Un vendaval populista barre una era en Italia
Italia, el primer país de la UE donde las fuerzas 'antiestablishment' suman mayoría absoluta, afronta el reto de formar un Gobierno en medio de la incertidumbre
Daniel Verdú
Roma, El País
Lo peor siempre había sonado mejor. Pero Italia amaneció este lunes con el resultado más enconado y extravagante que cabía imaginar. Ya es el único país de Europa donde los partidos antiestablishment suman mayoría absoluta. El Movimiento 5 Estrellas (M5S), un artefacto antisistema fundado por un cómico y un empresario de comunicación, y la Liga, una formación xenófoba inspirada en el Frente Nacional francés, compiten por presidir el Gobierno de la tercera economía de la zona euro. Matteo Renzi, del Partido Democrático (PD), y Silvio Berlusconi, Forza Italia, fueron humillados. No es tiempo para discursos de centro, para la exaltación europea. Un vendaval de cabreo ha barrido una era, pero ni siquiera ha sido capaz de conformar una mayoría de Gobierno clara. Tiembla el suelo institucional.
Italia mandó este domingo al garete a sus instituciones y a la forma de hacer política de los últimos 25 años. Dos fuerzas que hablan de abandonar la moneda única y cargan contra las ONG que trabajan rescatando migrantes en el Mediterráneo sumarían mayoría absoluta. “Ha nacido la Tercera República”, proclamó Luigi Di Maio, el candidato del M5S (31 años), en una rueda de prensa sin preguntas. No le faltaba razón. La Segunda, la que popularmente surgió tras el gran escándalo de corrupción de Mani Pulite (manos limpias) en los noventa y que tan bien rentabilizó Silvio Berlusconi, consume sus últimas horas mientras el presidente de la República decide cómo resolver el entuerto creado.
Un vendaval populista barre una era en Italia
La foto es muy confusa. El M5S crece y se asienta como el partido más votado. La Liga lidera inesperadamente la coalición de centroderecha, que tiene más apoyos que los grillinos pero no los suficientes para depender de sí misma. Tendido en la lona, un Partido Democrático (PD) triturado (no llega al 19%) solo piensa en acertar en algo para no desaparecer definitivamente en las próximas elecciones, que podrían ser dentro de muy poco si el presidente Mattarella no lo remedia.
Pero Italia cambia, tiene razón Di Maio. Regresar en política, por ejemplo, ya no sale gratis. Berlusconi y Renzi, un hombre capaz de suicidarse dos veces en poco más de un año, han sido vapuleados en su regreso. El toscano dimite, lo anunció sin admitir un ápice de culpa el lunes por la tarde y advirtiendo que morirá matando. El ex-Cavaliere, 81 años, humillado por su socio de coalición, un partido al que durante dos décadas utilizó como mera comparsa, se encerró en su mansión de Arcore —donde, según la prensa italiana, recibió "brevemente" a Salvini— y no abrió la boca en todo el día.
Matteo Salvini, ayer en Milán tras conocer el histórico resultado de La Liga.
Matteo Salvini, ayer en Milán tras conocer el histórico resultado de La Liga. PIERO CRUCIATTI AFP
El vencedor está muy claro. El M5S, un experimento político sin parangón en Europa, es un ciclón entre los jóvenes y los mayores de 40. Da igual, es un bofetón intergeneracional que ha subido siete puntos en cinco años. El partido más votado (32,6%), prácticamente el doble que el segundo en la Cámara de Diputados (el PD tiene solo el 18,7%, su peor resultado) ha institucionalizado su vaffanculo, también hacia las políticas económicas de la Unión Europea. Unos 10,5 millones de italianos confían en ellos. Uno de cada dos en algunas regiones del sur, donde han teñido el mapa meridional de amarillo, convirtiendo la tradicional fractura entre las dos Italias, ahora también, en una cuestión política.
Pero el partido de Di Maio ha sabido crecer en el norte y pescar en las aguas revueltas de una izquierda que ha hecho el ridículo con sus luchas internas (Libres e Iguales ha logrado un resultado residual del 3,4% en la Cámara de Diputados). El analista político Roberto D’Alimonte cree que no es planteable un Gobierno en el que falten los grillinos. “El mensaje es evidente: Italia quiere un cambio. Y el Movimiento 5 Estrellas es el que mejor ha sintetizado esa idea. Sobre todo en el sur, la parte del país que ha sufrido más la crisis económica. Tienen que estar en un Gobierno, pero es difícil encontrar la forma de hacerlo”.
Un vendaval populista barre una era en Italia
La formación fundada por Beppe Grillo en 2009, que no recibe ayudas del Estado y ha autofinanciado toda la campaña, intenta distanciarse de la Liga y corteja a Mattarella recordándole su transversalidad geográfica. “No somos un partido territorial, como otros”, lanza Di Maio presionando al presidente de la República y disparando contra el partido de Salvini. Y su candidato, que perdería fuerza en una posible alianza, hace lo mismo.
Ambas formaciones, sin embargo, tienen mucho en común. Euroescepticismo, dominio de las redes, exaltación de la seguridad ante el reto de la inmigración o políticas asistencialistas dirigidas a votantes de izquierdas y de derechas. ¿Populismo? La etiqueta tiene un amplio recorrido en un país donde Silvio Berlusconi, el inventor de Trump 25 años antes de Trump, todavía aspiraba a gobernar.
Un vendaval populista barre una era en Italia
Mientras ellos crecen —lo celebraron con entusiasmo los ultras Marine Le Pen, Nigel Farage y Steve Bannon, que se desplazó de EE UU a la ciudad eterna—, todos los demás se derrumban. De modo que, para encontrar los votos que faltan, habrá que rebuscar entre los escombros de algún partido. La primera opción del M5S —y puede que la única— sería trabajarse el apoyo pasivo de un PD ya sin Renzi. Una abstención a lo Pedro Sánchez serviría, señala D’Alimonte: “Una operación a la española, pero con salsa italiana”.
Pero el toscano dimite, ma non troppo. Y ayer quiso morir matando. “No pactaremos. Iremos a la oposición. Nos separa de Salvini y Di Maio su antieuropeísmo, su antipolítica y su odio verbal”. Si Renzi, que ahora es un zombi en su partido, logra mantener esta promesa, será complicado que Mattarella evite unas nuevas elecciones.
Una trinchera entre norte y sur
D. V
La brecha entre el norte y el sur de Italia es una de las más salvajes de Europa. Un país donde conviven realidades sociales y económicas más cercanas a Alemania y a Grecia en función de la latitud. La única salsa que tradicionalmente ha unido ambos mundos ha sido la política. Sin embargo, el resultado electoral arroja una serie de datos que, por primera vez, indican lo contrario.
¿Consecuencias? El politólogo Giovanni Orsina explicaba durante el recuento que esta nueva trinchera política podría remover viejos fantasmas en Italia.
El Movimiento 5 Estrellas ha ganado en la mayoría de regiones del sur y en la isla de Cerdeña. De hecho, en algunos lugares ha obtenido más de la mitad de los votos. En Calabria le han faltado dos colegios, en Puglia otros dos, en Campania uno... Pero el resto ha quedado en manos de los grillinos sin solución de continuidad hasta Pesaro.
El norte, en cambio, se ha teñido de azul. Apenas han podido resistir en algunas regiones como Toscana, donde el empuje de la tradición de centroizquierda conserva su histórico vigor. Pero la derrota ha llegado hasta sus grandes feudos, como Emilia Romaña, donde la izquierda ha tenido siempre su laboratorio intelectual.
Daniel Verdú
Roma, El País
Lo peor siempre había sonado mejor. Pero Italia amaneció este lunes con el resultado más enconado y extravagante que cabía imaginar. Ya es el único país de Europa donde los partidos antiestablishment suman mayoría absoluta. El Movimiento 5 Estrellas (M5S), un artefacto antisistema fundado por un cómico y un empresario de comunicación, y la Liga, una formación xenófoba inspirada en el Frente Nacional francés, compiten por presidir el Gobierno de la tercera economía de la zona euro. Matteo Renzi, del Partido Democrático (PD), y Silvio Berlusconi, Forza Italia, fueron humillados. No es tiempo para discursos de centro, para la exaltación europea. Un vendaval de cabreo ha barrido una era, pero ni siquiera ha sido capaz de conformar una mayoría de Gobierno clara. Tiembla el suelo institucional.
Italia mandó este domingo al garete a sus instituciones y a la forma de hacer política de los últimos 25 años. Dos fuerzas que hablan de abandonar la moneda única y cargan contra las ONG que trabajan rescatando migrantes en el Mediterráneo sumarían mayoría absoluta. “Ha nacido la Tercera República”, proclamó Luigi Di Maio, el candidato del M5S (31 años), en una rueda de prensa sin preguntas. No le faltaba razón. La Segunda, la que popularmente surgió tras el gran escándalo de corrupción de Mani Pulite (manos limpias) en los noventa y que tan bien rentabilizó Silvio Berlusconi, consume sus últimas horas mientras el presidente de la República decide cómo resolver el entuerto creado.
Un vendaval populista barre una era en Italia
La foto es muy confusa. El M5S crece y se asienta como el partido más votado. La Liga lidera inesperadamente la coalición de centroderecha, que tiene más apoyos que los grillinos pero no los suficientes para depender de sí misma. Tendido en la lona, un Partido Democrático (PD) triturado (no llega al 19%) solo piensa en acertar en algo para no desaparecer definitivamente en las próximas elecciones, que podrían ser dentro de muy poco si el presidente Mattarella no lo remedia.
Pero Italia cambia, tiene razón Di Maio. Regresar en política, por ejemplo, ya no sale gratis. Berlusconi y Renzi, un hombre capaz de suicidarse dos veces en poco más de un año, han sido vapuleados en su regreso. El toscano dimite, lo anunció sin admitir un ápice de culpa el lunes por la tarde y advirtiendo que morirá matando. El ex-Cavaliere, 81 años, humillado por su socio de coalición, un partido al que durante dos décadas utilizó como mera comparsa, se encerró en su mansión de Arcore —donde, según la prensa italiana, recibió "brevemente" a Salvini— y no abrió la boca en todo el día.
Matteo Salvini, ayer en Milán tras conocer el histórico resultado de La Liga.
Matteo Salvini, ayer en Milán tras conocer el histórico resultado de La Liga. PIERO CRUCIATTI AFP
El vencedor está muy claro. El M5S, un experimento político sin parangón en Europa, es un ciclón entre los jóvenes y los mayores de 40. Da igual, es un bofetón intergeneracional que ha subido siete puntos en cinco años. El partido más votado (32,6%), prácticamente el doble que el segundo en la Cámara de Diputados (el PD tiene solo el 18,7%, su peor resultado) ha institucionalizado su vaffanculo, también hacia las políticas económicas de la Unión Europea. Unos 10,5 millones de italianos confían en ellos. Uno de cada dos en algunas regiones del sur, donde han teñido el mapa meridional de amarillo, convirtiendo la tradicional fractura entre las dos Italias, ahora también, en una cuestión política.
Pero el partido de Di Maio ha sabido crecer en el norte y pescar en las aguas revueltas de una izquierda que ha hecho el ridículo con sus luchas internas (Libres e Iguales ha logrado un resultado residual del 3,4% en la Cámara de Diputados). El analista político Roberto D’Alimonte cree que no es planteable un Gobierno en el que falten los grillinos. “El mensaje es evidente: Italia quiere un cambio. Y el Movimiento 5 Estrellas es el que mejor ha sintetizado esa idea. Sobre todo en el sur, la parte del país que ha sufrido más la crisis económica. Tienen que estar en un Gobierno, pero es difícil encontrar la forma de hacerlo”.
Un vendaval populista barre una era en Italia
La formación fundada por Beppe Grillo en 2009, que no recibe ayudas del Estado y ha autofinanciado toda la campaña, intenta distanciarse de la Liga y corteja a Mattarella recordándole su transversalidad geográfica. “No somos un partido territorial, como otros”, lanza Di Maio presionando al presidente de la República y disparando contra el partido de Salvini. Y su candidato, que perdería fuerza en una posible alianza, hace lo mismo.
Ambas formaciones, sin embargo, tienen mucho en común. Euroescepticismo, dominio de las redes, exaltación de la seguridad ante el reto de la inmigración o políticas asistencialistas dirigidas a votantes de izquierdas y de derechas. ¿Populismo? La etiqueta tiene un amplio recorrido en un país donde Silvio Berlusconi, el inventor de Trump 25 años antes de Trump, todavía aspiraba a gobernar.
Un vendaval populista barre una era en Italia
Mientras ellos crecen —lo celebraron con entusiasmo los ultras Marine Le Pen, Nigel Farage y Steve Bannon, que se desplazó de EE UU a la ciudad eterna—, todos los demás se derrumban. De modo que, para encontrar los votos que faltan, habrá que rebuscar entre los escombros de algún partido. La primera opción del M5S —y puede que la única— sería trabajarse el apoyo pasivo de un PD ya sin Renzi. Una abstención a lo Pedro Sánchez serviría, señala D’Alimonte: “Una operación a la española, pero con salsa italiana”.
Pero el toscano dimite, ma non troppo. Y ayer quiso morir matando. “No pactaremos. Iremos a la oposición. Nos separa de Salvini y Di Maio su antieuropeísmo, su antipolítica y su odio verbal”. Si Renzi, que ahora es un zombi en su partido, logra mantener esta promesa, será complicado que Mattarella evite unas nuevas elecciones.
Una trinchera entre norte y sur
D. V
La brecha entre el norte y el sur de Italia es una de las más salvajes de Europa. Un país donde conviven realidades sociales y económicas más cercanas a Alemania y a Grecia en función de la latitud. La única salsa que tradicionalmente ha unido ambos mundos ha sido la política. Sin embargo, el resultado electoral arroja una serie de datos que, por primera vez, indican lo contrario.
¿Consecuencias? El politólogo Giovanni Orsina explicaba durante el recuento que esta nueva trinchera política podría remover viejos fantasmas en Italia.
El Movimiento 5 Estrellas ha ganado en la mayoría de regiones del sur y en la isla de Cerdeña. De hecho, en algunos lugares ha obtenido más de la mitad de los votos. En Calabria le han faltado dos colegios, en Puglia otros dos, en Campania uno... Pero el resto ha quedado en manos de los grillinos sin solución de continuidad hasta Pesaro.
El norte, en cambio, se ha teñido de azul. Apenas han podido resistir en algunas regiones como Toscana, donde el empuje de la tradición de centroizquierda conserva su histórico vigor. Pero la derrota ha llegado hasta sus grandes feudos, como Emilia Romaña, donde la izquierda ha tenido siempre su laboratorio intelectual.