Oblak manda en la capital
El meta del Atlético evitó el triunfo de un Madrid que estrelló dos palos y pidió dos penaltis. Empató Griezmann en los pocos minutos de respuesta atlética.
Luis Nieto
As
Si se trataba de averiguar quién mandaba en la capital el bastón lo empuñó Oblak. Aun desprovisto de la agonía de otros tiempos, durante una hora la pelea vecinal estuvo a la altura de su historia. También las estrellas de uno y otro, Cristiano y Griezmann, jugadores fuera de convenio y autores de los goles. Después se pensó en Europa, lo que dará de comer a unos y a otros. El Madrid lamentó dos palos y reclamó dos penaltis, intangibles que le hicieron creerse mejor. Quizá lo fuera, pero abusó de los centros laterales, síntoma de falta de paciencia, virtud que sirve de peana a los éxitos de este Atlético.
El Atlético ha hecho un arte de saber esperar. Antes y durante la provechosa era Simeone. Un equipo de trinchera, un equipo arrebatado hecho para quitarle el arrebato a los partidos, un grupo encastillado con las orejas tiesas para penalizar el menor rival del adversario. El enemigo que más antipático se le hace al Madrid. También en esta ocasión. El Atlético no considera un descrédito entregar la pelota y medio campo. Lo que en otros es sumisión él lo entiende como plan de caza. Pero en la primera parte sobrevivió de milagro bajo su coraza, ante un Madrid superior que topó con el palo y con Oblak, principal acusado de obstrucción a la justicia.
Pese a que Simeone renunció a la alineación mordaza con Vitolo (el entrenamiento y no el currículum es la selectividad de los futbolistas en el Atlético fue el mensaje) rompiendo el cuatrivote, el Atlético pasó más de media hora en el refugio. Simeone puso lo que tenía y Zidane lo que quiso, muestra de la diferencia de profundidad de ambas plantillas. El francés abrió el campo con Bale y Asensio y metió a Lucas Vázquez en un insólito papel de mediapunta sin demasiado éxito. El gallego es más jugador de desborde que de infiltración. Y por detrás, Kroos, en su mejor momento en dos temporadas, y Kovacic, indicativo de que Casemiro apunta a central ante la Juventus.
Pues bien, ese Madrid con reservas fue superior a un Atlético sin ellas. Oblak le paró un remate con el estómago a Cristiano; la cruceta devolvió un trallazo de Asensio después de un penalti de Juanfran a Kroos que Estrada le negó al Madrid; el meta rojiblanco también sacó tres remates más, dos lejanos, de Cristiano y de Carvajal, y otro de Varane a bocajarro. El larguero llegó donde él ya no pudo alcanzar en una rosca de derecha de Marcelo. Todo eso fue incapaz de detener la industria siderúrgica de Simeone, por otro lado irreprochable en el esfuerzo.
El asalto fue largo y el fuego intenso durante la primera media hora, porque Thomas no acertó en la salida de la pelota, aunque sí en casi todo lo demás. Y tampoco Koke y Saúl encontraron un pasillo por el que sacar al equipo de su escondite ante aquella acometida del Madrid, que no resultó furiosa sino medida y concienzuda. En esa media hora Bale y Asensio alfombraron las bandas del Madrid, aunque con cierta falta de continuidad. Ese pecado es común a ambos, pero, en cualquier caso, el galés ofrece más presencia y más pólvora que Benzema.
La respuesta rojiblanca
Pasada la media hora el Atlético pasó a reanimación. Incluso disfrutó de una oportunidad apreciable, en remate de Costa tras escapada. Equivocó el palo. En el primero le esperaba la mano izquierda de Keylor Navas. También le quitó un asistente una ocasión clarísima al pitarle un fuera de juego a Vitolo cuando había arrancado desde campo propio. Aunque tarde, el Atlético había dejado de ser invisible.
Así que el 1-0 le cogió tomando aire. Ocurrió en un sprint de Bale por la izquierda, su suerte natural que él ha convertido equivocadamente en contraria. Su centro pasado sobrevoló la defensa atlético y murió en una volea cruzada de Cristiano inalcanzable para cualquiera, incluso para Oblak. Dio la impresión de que el Madrid había colocado las piezas en su sitio: Lucas en la derecha, Bale en la izquierda, Asensio en el enganche. Pero quitarle la cremallera al partido tuvo el efecto contrario al que esperaba el Madrid. En dos minutos empató el Atlético, en combinación precisa entre Vitolo y Griezmann (arrancó al filo del fuera de juego), y estuvo al borde de la remontada. Keylor sobrevivió al pelotón de fusilamiento: adivinó el escopetazo de Koke casi en su cara. En ese partido fuera de control era mejor el Atlético.
Sin acabar el derbi, empezó el encuentro ante la Juve. Con el Madrid enfangado Zidane quitó a Cristiano. Le copió Simeone con Costa. Lisboa también entraba en el partido. A partir de ahí el Madrid se justificó con un dominio sin provecho y el Atlético entendió el empate como botín suficiente para mantener en esta Liga la medalla de plata. Ramos tuvo dos en el descuento, pero Lisboa vale como recuerdo pero no como solución eterna.
Luis Nieto
As
Si se trataba de averiguar quién mandaba en la capital el bastón lo empuñó Oblak. Aun desprovisto de la agonía de otros tiempos, durante una hora la pelea vecinal estuvo a la altura de su historia. También las estrellas de uno y otro, Cristiano y Griezmann, jugadores fuera de convenio y autores de los goles. Después se pensó en Europa, lo que dará de comer a unos y a otros. El Madrid lamentó dos palos y reclamó dos penaltis, intangibles que le hicieron creerse mejor. Quizá lo fuera, pero abusó de los centros laterales, síntoma de falta de paciencia, virtud que sirve de peana a los éxitos de este Atlético.
El Atlético ha hecho un arte de saber esperar. Antes y durante la provechosa era Simeone. Un equipo de trinchera, un equipo arrebatado hecho para quitarle el arrebato a los partidos, un grupo encastillado con las orejas tiesas para penalizar el menor rival del adversario. El enemigo que más antipático se le hace al Madrid. También en esta ocasión. El Atlético no considera un descrédito entregar la pelota y medio campo. Lo que en otros es sumisión él lo entiende como plan de caza. Pero en la primera parte sobrevivió de milagro bajo su coraza, ante un Madrid superior que topó con el palo y con Oblak, principal acusado de obstrucción a la justicia.
Pese a que Simeone renunció a la alineación mordaza con Vitolo (el entrenamiento y no el currículum es la selectividad de los futbolistas en el Atlético fue el mensaje) rompiendo el cuatrivote, el Atlético pasó más de media hora en el refugio. Simeone puso lo que tenía y Zidane lo que quiso, muestra de la diferencia de profundidad de ambas plantillas. El francés abrió el campo con Bale y Asensio y metió a Lucas Vázquez en un insólito papel de mediapunta sin demasiado éxito. El gallego es más jugador de desborde que de infiltración. Y por detrás, Kroos, en su mejor momento en dos temporadas, y Kovacic, indicativo de que Casemiro apunta a central ante la Juventus.
Pues bien, ese Madrid con reservas fue superior a un Atlético sin ellas. Oblak le paró un remate con el estómago a Cristiano; la cruceta devolvió un trallazo de Asensio después de un penalti de Juanfran a Kroos que Estrada le negó al Madrid; el meta rojiblanco también sacó tres remates más, dos lejanos, de Cristiano y de Carvajal, y otro de Varane a bocajarro. El larguero llegó donde él ya no pudo alcanzar en una rosca de derecha de Marcelo. Todo eso fue incapaz de detener la industria siderúrgica de Simeone, por otro lado irreprochable en el esfuerzo.
El asalto fue largo y el fuego intenso durante la primera media hora, porque Thomas no acertó en la salida de la pelota, aunque sí en casi todo lo demás. Y tampoco Koke y Saúl encontraron un pasillo por el que sacar al equipo de su escondite ante aquella acometida del Madrid, que no resultó furiosa sino medida y concienzuda. En esa media hora Bale y Asensio alfombraron las bandas del Madrid, aunque con cierta falta de continuidad. Ese pecado es común a ambos, pero, en cualquier caso, el galés ofrece más presencia y más pólvora que Benzema.
La respuesta rojiblanca
Pasada la media hora el Atlético pasó a reanimación. Incluso disfrutó de una oportunidad apreciable, en remate de Costa tras escapada. Equivocó el palo. En el primero le esperaba la mano izquierda de Keylor Navas. También le quitó un asistente una ocasión clarísima al pitarle un fuera de juego a Vitolo cuando había arrancado desde campo propio. Aunque tarde, el Atlético había dejado de ser invisible.
Así que el 1-0 le cogió tomando aire. Ocurrió en un sprint de Bale por la izquierda, su suerte natural que él ha convertido equivocadamente en contraria. Su centro pasado sobrevoló la defensa atlético y murió en una volea cruzada de Cristiano inalcanzable para cualquiera, incluso para Oblak. Dio la impresión de que el Madrid había colocado las piezas en su sitio: Lucas en la derecha, Bale en la izquierda, Asensio en el enganche. Pero quitarle la cremallera al partido tuvo el efecto contrario al que esperaba el Madrid. En dos minutos empató el Atlético, en combinación precisa entre Vitolo y Griezmann (arrancó al filo del fuera de juego), y estuvo al borde de la remontada. Keylor sobrevivió al pelotón de fusilamiento: adivinó el escopetazo de Koke casi en su cara. En ese partido fuera de control era mejor el Atlético.
Sin acabar el derbi, empezó el encuentro ante la Juve. Con el Madrid enfangado Zidane quitó a Cristiano. Le copió Simeone con Costa. Lisboa también entraba en el partido. A partir de ahí el Madrid se justificó con un dominio sin provecho y el Atlético entendió el empate como botín suficiente para mantener en esta Liga la medalla de plata. Ramos tuvo dos en el descuento, pero Lisboa vale como recuerdo pero no como solución eterna.