Sucede Cristiano Ronaldo
Por qué remata solo y frente a la portería con dos defensas pendientes de él es algo que en el campo no se puede apreciar, y fuera a duras penas
Manuel Jabois
As
Jordi Puntí recuerda en Todo Messi (Anagrama, 2018) que durante un partido, Messi se plantó en el centro del campo con el balón y Pernía se dirigió hacia él pensando en la mala suerte de que hubiese ido a pararse con el balón justo en su zona ("Fui allí por compromiso"). Al llegar a su altura Messi lo devoró en un bocado y se fue corriendo al área soltando rivales como lastre. "Menos mal que no la metió, si no salgo en todas partes". "¿Qué te hizo Messi?", le preguntó su mujer al llegar a casa. "Dímelo tú, que lo viste por la tele".
La verdad es que en el campo muchas veces los jugadores, delante de Messi y delante de quien sea, se quedan sin explicaciones. En el Madrid-Atlético, por ejemplo, Lucas Hernández entró en el área con Cristiano Ronaldo, que es como entrar en una fiesta con un Gallagher: sabes que tarde o temprano va acabar con todo. Cristiano se pegó a la espalda de su marcador y se fue despegando de él a pasitos. Podría pensarse que lo hizo sin que nadie se diese cuenta, pero el mayor objeto de atracción de 80.000 personas, una pelota, iba delatando su posición. Por qué remata solo y frente a la portería con dos defensas pendientes de él es algo que en el campo no se puede apreciar, y fuera a duras penas. Cristiano ha llegado a un momento impresionante de su vida en que no se desmarca, ocurre. En estas fechas más que un jugador es un acontecimiento. Empaló la pelota que venía del cielo, la segunda en una semana, y adelantó al Real Madrid. Por muy poquito tiempo.
El Atlético liguero lleva seis años yéndose del Bernabéu con el Madrid tiritando. Hay un componente psicológico que fuera de España se disuelve ante otro aún más fuerte, que es la relación del Madrid con la Champions. Pero en la Liga el Madrid ha sido sometido y vencido en ocasiones, y cuando ha merecido algo más, como en el partido de ayer, aparece algún gigante a modo de pantalla final, como el portero Oblak. Ninguno de estos dos equipos sirve para disputar segundas plazas, ni es verdad que un derbi es un derbi y un clásico, un clásico: la tensión siempre es el campeonato, no los restos. Por eso hay más nervios cuando un jugador tarda en levantarse del césped que ante un ataque rival, y de ahí que el final del partido dejase a todo el mundo con una conformidad extraña, incapaz de apreciar nada. Sólo el recuerdo de sus goleadores, Cristiano y Griezmann, que levantaron sus estatuas cuando sus equipos más lo pedían.
Navas, que lleva tres años respondiendo sobre su futuro como un interino, y al que enfocan con saña cuando cualquier portero de cualquier club del mundo tiene un domingo fabuloso, resumió el error del Madrid: si le marcas un gol a un equipo al que cuesta mucho marcárselo, protégelo. Protege el gol, y protege a Navas.
Manuel Jabois
As
Jordi Puntí recuerda en Todo Messi (Anagrama, 2018) que durante un partido, Messi se plantó en el centro del campo con el balón y Pernía se dirigió hacia él pensando en la mala suerte de que hubiese ido a pararse con el balón justo en su zona ("Fui allí por compromiso"). Al llegar a su altura Messi lo devoró en un bocado y se fue corriendo al área soltando rivales como lastre. "Menos mal que no la metió, si no salgo en todas partes". "¿Qué te hizo Messi?", le preguntó su mujer al llegar a casa. "Dímelo tú, que lo viste por la tele".
La verdad es que en el campo muchas veces los jugadores, delante de Messi y delante de quien sea, se quedan sin explicaciones. En el Madrid-Atlético, por ejemplo, Lucas Hernández entró en el área con Cristiano Ronaldo, que es como entrar en una fiesta con un Gallagher: sabes que tarde o temprano va acabar con todo. Cristiano se pegó a la espalda de su marcador y se fue despegando de él a pasitos. Podría pensarse que lo hizo sin que nadie se diese cuenta, pero el mayor objeto de atracción de 80.000 personas, una pelota, iba delatando su posición. Por qué remata solo y frente a la portería con dos defensas pendientes de él es algo que en el campo no se puede apreciar, y fuera a duras penas. Cristiano ha llegado a un momento impresionante de su vida en que no se desmarca, ocurre. En estas fechas más que un jugador es un acontecimiento. Empaló la pelota que venía del cielo, la segunda en una semana, y adelantó al Real Madrid. Por muy poquito tiempo.
El Atlético liguero lleva seis años yéndose del Bernabéu con el Madrid tiritando. Hay un componente psicológico que fuera de España se disuelve ante otro aún más fuerte, que es la relación del Madrid con la Champions. Pero en la Liga el Madrid ha sido sometido y vencido en ocasiones, y cuando ha merecido algo más, como en el partido de ayer, aparece algún gigante a modo de pantalla final, como el portero Oblak. Ninguno de estos dos equipos sirve para disputar segundas plazas, ni es verdad que un derbi es un derbi y un clásico, un clásico: la tensión siempre es el campeonato, no los restos. Por eso hay más nervios cuando un jugador tarda en levantarse del césped que ante un ataque rival, y de ahí que el final del partido dejase a todo el mundo con una conformidad extraña, incapaz de apreciar nada. Sólo el recuerdo de sus goleadores, Cristiano y Griezmann, que levantaron sus estatuas cuando sus equipos más lo pedían.
Navas, que lleva tres años respondiendo sobre su futuro como un interino, y al que enfocan con saña cuando cualquier portero de cualquier club del mundo tiene un domingo fabuloso, resumió el error del Madrid: si le marcas un gol a un equipo al que cuesta mucho marcárselo, protégelo. Protege el gol, y protege a Navas.