Urubó, experimento de ciudad privada que crece sin planificación ni control

Aunque han cesado los permisos, las urbanizaciones se construyen sin planificación urbana. Muchas carecen de servicios básicos de agua y alcantarillado; tampoco tienen relleno sanitario.

Carolina Méndez / Santa Cruz
Son las seis de la mañana y es miércoles pero podría ser lunes o viernes, no es relevante. La escena se reitera todos los días, excepto los domingos. Al rededor de 100 personas, quizás más, están esperando transporte en una parada de vehículos ubicada en el cuarto anillo al final de la avenida San Martín. Son hombres y mujeres de todas las edades.


Hay alrededor de cuatro puestos de comida ubicados allí mismo. Desde una mesa venden hojas de coca, cigarrillos y chicles. Mientras se espera el transporte se aprovecha para tomar un café, comer un asadito y hasta algún fideíto. Cuando los vehículos que brindan servicio de trufi consiguen la cantidad suficiente de pasajeros, seis o más, parten. El destino de todos es el Urubó.

Esta parada es imprescindible en dos momentos: muy temprano en la mañana y al final de la tarde. Entonces se evidencia la entrada y salida masiva de trabajadores a la zona del Urubó. Allí limpian casas, cuidan niños y hacen labores de construcción o carpintería.

Un pueblo nuevo

El Urubó pertenece al municipio de Porongo pero depende del municipio de Santa Cruz. Si bien la zona está en terrenos porongueños, sus habitantes se desplazan a la capital oriental diariamente para trabajar, estudiar o recibir servicios médicos. La conexión la realizan a través del único puente que en horas pico colapsa: el puente Mario Foianini construido en 1999.

El fallecido ingeniero Foianini erigió el puente con sus propios recursos, proyectando una zona exclusiva. De hecho, según el testimonio del urbanista Fernando Prado, Foianini consiguió permisos para hacer un nuevo pueblo.

“Urubó fue el primer experimiento para salir del área urbana del ingeniero Mario Foianini. Se hicieron los trámites en La Paz –porque en esa zona no se podía urbanizar– para crear lo que se llamó el pueblo Colinas del Urubó, que fue aprobado por el municipio de Porongo. Se empezó con la idea de suburbio americano: terrenos muy grandes, muchas áreas verdes y con la peculiaridad de que se trataba de un área cerrada en la que el municipio muy poco tenía que hacer”, sostiene.

Había para ese momento un plan maestro de lo que sería el Urubó. Estaban definidas las calles y proyectadas las viviendas, sin embargo, el plan no se cumplió. Según Prado, los mismos dueños de terrenos que compraron a Foianini parcelaron sus extensas propiedades y construyeron urbanizaciones .

“Por eso no hay una estructura vial eficiente y clara, no hay avenidas, no hay intersecciones. Cada urbanizador cerró el espacio donde correspondía que pase la avenida porque no quería tener pedazos de un lado y del otro. Eso ha creado una hipoteca muy alta en la zona porque ha impedido la conectividad necesaria. Uno llega ahí y no parece una ciudad, son sólo callecitas, todo lo bueno entre comillas, está dentro de las bardas. Afuera no hay nada, no hay urbanización, no hay veredas”, explica Prado.

Entre bardas

Los trufis que van al Urubó no llevan a los trabajadores a las puertas de las urbanizaciones, tienen sólo dos paradas en dos rotondas fijas. Al iniciar el recorrido del trufi, aún en Santa Cruz, aparecen las vallas publicitarias: “Urubó: el lugar donde todos quieren vivir”, “aquí se vive bien”, “¿cuánto pagarías por la exclusividad?”

Al recorrer el puente se vislumbran dos hoteles ostentosos, una sucursal de banco y un supermercado. Al ingresar, sin embargo, sólo nos encontramos con muros. Todas las urbanizaciones tienen altas bardas que aislan en guetos a sus habitantes. No hay veredas, no hay transporte público, no hay alumbrado. Adentro todo, hasta canchas de golf, suponemos. Afuera nada, sólo asfalto.



Puente Mario Foianini, único ingreso al Urubó.
Se tenía la idea de que al otro lado del río, en el Urubó, se conseguiría “exclusividad” a través del tamiz económico; es decir, sólo la clase alta podría adquirir terrenos. Sin embargo, no fue así, la exclusividad también sedujo a las clases medias y populares, que pudieron acceder a la tierra a través del loteamiento que realizó una empresa para ofrecer terrenos desde nueve bolivianos diarios.

“Hay loteos hasta 2035”



Hoy es tanta la expansión que el Urubó ya no es sólo Porongo, sino también Portachuelo y Colpa Bélgica. Se estima que hay 163 urbanizaciones en una extensión de 22 mil hectáreas; las más lejanas están a dos horas de viaje desde el inicio del puente Foianini.

Según un estudio realizado por la Cooperativa de Agua Potable y Alcantarillado Sanitario (Saguapac), en el Urubó hay 29 habitantes por hectárea; mientras que en Santa Cruz hay 150 (cifra de por sí muy baja, comparada con otras urbes). El capital inmobiliario se expande a costa de desforestación.

“Se ha comercializado la tierra no para las actuales exigencias sino hasta para el 2035, por lo menos. En otras palabras, no se necesitaría más loteos en los próximos 17 años”, sentencia el arquitecto Prado,

El sociólogo José Martínez considera que el aislamiento urbanístico sin intervención del municipio, hará que cada condominio busque resolver sus problemas, lo que ya está ocurriendo. Para el académico, esta ausencia de la intervención y planificación generará lo que se conoce como barrios miseria –o villas periféricas– por la inexistencia de servicios básicos. “Si bien algunas zonas sortearán muy bien sus problemas, otras estarán confinadas a terribles carencias por la ausencia total de planificación”.

150 urbanizaciones sin licencia






La Gobernación de Santa Cruz admitió que de las 163 urbanizaciones del Urubó sólo 13 tienen licencia ambiental, permiso que esa institución otorga. Por ello, en mayo de 2017 determinó iniciar una “pausa administrativa” y no otorgar permisos ni permitir que sigan las construcciones.

Distintas plataformas ecologistas denuncian que a pesar de la pausa determinada, los proyectos urbanísticos siguen avanzando. Ante los reclamos, voceros de la Gobernación manifestaron que cuentan con limitaciones de personal, lo que impide realizar el control permanente para hacer acatar la pausa.

La lista de las 13 urbanizaciones con licencias ambientales no está disponible en la página web de la Gobernación. Sin embargo, la Secretaría de Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente anunció que proporcionaría esta información la siguiente semana.

Sin agua ni alcantarillado

El 25 de febrero de 2009, la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Agua Potable y Saneamiento Básico-AAPS hizo una concesión de 2.280 hectáreas a favor de Saguapac en la zona del Urubó. En consecuencia esa Coperativa debe dar el servicio de agua y alcantarillado al sector, según la resolución administrativa regulatoria N. 76/2009.

Actualmente, dentro de estas 2.280 hectáreas se encuentran sólo 20 de las 163 urbanizaciones del Urubó. El resto, las que quedan fuera del área de servicio, obtiene agua por sistemas propios, cavan pozos y extraen e líquido sin ningún tratamiento. Práctica que, ya se sabe, deja profundos daños de contaminación en el suelo cuando no se hace con el respectivo tratamiento.



Saguapac realizó un estudio en la zona del Urubó considerando 10.000 hectáreas y presentó los resultados con un plan de ordenamiento urbano el año 2011. Luis Vargas, Jefe de Medios de Comunicación de la Cooperativa, informó que no se han seguido las sugerencias incluidas en ese diagnóstico, por lo que hoy, casi 10 años después, la situación ha empeorado.

La deforestación –sostiene Vargas– se ha incrementado tanto que podría alterar las variables que producen lluvia, afectando así el ciclo natural del agua. El resultado definitivo del impacto que ha tenido la urbanización acelerada en la zona –y en particular, el posible impacto a las reservas de agua– se conocerán recién el próximo año.

“En este momento se están estudiando las áreas subterráneas con una serie de pozos a lo largo de todo el Urubó. Necesitamos tiempo para determinar el comportamiento más preciso del acuífero, estimamos que hasta el 2019 tendremos la información precisa”, manifestó Vargas.

A pesar de brindar servicio de agua potable a cierta zona del Urubó, Saguapac aún no ha implementado el alcantarillado sanitario.

“No hay sistema de alcantarillado porque se necesita una planta de tratamiento de aguas residuales y laguna de estabilización. En Santa Cruz hay cerca de 180 hectáreas para ello en la ciudad pero en el Urubó no existen. Ya están los terrenos adquiridos para hacer la planta de tratamiento pero eso necesita al menos cinco años”, explicó el comunicador.

La carencia de alcantarillado no es exclusiva del Urubó. La cooperativa de agua de Porongo tampoco ha implementado el servicio. Según Jhonny Melgar, encargado de Gestión Pública y Municipal de Porongo, se prevé implementar el sistema el año próximo, junto al cierre del actual vertedero de basura y la posterior construcción de un nuevo relleno que cumpla con los requerimientos sanitarios.



Los servicios ausentes

La basura precisamente es otro desafío que encaran las nuevas urbanizaciones. Las que ya están pobladas, se están haciendo cargo de sus desechos transportándolos hasta el vertedero municipal de Santa Cruz o al de Porongo. ¿Podrán remediar este problema las 163 urbanizaciones?

Otra carencia que se evidencia tras la ausencia de planificación, es la inexistencia de escuelas y centros médicos en el Urubó. Ello hace que sus pobladores deban desplazarse necesariamente buscando estos servicios.

El municipio de Porongo ve con buenos ojos el fenómeno Urubó porque lo interpreta como crecimiento de la zona. En palabras de Melgar: “Nosotros tenemos puertas abiertas para la inversión porque eso trae progreso a nuestro municipio. Tenemos gran expectativa, esperamos que cumplan con las normas ambientales, desde luego, pero vemos de manera optimista porque esas urbanizaciones tributarán en la zona, lo que incrementará los recursos que luego se traducen en obras”, argumentó el funcionario.

Es el final de la tarde y los trabajadores empiezan a salir del Urubó para retornar a Santa Cruz. Muchos de ellos, continuarán el viaje desde la capital hasta otros municipios colindantes. Después de todo, esta es la mancha urbana y es tan grande que la región metropolitana ya es una realidad.

Una realidad que, según el urbanista Prado, debió empezar a planificarse desde hace al menos 10 años. Como eso no se hizo, hoy se tendrá que maniobrar sobre el diseño definitivo que ha plasmado el capital privado en la región ante la ausencia de control.

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