Misterio en un pueblo italiano: apareció el cuerpo de Arnau de Torroja, el único gran maestre templario encontrado hasta ahora
Fue el noveno conductor de la orden de caballeros que luchaba en Tierra Santa
Infobae
Fue uno de los 23 grandes maestres de los templarios, la orden más feroz del cristianismo. Aquella que se animó a luchar en Medio Oriente contra los ejércitos de Saladino. Los mismos que acompañaban a los peregrinos que marchaban a Tierra Santa para conocer más acerca de la vida de Jesús. Y hacerla propia.
Su nombre: Arnau de Torroja. Su récord: ser el único gran maestre encontrado hasta el momento. Su cuerpo, desde luego. Es que hace ocho siglos que este templario encontró la muerte.
La casualidad tuvo que ver en el sorprendente hallazgo. Es que fue fortuito que los investigadores encabezados por Giampiero Bagni y Fiorenzo Facchini dieran con sus restos. Fue mientras se realizaban tareas de restauración en la iglesia de San Fermo de Maggiori, en Verona. En el edificio, una pared escondía el sepulcro escondido.
Lo que llamó la atención de los sepultureros y encendió las alarmas al resto de los arqueólogos fue lo que marcaba la tumba: una inconfundible cruz templaria tallada sobre la roca que protegía los huesos de Arnau de Torroja, recubiertos por un sudario de seda, según reprodujo el diario La Vanguardia. La cruz del Temple es lo que distinguió durante los años de las Cruzadas.
El dueño de esos restos no se supo hasta tiempo después, cuando los arqueólogos y antropólogos -ayudados por David Reich, de la Universidad de Harvard– pudieron determinar por una prueba de carbono 14 que los huesos estaban comprendidos entre los años 1020 y 1220 y el estudio genético de uno de los dientes del difunto.
Gracias a los estudios de ADN sobre la pieza dental, se pudo afirmar que se trataba de un hombre, de edad avanzada, de 1,65 metros de altura y de ojos azules. Además, la muestra viajó a Cataluña –Institut de Biologia Evolutiva y Universitat Pompeu Fabra– donde se llegó a la conclusión de que los datos del cuerpo están más cercanos a pertenecer a un catalán que a un italiano.
El próximo paso será conclusivo: se compararán su cadena genética con el de su hermano Guillem de Torroja, quien fuera obispo de Tarragona y cuyos restos reposan en la capilla de Santa Bárabra. En dos meses estará la confirmación definitiva.
Arnau de Torroja fue un noble catalán nacido en Solsona y murió en Verona el 30 de septiembre de 1184, según los registros públicos de la época. Fue luego de una de las cumbres más tensas e importantes que le tocó protagonizar en Tierra Santa. Nada menos que con Saladino -sultán de Siria y Egipto- y por un tregua.
La Orden de los Caballeros Templarios, la temible Militia Christi, Ejército de Cristo, fue creada por Hugo de Payens en 1120. Se disolvió en 1312 y la mayoría de sus miembros condenados a la hoguera. Los datos indican que Arnau de Torroja fue el noveno gran maestre de la orden. Fue enterrado en la iglesia del Temple de San Vitale, pero sus restos fueron removidos tras unas inundaciones.
La iglesia de San Fermo de Maggiori, donde se lo encontró, había sido beneficiada con la donación de los bienes del gran maestre. Allí habría tenido cobijo como su último destino.
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Fue uno de los 23 grandes maestres de los templarios, la orden más feroz del cristianismo. Aquella que se animó a luchar en Medio Oriente contra los ejércitos de Saladino. Los mismos que acompañaban a los peregrinos que marchaban a Tierra Santa para conocer más acerca de la vida de Jesús. Y hacerla propia.
Su nombre: Arnau de Torroja. Su récord: ser el único gran maestre encontrado hasta el momento. Su cuerpo, desde luego. Es que hace ocho siglos que este templario encontró la muerte.
La casualidad tuvo que ver en el sorprendente hallazgo. Es que fue fortuito que los investigadores encabezados por Giampiero Bagni y Fiorenzo Facchini dieran con sus restos. Fue mientras se realizaban tareas de restauración en la iglesia de San Fermo de Maggiori, en Verona. En el edificio, una pared escondía el sepulcro escondido.
Lo que llamó la atención de los sepultureros y encendió las alarmas al resto de los arqueólogos fue lo que marcaba la tumba: una inconfundible cruz templaria tallada sobre la roca que protegía los huesos de Arnau de Torroja, recubiertos por un sudario de seda, según reprodujo el diario La Vanguardia. La cruz del Temple es lo que distinguió durante los años de las Cruzadas.
El dueño de esos restos no se supo hasta tiempo después, cuando los arqueólogos y antropólogos -ayudados por David Reich, de la Universidad de Harvard– pudieron determinar por una prueba de carbono 14 que los huesos estaban comprendidos entre los años 1020 y 1220 y el estudio genético de uno de los dientes del difunto.
Gracias a los estudios de ADN sobre la pieza dental, se pudo afirmar que se trataba de un hombre, de edad avanzada, de 1,65 metros de altura y de ojos azules. Además, la muestra viajó a Cataluña –Institut de Biologia Evolutiva y Universitat Pompeu Fabra– donde se llegó a la conclusión de que los datos del cuerpo están más cercanos a pertenecer a un catalán que a un italiano.
El próximo paso será conclusivo: se compararán su cadena genética con el de su hermano Guillem de Torroja, quien fuera obispo de Tarragona y cuyos restos reposan en la capilla de Santa Bárabra. En dos meses estará la confirmación definitiva.
Arnau de Torroja fue un noble catalán nacido en Solsona y murió en Verona el 30 de septiembre de 1184, según los registros públicos de la época. Fue luego de una de las cumbres más tensas e importantes que le tocó protagonizar en Tierra Santa. Nada menos que con Saladino -sultán de Siria y Egipto- y por un tregua.
La Orden de los Caballeros Templarios, la temible Militia Christi, Ejército de Cristo, fue creada por Hugo de Payens en 1120. Se disolvió en 1312 y la mayoría de sus miembros condenados a la hoguera. Los datos indican que Arnau de Torroja fue el noveno gran maestre de la orden. Fue enterrado en la iglesia del Temple de San Vitale, pero sus restos fueron removidos tras unas inundaciones.
La iglesia de San Fermo de Maggiori, donde se lo encontró, había sido beneficiada con la donación de los bienes del gran maestre. Allí habría tenido cobijo como su último destino.