El Barça y la infelicidad

La brillante conquista de la Copa y la inminente de la Liga no impiden que algunos culés, como Gaspart, piensen que la temporada solo será redonda "si el Madrid no gana la Champions”

Óscar Sanz
El País
Hay quien opina que el mejor título que puede conquistar el Barça esta temporada es que el Madrid no gane la Copa de Europa. No, no, esperen, no dejen de leer todavía que esto va en serio. Preguntado Joan Gaspart (recuerdan, aquel presidente del Barça que dejó para la posteridad sentencias del tipo “Figo nunca jugará en el Real Madrid”) por el éxito del equipo azulgrana en la Copa, y el inminente en la Liga, el actual vicepresidente de la federación, hombre probo y visionario, respondió: “¿Me permite una incorrección?”. “Por supuesto”, dijo la periodista, lo que llevó al incorrecto Gaspart a expresar así sus deseos: “La temporada del Barcelona solo será redonda si el Madrid no gana la Champions”. Y esto lo dijo minutos después de que el Barça, su Barça, la niña de sus ojos, conquistara un título, la Copa del Rey, con una exhibición que perdurará en el recuerdo. Lo mismo da, por lo visto, que el equipo haya encadenado su cuarto título copero consecutivo, algo que no ocurría desde la República. Lo mismo da, por lo visto, que el Barça vaya a ganar la Liga, la cuarta de las últimas seis disputadas, con un margen de puntos sobre su gran rival vergonzante (para su gran rival). En opinión de Gaspart, y en la de otros muchos, la redondez de la temporada del Barça depende de un tercero, del Madrid. Pero ocurre que la redondez de la temporada azulgrana pasó a mejor vida en Roma, en un batacazo que, este también, perdurará en el recuerdo. Y en ello no tuvo nada que ver, que se sepa, el Madrid.


Fue decir Gaspart su incorrección, que no fue tal, sino la expresión de un pensamiento que el hombre tiene tatuado en lo más profundo, algo así como que el Barça tal y como él lo concibe solo es feliz si el Madrid pierde, y escucharse el exabrupto de alguien cuya voz en off, quizá proveniente del estudio de televisión, tronó: “Qué cabrón”. No se le pasa por la imaginación a este opinante jalear un insulto de ese jaez. Y mucho menos dedicado a un hombre que, tras el purificador paso de Cruyff por el club, consiguió resucitar todo el victimismo y el lagrimeo del que el Barça se había desprendido gracias al inolvidable Johan. Y que hoy, por fortuna para el aficionado azulgrana, solo está presente en algunos medios de comunicación que enmugrecen sus portadas con supuestos robos del siglo.

Y hablando de mugre, no necesita el Barça de elementos ajenos, por mucho que se trate de un expresidente o de un periódico afín, para que le salpique la cochambre. Así, horas antes de la histórica final de Copa supimos que un directivo del club, de manera anónima, que es como se manejan los valientes, filtró que el puesto del técnico, Ernesto Valverde, corría peligro en caso de que el equipo no lograra el triunfo. El asunto, dicen los que conocen de ello, indignó al vestuario, hartos como están de murmuraciones quienes allí cohabitan. El caso es que, en versión del oculto confidente, el club no perdonaba al entrenador su actuación en el cataclismo de Roma. Y no le perdonaba, ahí es nada, que no alineara a Paulinho. Sí, han leído bien. A Paulinho.

Pero decíamos al principio que esto iba en serio y nos hemos puestos chistosos. Valverde va a cerrar su primera temporada en el club con un doble éxito digno de todos los elogios y un desastre merecedor de cuanta crítica (sensata) sea menester. Pero un triunfo del Madrid en la Champions no va a borrar la importancia de aquellos ni va a atenuar la relevancia de este. Lo diga Gaspart o lo diga el papa. El de Roma, incluso.

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