El Atleti está en Londres
El equipo de Setién, muy bien plantado, empató ante un Atlético que reservó a varios titulares de cara a las semifinales de la Europa League ante el Arsenal.
Patricia Cazón
As
El Atleti está en Londres mientras los partidos van pasando. Viajó la semana pasada, tras amarrar la Champions. Allí tiene todo ya. Ambición, intensidad, cabeza. Falta el cuerpo. Ese al que el Betis superó ayer en el fútbol, aunque no en el marcador. 0-0. El dominio fue bético, las ocasiones de los dos. El Atleti iba a chispazos. Primero Torres, después Saúl. Ambos equipos se toparon con los palos, reparto de puntos.
Londres estaba en la alineación del Cholo. Sin Griezmann, Godín y Koke, en el banquillo, el Cholo se medía al Betis con sus armas: tres centrales y Saúl, ese futbolista que es todos a la vez, carrilero izquierdo. El balón fue bético desde el inicio. Jugó con personalidad, clase y buen pie. Setién se permitió, incluso, dejar a Joaquín en el banquillo.
Su equipo tenía el toque pero le faltaría luz al final. Se palparía en las primeras contras. En una Boudebouz se llenó de balón. En otra, Loren disparó alto. El Atleti contestó con Torres que, sin Costa ni Griezmann, se colgó al pecho los galones como tantas otras veces. Estas que se viven son sus últimas tardes y cada partido le vale para dejar su nombre en cada brizna de hierba del Metropolitano, para que ésta recuerde, como recordaba el Calderón. Si ante el Betis, en el Villamarín, hizo aquella volea imposible en 2003, ayer alzaba la bota para despedirse de los andaluces con otro gol inverosímil que estropeó el linier: lo anuló alzando su banderín. Su siguiente casi fue un viaje al pasado.
Recibió el balón raso de Juanfran, hizo un control orientado y picó suave el balón para superar a Dani Giménez. Una jugada, dos segundos y el Metropolitano casi se siente el Prater, Viena, 2008. Lo evitó Mandi, in extremis, en la línea de gol. El Niño fue lo mejor de una primera parte en la que el Atleti se veía incómodo en su nuevo sistema, como si fuera un traje que no termina de asentar. Manga larga, cuello demasiado apretado. Los futbolistas parecían perdidos en su hierba. La banda de Juanfran era una autovía. Thomas seguía en Anoeta, desconectado, Gabi recuperaba mucho pero se veía superado una y otra vez por Fabián.
Sólo la lesión de Dani Giménez enfrió el juego del equipo de Setién. El portero sintió un pinchazo en el cuádriceps. Intentó aguantar pero no pudo. Ya sin Adán, le tocaba salir al tercer portero, a Pedro: hace dos días jugaba con el filial ante el Cartagena, ayer lo hacía en el Metropolitano. El cambio le añadió tres minutos al reloj. Si el descanso llegó con un balón de Javi García que prometía rayos y centellas y se fue fuera silbando la madera, el partido regresó con Vitolo fallando un gol a portería vacía.
El reposo no cambió el partido. El Betis quería jugar y jugaba, todo el fútbol pasaba por la bota de Fabián. A la hora, Simeone daba por finalizado el descanso de Koke, Griezmann y Vrsaljko. No regresó a su zona de confort, sin embargo. Seguía, 5-4-1, con Saúl desgastado de tanto ir y venir la banda mientras el Betis afilaba el colmillo. Un disparo de Tello, lo atajó Oblak. El siguiente, se estampó en la madera dejando un temblor en el Metropolitano. Replicó dos jugadas después Saúl. Dejó de ser defensa un segundo, cazó un rechace, lo estampó en el travesaño. Salió del agujero, de la oscuridad de la defensa, regresó a la banda, al 4-4-2, fue todo el peligro rojiblanco.
El del Betis lo difuminó un guante, el del Oblak, su mano milagrosa de cada partido. Su manopla se interpuso entre la red y un disparo escorado de Barragán. Iba dentro. Lo sacó fuera. Es la armadura que evita partido a partido que las balas rivales hieran de verdad. Cuando silbó el árbitro, el Atleti ya tenía el cuerpo con la cabeza, mirando a Londres.
Patricia Cazón
As
El Atleti está en Londres mientras los partidos van pasando. Viajó la semana pasada, tras amarrar la Champions. Allí tiene todo ya. Ambición, intensidad, cabeza. Falta el cuerpo. Ese al que el Betis superó ayer en el fútbol, aunque no en el marcador. 0-0. El dominio fue bético, las ocasiones de los dos. El Atleti iba a chispazos. Primero Torres, después Saúl. Ambos equipos se toparon con los palos, reparto de puntos.
Londres estaba en la alineación del Cholo. Sin Griezmann, Godín y Koke, en el banquillo, el Cholo se medía al Betis con sus armas: tres centrales y Saúl, ese futbolista que es todos a la vez, carrilero izquierdo. El balón fue bético desde el inicio. Jugó con personalidad, clase y buen pie. Setién se permitió, incluso, dejar a Joaquín en el banquillo.
Su equipo tenía el toque pero le faltaría luz al final. Se palparía en las primeras contras. En una Boudebouz se llenó de balón. En otra, Loren disparó alto. El Atleti contestó con Torres que, sin Costa ni Griezmann, se colgó al pecho los galones como tantas otras veces. Estas que se viven son sus últimas tardes y cada partido le vale para dejar su nombre en cada brizna de hierba del Metropolitano, para que ésta recuerde, como recordaba el Calderón. Si ante el Betis, en el Villamarín, hizo aquella volea imposible en 2003, ayer alzaba la bota para despedirse de los andaluces con otro gol inverosímil que estropeó el linier: lo anuló alzando su banderín. Su siguiente casi fue un viaje al pasado.
Recibió el balón raso de Juanfran, hizo un control orientado y picó suave el balón para superar a Dani Giménez. Una jugada, dos segundos y el Metropolitano casi se siente el Prater, Viena, 2008. Lo evitó Mandi, in extremis, en la línea de gol. El Niño fue lo mejor de una primera parte en la que el Atleti se veía incómodo en su nuevo sistema, como si fuera un traje que no termina de asentar. Manga larga, cuello demasiado apretado. Los futbolistas parecían perdidos en su hierba. La banda de Juanfran era una autovía. Thomas seguía en Anoeta, desconectado, Gabi recuperaba mucho pero se veía superado una y otra vez por Fabián.
Sólo la lesión de Dani Giménez enfrió el juego del equipo de Setién. El portero sintió un pinchazo en el cuádriceps. Intentó aguantar pero no pudo. Ya sin Adán, le tocaba salir al tercer portero, a Pedro: hace dos días jugaba con el filial ante el Cartagena, ayer lo hacía en el Metropolitano. El cambio le añadió tres minutos al reloj. Si el descanso llegó con un balón de Javi García que prometía rayos y centellas y se fue fuera silbando la madera, el partido regresó con Vitolo fallando un gol a portería vacía.
El reposo no cambió el partido. El Betis quería jugar y jugaba, todo el fútbol pasaba por la bota de Fabián. A la hora, Simeone daba por finalizado el descanso de Koke, Griezmann y Vrsaljko. No regresó a su zona de confort, sin embargo. Seguía, 5-4-1, con Saúl desgastado de tanto ir y venir la banda mientras el Betis afilaba el colmillo. Un disparo de Tello, lo atajó Oblak. El siguiente, se estampó en la madera dejando un temblor en el Metropolitano. Replicó dos jugadas después Saúl. Dejó de ser defensa un segundo, cazó un rechace, lo estampó en el travesaño. Salió del agujero, de la oscuridad de la defensa, regresó a la banda, al 4-4-2, fue todo el peligro rojiblanco.
El del Betis lo difuminó un guante, el del Oblak, su mano milagrosa de cada partido. Su manopla se interpuso entre la red y un disparo escorado de Barragán. Iba dentro. Lo sacó fuera. Es la armadura que evita partido a partido que las balas rivales hieran de verdad. Cuando silbó el árbitro, el Atleti ya tenía el cuerpo con la cabeza, mirando a Londres.