Boca no zafó de sus problemas
Boca no zafó de nada. Boca ha postergado la solución de sus problemas. Jugarse la ropa en la caliente Barranquilla y después asegurar la Superliga.
Walter Vargas
wvargas@ole.com.ar
Una de las trampas más comunes en las que caemos los seremos humanos es unir dos hechos consecutivos, o más o menos contiguos, y deducir que uno fue consecuencia del otro. De esa zancadilla del marote no se han salvado ni los más cráneos. Ni don Albert Einstein.
Ni qué decir en el fútbol argentino, donde las avivadas, las sospechas, las suspicacias y las páginas brumosas salen como pan caliente. Era obvio que en el interior profundo del mundo Boca resultaría un alivio salir rápido del incordio de jugar en el estadio del Bosque, bajo la lluvia, contra un rival herido en las dos alas y deseoso de una alegría, y eso a 72 horas de ocuparse de la otra hipótesis de conflicto: la tortuosa posibilidad de quedar eliminado de la Copa Libertadores.
De manera que a nadie debería extrañar la presión de Boca para postergar, pero a condición de admitir que el contexto general amparaba ese deseo y que en todo caso se perfila más sensato hablar de una decisión discutible que de una conspiración xeneize.
Luego, algunos los personajes de la historieta. El árbitro Facundo Tello, que compró un problema solito y solo cuando declaró que el campo de juego era una maravilla y resulta que después “suspenderlo fue lo mejor para todos”. No, Tello, para todos no. Los jugadores de Gimnasia estaban dispuestos a jugar y los hinchas que habían ido a la cancha estaban dispuestos a ver el partido. Y derechos no les faltaban. GB Schelotto: “Era imposible jugar así”. No, imposible no era, pero hace rato se sabe que el Mellizo cultiva una singular manera de analizar la realidad. ¿Juan Carlos Crespi? Crespi es un operador serial y un penoso provocador ufano de su condición.
Hagamos las cuentas: Boca no zafó de nada. Boca ha postergado la solución de sus problemas. Jugarse la ropa en la caliente Barranquilla y después asegurar la Superliga.
wvargas@ole.com.ar
Una de las trampas más comunes en las que caemos los seremos humanos es unir dos hechos consecutivos, o más o menos contiguos, y deducir que uno fue consecuencia del otro. De esa zancadilla del marote no se han salvado ni los más cráneos. Ni don Albert Einstein.
Ni qué decir en el fútbol argentino, donde las avivadas, las sospechas, las suspicacias y las páginas brumosas salen como pan caliente. Era obvio que en el interior profundo del mundo Boca resultaría un alivio salir rápido del incordio de jugar en el estadio del Bosque, bajo la lluvia, contra un rival herido en las dos alas y deseoso de una alegría, y eso a 72 horas de ocuparse de la otra hipótesis de conflicto: la tortuosa posibilidad de quedar eliminado de la Copa Libertadores.
De manera que a nadie debería extrañar la presión de Boca para postergar, pero a condición de admitir que el contexto general amparaba ese deseo y que en todo caso se perfila más sensato hablar de una decisión discutible que de una conspiración xeneize.
Luego, algunos los personajes de la historieta. El árbitro Facundo Tello, que compró un problema solito y solo cuando declaró que el campo de juego era una maravilla y resulta que después “suspenderlo fue lo mejor para todos”. No, Tello, para todos no. Los jugadores de Gimnasia estaban dispuestos a jugar y los hinchas que habían ido a la cancha estaban dispuestos a ver el partido. Y derechos no les faltaban. GB Schelotto: “Era imposible jugar así”. No, imposible no era, pero hace rato se sabe que el Mellizo cultiva una singular manera de analizar la realidad. ¿Juan Carlos Crespi? Crespi es un operador serial y un penoso provocador ufano de su condición.
Hagamos las cuentas: Boca no zafó de nada. Boca ha postergado la solución de sus problemas. Jugarse la ropa en la caliente Barranquilla y después asegurar la Superliga.
