El ataque sobre bases de armas químicas no oculta que Occidente ha abandonado al pueblo sirio

No se advierte una estrategia para evitar que -después de un discreto período de reorganización- Bashar Al Assad vuelva a usar armas químicas contra la población civil

George Chaya
Infobae
Incluso según estimaciones disponibles sobre las escalofriantes estadísticas de la guerra civil, el número de civiles sirios asesinados por el régimen utilizando armas químicas (gas de sarín y cloro), no supera los 4.000, lo cual es menos del 1 % de los que han muerto en los últimos siete años en la conflicto sirio.


En todo ese tiempo, EEUU y sus aliados tomaron represalias directas contra el régimen solo en dos oportunidades: la primera vez, después del ataque con sarín en Khan Shaikhoun en abril de 2017; y la segunda, el viernes ultimo en respuesta al bombardeo químico sobre civiles en Douma el 7 de abril.

El secretario de Defensa de los EEUU, James Mattis, calificó los ataques del viernes ultimo como exitosos y dejo claro que -de momento- no habrá mas operaciones. Esto no hace más que resaltar hasta qué punto el mundo ha abandonado al pueblo sirio. Los sirios pueden ser asesinados por su propio régimen con la ayuda de Rusia, Irán y Hezbollah, por cualquier medio posible, incluidas, armas químicas.

Muy ocasionalmente, cuando las imágenes de los niños muertos y gaseados en sus hogares se introducen en las pantallas de televisión occidentales, se hará un gesto simbólico, pero sin una estrategia real y abarcativa para poner fin a esa guerra. En otras palabras, ese el mensaje.

Durante la noche, aviones y barcos estadounidenses, británicos y franceses lanzaron más de 100 misiles crucero sobre Siria, golpearon tres objetivos relacionados con el desarrollo y uso de armas químicas, incluida la base aérea de Dumayr, desde la cual despego el helicóptero MI-8 que lanzó las bombas que contenían cloro y sarín sobre Douma.

No está claro hasta hoy qué tipo de advertencia recibió el ejército ruso antes de los objetivos elegidos para el ataque, pero no hay duda de que se encontraban entre los sitios donde el régimen tuvo tiempo más que suficiente para evacuar el personal y el equipo esencial.

En más de siete años de guerra, el régimen se ha vuelto experto en mover sus activos. Y desde 2013, cuando firmó la Convención de Armas Químicas -como parte del acuerdo negociado por Rusia para prevenir un ataque aéreo tras el ataque químico en Ghouta- perfecciono más aún la modalidad de ocultar sus equipos y capacidades químicas de la Organización para la Prevención de Armas Químicas (OPCW).

Es cierto que estas capacidades pueden haberse degradado con los ataques del viernes por la noche, pero aún existen y pueden volver a usarse. No hay ninguna razón para que Assad no lo haga nuevamente. Casi todo lo relacionado con los ataques liderados por los EEUU fue diseñado para decirle a él y a sus patrocinadores que no tiene nada de qué preocuparse.

Los ataques con misiles se llevaron a cabo sin ningún intento de desafiar o eliminar los sistemas de defensa antiaérea de Siria y Rusia. No se eligió un solo objetivo relacionado con la capacidad del régimen de Assad para evitar que continúe bombardeando y asesinando civiles por otros medios convencionales.

Occidente podría haber lanzado una campaña más exhaustiva para eliminar las bases de la fuerza aérea y la artillería siria mucho tiempo antes durante los siete años de la guerra siria. Se podrían haber impuesto zonas de exclusión de vuelos sobre los enclaves rebeldes, donde casas, escuelas y hospitales son bombardeados diariamente desde el aire. Se podría haber emitido una clara amenaza de llevar a Assad ante la justicia frente a un tribunal por sus crímenes de guerra, pero nada de eso se hizo.

Cualquiera de estos pasos podría haber sido considerado antes de que Rusia desplegara su Fuerza Aérea en Siria, en septiembre de 2015, o incluso después, EEUU y sus aliados todavía tenían los medios para hacer eso: la fuerza expedicionaria de Rusia es pequeña y limitada, efectiva solo porque todos los demás han abandonado al pueblo sirio a su suerte.

Assad ha utilizado los ataques químicos no para obtener réditos tácticos o militares directos. Lo hizo a modo de limpieza sectaria contra los sunitas para romper la voluntad de los que vivían en enclaves rebeldes por seguir resistiendo y levantarse de nuevo.

En Occidente algunos se preguntan y otros aseveran por qué se arriesgaría Assad a usar estas armas cuando, gracias a Rusia e Irán, tiene una potencia de fuego convencional abrumadora a su disposición para pulverizar a los civiles en esas áreas de contención y va ganando la guerra. Pero para él, utilizar el terror de un arma asesina y silenciosa, que se infiltra en hogares y sótanos sofocando a familias enteras, tiene mucho sentido, no hay mas que revisar el historial de terror estatal del régimen en los últimos 40 años.

Es cierto que la naturaleza de las armas utilizadas en el ataque occidental han causado a Assad algún daño en su programa de armas químicas, pero antes de eso tuvo tiempo suficiente para mover los componentes y materiales esenciales a sitios alternativos.

Al igual que el mundo retrocedió en 2013, con la respuesta limitada al ataque del régimen sobre Khan Shaikhoun en 2017, una vez más Assad ha recibido la confirmación de que el precio que pagara por gasear a sus propios ciudadano no es alto, ni sucederá nada que esté cerca a poner en peligro su poder. No ha sucedido absolutamente nada que pueda evitar que Assad, después de un discreto período de reorganización, vuelva a usar armas químicas.

En 2013, el entonces presidente Barack Obama fue correctamente criticado por traicionar tanto a su propia declaración de "línea roja" como al pueblo sirio al no responder al asesinato de cientos de civiles en Ghouta. Pero al menos, Obama fue consecuente con su posición ante el conflicto y no fingió ni retrocedió, directamente no avanzo y miro hacia otro lado.

Los ataques ordenados por el presidente estadounidense Donald Trump, la primera ministra británica Theresa May y el presidente francés Emmanuel Macron, ejecutados en la noche del pasado viernes y la madrugada del sábado tendrán poco efecto en el desenlace letal de la guerra siria. Y a falta de una estrategia posterior, no han sido más que un gesto vacío y el símbolo de cómo Occidente abandonó hace mucho tiempo al pueblo sirio.

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