República Srpska (de origen serbio).

El Kremlin está proporcionando apoyo policial y militar a las autoridades serbias de la República Srpska, y también alienta allí la formación de fuerzas paramilitares de corte nacionalista. El objetivo es dividir la unión de la República de Bosnia y Herzegovina y debilitar a la OTAN.

La desestabilización de esta zona complicaría el ingreso de ese país y de su vecino Serbia en la Alianza Atlántica, una organización que suele denegar la adhesión a los países sin fronteras definidas. La estrategia rusa va más allá y amenaza con tener repercusiones en el conjunto de la seguridad de Europa: un Estado bosnio aislado y empobrecido sería un campo de reclutamiento fértil para los grupos islamistas radicales.
Bosnia en el disparadero

Con apoyo ruso, la policía y las fuerzas de seguridad de la República Srpska reciben instrucción y equipamiento similares a los de un Ejército. En los últimos dos años, el Gobierno de esta República liderado por Milorad Dodik ha adquirido gran cantidad de armamento militar, lo que constituye una violación clara de los Acuerdos de Paz de Dayton. Lo que Rusia está dispuesta a hacer para controlar los Balcanes occidentales es impredecible. Pero la ocupación de Georgia y Ucrania en el pasado ya ha mostrado su voluntad de emplear la fuerza para impedir que los países de su entorno inmediato se integren en la OTAN y la Unión Europea.

La estrategia de Rusia en los Balcanes occidentales

El Gobierno ruso teme que la presencia cada vez mayor de la OTAN en los países fronterizos pueda producir un verdadero cambio democrático. La respuesta del presidente ruso a la progresiva participación de Ucrania en la Asociación Oriental de la UE llevó a Rusia a anexionarse Crimea en 2014. Este episodio constituye uno de los principales ejemplos de su estrategia.

Con el apoyo ruso, las fuerzas de seguridad de la parte serbia reciben material y entrenamiento militar similar al de un Ejército

Más allá de la UE, la presencia de la OTAN en los Balcanes —una región que Rusia considera que forma parte de su tradicional esfera de influencia— también causa alarma en el Kremlin. Consecuencia de ello es el apoyo que Rusia brinda para impedir una mayor integración de los países balcánicos en Occidente. Con este fin, las acciones de Rusia en la zona abarcan desde la influencia de su poder blando hasta las intrigas tras el intento de golpe de Estado en Montenegro en 2016.

La paz en los Balcanes depende de las garantías políticas y de seguridad proporcionadas tras la guerra por EE UU y la Unión Europea, cuando establecieron una especie de protectorado. Ahora, para contrarres­tar la presencia occidental, Rusia apoya al presidente Milorad Dodik de la parte serbia de la República Bosnia y Herzegovina, quien ha amenazado en numerosas ocasiones con desintegrar el Estado, recurriendo a la violencia si fuera necesario.

El despliegue combinado de medios de persuasión pacífica y de fuerza física por parte de Rusia, junto a una influencia económica que promueve la corrupción, debilitan a los países y limitan las posibilidades de que se integren en instituciones occidentales. Como se demostró con la desestabilización de Georgia (2008) y de Ucrania (2014) orquestadas por Rusia, Putin parte de la idea de que Europa, reacia al conflicto, y EE UU no permitirán la integración en sus organizaciones internacionales de países poco estables.
Miembros del grupo paramilitar Srpska Cast, activo en Bosnia.
Miembros del grupo paramilitar Srpska Cast, activo en Bosnia.

La expansión gradual y el afianzamiento de los intereses rusos en Bosnia y en los países de su entorno han coincidido con un momento en que EE UU está menos involucrado en la región. En 2004 retiró sus fuerzas de paz y desde entonces ha mantenido una presencia limitada exclusivamente a la captura de presuntos criminales de guerra. En la última década, EE UU ha delegado en la UE la resolución de los problemas regionales.

La Oficina del Alto Representante (OAR) europeo es la institución encargada de supervisar el cumplimiento civil de los Acuerdos de Dayton. Lamentablemente, ha quedado marginada debido a la falta de interés de los principales miembros de la UE. La ausencia de Washington y Bruselas en la región balcánica la están llenando fuerzas internas y externas que pretenden instaurar un Estado bosnio disfuncional y fallido.

La explotación de los sentimientos paneslavos y ortodoxos es un elemento clave en la estrategia rusa. Al estimularlos, el Kremlin forja una causa común con los habitantes de etnia serbia en los Balcanes occidentales. El nacionalismo serbio generalizado, que aspira a la formación de una Gran Serbia, proporciona a los agentes rusos un terreno fértil para reclutar a personas para actividades políticas y paramilitares.

EE UU y la UE deberían tener una presencia militar en la zona de forma permanente y entrenar a las fuerzas armadas bosnias en el distrito de Brcko,

Rusia no ha creado milicias proserbias en Bosnia. Ha recurrido a grupos ya establecidos en la zona. Son los chet­niks de la II Guerra Mundial y los Tigres de Arkan de la década de 1990. En su día fueron milicias armadas que trataban de instaurar un Estado serbio étnicamente homogéneo. Ahora, Rusia ha aprovechado la oportunidad de desestabilizar Bosnia transformando estos grupos en entidades con múltiples fines. Dotadas de extensos lazos con los principales clanes de delincuentes en el plano local, pueden emplear su fuerza contra los adversarios políticos o corromper a funcionarios públicos y jueces. Cuando hace falta, se alienta la violencia de estos grupos para disolver manifestaciones legales, organizar asesinatos o escenificar rebeliones contra el Estado, como ocurrió en Montenegro en 2016.

Descontroladas, estas organizaciones podrían provocar un conflicto mucho mayor en Bosnia. Eso sería catastrófico. Primero, porque debilitaría a la OTAN; la renovación del conflicto interétnico en Bosnia representaría el fracaso del esfuerzo de las dos últimas décadas por estabilizar la región. La credibilidad de la Alianza como fuerza de seguridad eficaz en Europa quedaría mermada. En segundo lugar, la reactivación de la guerra pondría fin a las perspectivas de ingreso de Bosnia y Serbia en la UE. Y si la ampliación de la UE se paralizase, estos países se endeudarían aún más con Rusia.

Unos Balcanes inestables e inseguros tendrían un drástico impacto en la seguridad europea, los grupos extremistas islámicos (los bosniacos son una comunidad mayoritariamente musulmana) podrían envalentonarse. La perspectiva de una Bosnia dividida y segregada no favorece los esfuerzos estadounidenses y europeos por contrarrestar el terrorismo radical islámico.

Bosnia tiene el nivel más alto del mundo de desempleo entre jóvenes de 15 a 24 años, con un porcentaje del 62,3%. Un nuevo conflicto armado y la resultante inestabilidad crónica perjudicarían a su economía ya de por sí débil. Miles de jóvenes —en especial bosnios musulmanes— se quedarían sin trabajo y, desilusionados con Occidente, y podrían convertirse en reclutas del extremismo en pleno corazón de Europa.

La militarización de la policía de la República Srpska

Con el objetivo de prepararse para la futura separación de la República Srpska de Bosnia, el presidente Dodik ha equipado con armamento e instrucción militar a la policía y a otras fuerzas de seguridad. En los últimos años, el presupuesto destinado a la compra de armamento se ha disparado. El Gobierno ha adquirido más de 4.000 fusiles de asalto solo en los dos últimos años. Y ya está en condiciones de armar aproximadamente al 75% de la policía con armas tipo Kaláshnikov, un armamento desproporcionado para los deberes de protección básicos de un cuerpo policial.

Descontroladas, estas organizaciones podrían provocar un conflicto mucho mayor en Bosnia. Eso sería catastrófico

Se están adquiriendo, además, otros tipos de armas. Las noticias más alarmantes son que el Gobierno de Dodik se está haciendo con proyectiles antiaéreos Igla 1-V de fabricación rusa, diseñados para su montaje en helicópteros.

Además, Rusia ha incrementado su presencia en el sector de la seguridad de la República Srpska, intensificando su participación desde 2014. Esto ha alarmado al Parlamento Europeo, que ha afirmado estar profundamente preocupado por los planes de ese Gobierno de aumentar su cooperación con Rusia, por ejemplo, enviando a algunas unidades policiales especiales para que reciban entrenamiento en aquel país y comprando equipamiento militar ruso. La República Srpska también ha redoblado la cooperación con su vecina Serbia en materia de seguridad y está mejorando su infraestructura militar.

Dada la posibilidad de que haya incidentes violentos durante las elecciones del próximo octubre, resulta preocupante que haya armas ligeras y pesadas más que suficientes para desencadenar la guerra en un Estado en el que los disturbios violentos podrían propagarse con rapidez.

Paramilitares en Bosnia y Herzegovina

Rusia apoya a grupos que realizan instrucción paramilitar en la República Srpska, así como en Serbia. Estos grupos tienen tres denominadores comunes: han sido fundados en los últimos seis años, apoyan y difunden un nacionalismo serbio extremo y se manifiestan abiertamente como prorrusos. Su ideología es similiar a la de la Iglesia ortodoxa serbia, una aliada esencial para estas organizaciones, que les proporciona respaldo político y logístico, y, probablemente, canaliza la financiación de estos grupos desde el extranjero. Muchos de ellos están registrados como organizaciones no gubernamentales. Su composición varía: hay excombatientes, hinchas de fútbol y moteros.

De las 78 organizaciones nacionalistas detectadas en la República Srpska en el transcurso de esta investigación, tres de ellas son instrumentos fundamentales para las ambiciones rusas. Honor Serbio es una asociación de hombres jóvenes de etnia serbia. Un estudio de las fotos y artículos del grupo en las redes sociales demuestra su gusto por las armas, la vestimenta de camuflaje, el ultranacionalismo y la idolatría de los criminales de guerra. Excombatientes de la República Srpska es otra organización: se dedica a defender y promover los intereses de los excombatientes. Y Lobos de la Noche es un club de moteros ruso que a efectos prácticos opera como una organización delictiva y extremista muy cercana al Kremlin (son tristemente célebres por su participación paramilitar en Crimea y en el este de Ucrania en los últimos años).

La perspectiva de una Bosnia segregada no favorece los esfuerzos de EE UU y la UE para contrarrestar el terrorismo radical islámico

El objetivo de estas asociaciones es, de nuevo, frenar la integración en las instituciones democráticas occidentales y promover valores contrarios a Occidente en Europa central y del este. Su meta es intensificar las divisiones sociales explotando los sentimientos nacionalistas, la mala situación económica, las tendencias conservadoras y el escepticismo ante las intenciones extranjeras, ya sean de Bruselas o de Washington.

Recomendaciones a Occidente

El objetivo de Rusia es frenar la ampliación de la OTAN y la UE en los Balcanes. Si se produjese un nuevo conflicto, una respuesta carente de cohesión y fuerza por parte de la Alianza constituiría una muestra de ineptitud.

Para impedirlo, la OTAN, EE UU y la UE deberían tener una presencia militar en la zona de forma permanente y entrenar a las fuerzas armadas bosnias en el distrito de Brcko, un territorio autónomo de la República de Bosnia-Herzegovina que es administrado por las fuerzas multinacionales de pacificación. Este lugar es importante estratégicamente porque separa las dos partes de la República Srpska (véase mapa).

Entrenar a las fuerzas de seguridad de este distrito es esencial para intentar garantizar la seguridad en las próximas elecciones de octubre. Estas medidas pueden tomarse en colaboración con Reino Unido, cuyas fuerzas bajo el mando de la Fuerza Althea de la UE, presente en la zona desde 2004, facilitarían un despliegue rápido. También habría que ampliar las sanciones estadounidenses para castigar a los funcionarios de la República Srpska por apoyar un referéndum ilegal de independencia celebrado en 2016 que contravenía los Acuerdos de Paz de Dayton. La consulta constituyó una amenaza a la integridad de Bosnia y a la paz en el territorio. Además, los actores internacionales tendrían que actuar con contundencia contra la corrupción y suspender toda la ayuda militar y tecnológica que los países miembros de la OTAN proporcionan a la República de Srpska si continúa amenazando la integridad del país. También sería conveniente utilizar el mandato de la Fuerza Althea de la UE para impedir una mayor militarización de la República Srpska y la expansión de sus grupos paramilitares.

Estas medidas tendrían un impacto considerable y mandarían un mensaje enérgico a los líderes de Bosnia, Rusia y Serbia de que Occidente no se ha olvidado de la República de Bosnia y Herzegovina. Además, estas medidas preventivas beneficiarían la solidez de la Alianza Atlántica y la seguridad del pueblo bosnio.

Este artículo está confeccionado con extractos del informe ‘Bosnia on the Russian Chopping Block: The Potential for Violence and Steps to Prevent It’ (Bosnia en la ‘trituradora’ rusa: el potencial violento y los pasos para prevenirlo), del Foreign Policy Research Institute.

Reuf Bajrovic es exministro de Energía de la Federación del Gobierno de Bosnia y Herzegovina.

Richard Kraemer es un exoficial ‘senior’ de programas para Afganistán, Irán y Turquía del National Endowment for Democracy.

Emir Suljagic es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Internacional de Sarajevo.

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