Italia: El plan del M5S y la Liga para deshacerse de Berlusconi
El presidente de la República, Sergio Mattarella, comienza la ronda de consultas para encargar la formación de un gobierno en el que siempre aparecerían los 'grillinos'
Daniel Verdú
Roma, El País
Un mes después de las elecciones más inciertas de las últimas décadas, Italia se encuentra ya en manos del presidente de la República, Sergio Mattarella, para fabricar una salida al embrollo surgido de las urnas el 4 de marzo. El martes, como marca la Constitución, comenzaron en el Quirinal las consultas con los diferentes partidos para intentar formalizar un encargo de Gobierno. Este miércoles, el jefe de Estado recibirá la visita de los principales partidos y escuchará sus propuestas. Pero el Movimiento 5 Estrellas de Luigi di Maio es el mejor colocado y figura en todas las combinaciones posibles para evitar una repetición electoral. Para ello, Di Maio apunta a La Liga para forjar una alianza de ruptura. Un elemento del pasado, sin embargo, se resiste a morir: Silvio Berlusconi.
El 4 de marzo derribaron el reparto de poder habitual en Italia con el 33% de los votos. Ahora, la formación de Luigi Di Maio se propone volar por los aires la cohesión de sus rivales para atraer a los 88 diputados que le faltan y llegar al Palazzo Chigi. La opción preferida es pescar en un PD dividido y obtener su apoyo eliminando de la ecuación a Matteo Renzi (una de las grandes obsesiones de Di Maio) y a quienes todavía le sostienen. “No propongo chanchullos, sino un contrato sobre temas”, lanza el líder de M5S. Con esa jugada gobernaría, contentaría a Sergio Mattarella y destrozaría los restos de la socialdemocracia en Italia. Pero, de momento, el PD es una roca sólida. Así que emerge con fuerza en el otro frente la opción que hace unos meses parecía una estrambótica ocurrencia para vender periódicos: una alianza nacional populista con la Liga.
El nuevo artefacto nacería con un veto: Matteo Salvini, debería romper su coalición con Forza Italia o convencer a Silvio Berlusconi para que diera un paso atrás y no apareciese en una fotografía que sería tremendamente tóxica para el electorado grillino. Para Di Maio es solo una cuestión de tiempo que eso suceda. El primer síntoma ha sido la voluntad de Forza Italia y de La Liga de subir al Quirinale por separado. Berlusconi ha querido ver personalmente a Mattarella y ni siquiera ha permitido que lo hiciera Antonio Tajani, como en un momento se especuló al colocarle como futuro vicepresidente del partido. El dueño de Mediaset se encuentra por primera vez acorralado y ya no se fía de nadie.
Berlusconi tiene poco margen. Si fractura su vieja alianza con La Liga, su partido corre el riesgo de ser engullido en todas las regiones donde gobiernan juntos en el norte de Italia. Desde el punto de vista que siempre ha regido las decisiones del exCavaliere, tampoco sería recomendable para sus empresas vivir bajo las decisiones de un Ejecutivo hostil. En cambio, si da un paso atrás, como le piden, y deja a Forza Italia sin un líder fuerte, su electorado podría terminar fagocitado por un Salvini cada vez más crecido. Por eso en la mansión de Arcore, en su círculo más estrecho, se debate estos días la posibilidad de brindar un apoyo externo a un hipotético gobierno de Liga y M5S para no mancharse demasiado y evitar una fractura total.
Berlusconi confía en el presidente de la República, que emerge durante algunas semanas cada cinco años y cobra poder Ejecutivo. Tras las elecciones habla con los partidos, calibra sus fuerzas y decide encargar al líder de uno de ellos la formación de un Gobierno o, al menos, la exploración de sus posibilidades para formarlo. Algunas veces está todo muy claro. Otras, como la actual, su rol adquiere una dimensión política tremenda porque el encargo se basa en una percepción personal sobre quién puede ser capaz de lograrlo. Pero se esperan anuncios tras esta primera ronda. Mattarella dejará a fuego lento unos cuantos días las certidumbres de sus partidos y sus fricciones y, poco a poco, confía él, se cocinará una salida en la que siempre aparece el Movimiento 5 Estrellas, el partido más votado.
Cuando Mattarella termine este miércoles las reuniones con los grupos políticos, saldrá a a hablar con la prensa y anunciará su decisión: dar un encargo explorativo a un partido para intentar volver con una alianza (como hizo con Pier Luigi Bersani en 2013) o concederles más tiempo para que limen diferencias. La primera opción abrasa inmediatamente a quien reciba el encargo y no logre el apoyo (como fue el caso de Bersani). De modo que, con un panorama todavía demasiado verde, todo apunta a que Mattarella concederá una prórroga y volverá a citarles para la semana que viene.
¿Qué faltaría para el pacto entre Liga y M5S? Ambos convergen en grandes asuntos (Rusia, Inmigración, política comercial europea) y están dispuestos a algunas concesiones programáticas para contentar al otro. Pero Di Maio no acepta poner en discusión su candidatura a primer ministro. Y ahí continúan las fricciones, porque si La Liga aceptase un pacto llegaría sin toda la fuerza que le confiere la coalición a la que pertenece y tendría un papel segundario en el nuevo Gobierno. Complicado. Pero si no funciona, ya se cambiará. Está demostrado que en Italia es más fácil cambiar de gobierno que gobernar.
Daniel Verdú
Roma, El País
Un mes después de las elecciones más inciertas de las últimas décadas, Italia se encuentra ya en manos del presidente de la República, Sergio Mattarella, para fabricar una salida al embrollo surgido de las urnas el 4 de marzo. El martes, como marca la Constitución, comenzaron en el Quirinal las consultas con los diferentes partidos para intentar formalizar un encargo de Gobierno. Este miércoles, el jefe de Estado recibirá la visita de los principales partidos y escuchará sus propuestas. Pero el Movimiento 5 Estrellas de Luigi di Maio es el mejor colocado y figura en todas las combinaciones posibles para evitar una repetición electoral. Para ello, Di Maio apunta a La Liga para forjar una alianza de ruptura. Un elemento del pasado, sin embargo, se resiste a morir: Silvio Berlusconi.
El 4 de marzo derribaron el reparto de poder habitual en Italia con el 33% de los votos. Ahora, la formación de Luigi Di Maio se propone volar por los aires la cohesión de sus rivales para atraer a los 88 diputados que le faltan y llegar al Palazzo Chigi. La opción preferida es pescar en un PD dividido y obtener su apoyo eliminando de la ecuación a Matteo Renzi (una de las grandes obsesiones de Di Maio) y a quienes todavía le sostienen. “No propongo chanchullos, sino un contrato sobre temas”, lanza el líder de M5S. Con esa jugada gobernaría, contentaría a Sergio Mattarella y destrozaría los restos de la socialdemocracia en Italia. Pero, de momento, el PD es una roca sólida. Así que emerge con fuerza en el otro frente la opción que hace unos meses parecía una estrambótica ocurrencia para vender periódicos: una alianza nacional populista con la Liga.
El nuevo artefacto nacería con un veto: Matteo Salvini, debería romper su coalición con Forza Italia o convencer a Silvio Berlusconi para que diera un paso atrás y no apareciese en una fotografía que sería tremendamente tóxica para el electorado grillino. Para Di Maio es solo una cuestión de tiempo que eso suceda. El primer síntoma ha sido la voluntad de Forza Italia y de La Liga de subir al Quirinale por separado. Berlusconi ha querido ver personalmente a Mattarella y ni siquiera ha permitido que lo hiciera Antonio Tajani, como en un momento se especuló al colocarle como futuro vicepresidente del partido. El dueño de Mediaset se encuentra por primera vez acorralado y ya no se fía de nadie.
Berlusconi tiene poco margen. Si fractura su vieja alianza con La Liga, su partido corre el riesgo de ser engullido en todas las regiones donde gobiernan juntos en el norte de Italia. Desde el punto de vista que siempre ha regido las decisiones del exCavaliere, tampoco sería recomendable para sus empresas vivir bajo las decisiones de un Ejecutivo hostil. En cambio, si da un paso atrás, como le piden, y deja a Forza Italia sin un líder fuerte, su electorado podría terminar fagocitado por un Salvini cada vez más crecido. Por eso en la mansión de Arcore, en su círculo más estrecho, se debate estos días la posibilidad de brindar un apoyo externo a un hipotético gobierno de Liga y M5S para no mancharse demasiado y evitar una fractura total.
Berlusconi confía en el presidente de la República, que emerge durante algunas semanas cada cinco años y cobra poder Ejecutivo. Tras las elecciones habla con los partidos, calibra sus fuerzas y decide encargar al líder de uno de ellos la formación de un Gobierno o, al menos, la exploración de sus posibilidades para formarlo. Algunas veces está todo muy claro. Otras, como la actual, su rol adquiere una dimensión política tremenda porque el encargo se basa en una percepción personal sobre quién puede ser capaz de lograrlo. Pero se esperan anuncios tras esta primera ronda. Mattarella dejará a fuego lento unos cuantos días las certidumbres de sus partidos y sus fricciones y, poco a poco, confía él, se cocinará una salida en la que siempre aparece el Movimiento 5 Estrellas, el partido más votado.
Cuando Mattarella termine este miércoles las reuniones con los grupos políticos, saldrá a a hablar con la prensa y anunciará su decisión: dar un encargo explorativo a un partido para intentar volver con una alianza (como hizo con Pier Luigi Bersani en 2013) o concederles más tiempo para que limen diferencias. La primera opción abrasa inmediatamente a quien reciba el encargo y no logre el apoyo (como fue el caso de Bersani). De modo que, con un panorama todavía demasiado verde, todo apunta a que Mattarella concederá una prórroga y volverá a citarles para la semana que viene.
¿Qué faltaría para el pacto entre Liga y M5S? Ambos convergen en grandes asuntos (Rusia, Inmigración, política comercial europea) y están dispuestos a algunas concesiones programáticas para contentar al otro. Pero Di Maio no acepta poner en discusión su candidatura a primer ministro. Y ahí continúan las fricciones, porque si La Liga aceptase un pacto llegaría sin toda la fuerza que le confiere la coalición a la que pertenece y tendría un papel segundario en el nuevo Gobierno. Complicado. Pero si no funciona, ya se cambiará. Está demostrado que en Italia es más fácil cambiar de gobierno que gobernar.