Pañolada tras la estocada del Marsella al Athletic

Los leones fueron un juguete en manos de un equipo muy serio y trabajado. Aduriz, expulsado: ¿su adiós definitivo a Europa?

Alfonso Herrán
As
El Marsella dio la estocada a un Athletic que certificó su destiñe en esta temporada que debería borrarse de la historia del centenario club. San Mamés se hartó y exhibió una pañolada (sirvieron también las cartulinas del mosaico previo). ¿Tomará nota el presidente Josu Urrutia? Durante meses el equipo de Ziganda ha vivido con la falsa esperanza de que Europa sería el paño de lágrimas de su tormentoso curso. Pasó líder la fase de grupos y ventiló al Spartak de Moscú, pero nadie logró espantar la sensación de que había enorme fortuna por medio.


Y en estas llegó un equipo serio, elaborado para cosas importantes, y dejó sentado que el talento habitualmente no conspira contra la eficacia. Adiós a los leones, que encima soportaron dos lesiones y vivieron el vandalismo de la hinchada gala, con un ataque a un guarda de seguridad. La expulsión de Aduriz en el minuto 76 resume el despropósito no solo de la travesía europea sino del año: este equipo está descabezado. El pichichi de la actual UEL recibió la clásica amarilla por protestar, esa viene de serie, y vio otra por una entrada fruto de la impotencia. Expulsado. Viendo que a este equipo no le da para el billete europeo el curso próximo ¿será la despedida de uno de los cracks de esta competición? Desfiló a la ducha pidiendo disculpas.

En esta temporada del terror en San Mamés, el descorche del partido fue agua bendita. Un gran tifo, un mosaico y una grada encendida de pasión saludaron la salida al campo de ambos equipos. Fue el aperitivo porque la puesta en escena del Athletic indujo a la esperanza. Como acuñó Aduriz en la previa, “el que no crea que no venga”. Pero todo ese boato empezó a parecer fuego de artificio analizando más en profundidad la expresión corporal, los gestos, de los marselleses. ¡Estaban cómodos los tíos con semejante ambientación! Al punto de que Ocampos obligó a Herrerín a lucirse en esos compases iniciales para no acabar antes de tiempo el compromiso de vuelta.

Cuando todo se tuerce, aún puede hacerlo más. En el fútbol las prisas son malas consejeras. Rico se resintió de su lesión muscular en el minuto 22 y Ziganda varió hacia un planteamiento algo más ofensivo con Susaeta. Tras la levadura inicial, el partido se acható considerablemente. Y ese ambiente contemplativo tampoco parecía conveniente para el OM, tan dinámico como es de tres cuartas partes hacia arriba. Pero ya todo daba igual. Se comportó como un conjunto ordenado y trabajado. Este Rudi García sabe lo que se hace.

Una jugada de tiralíneas desde muy lejos, con tacón, caño, paredes y pases medidos, sirvió para llegar hasta un Mitroglou que supo contemporizar. Payet se internó en el área y Lekue, ese hombre que parece tener un imán para los penaltis, arriesgó, aunque no llegó a cometer una pena máxima que se inventó el juez de área. Lo comido por lo servido. Una decisión del auxiliar habitualmente menos intervencionista de los partidos cambió el guion. Y era una invención, como en la ida. Marcó el propio Payet y fue como congelar San Mamés. Huele que se está jugando el Mundial y cuando quiere ponerse al fútbol, este muchacho es portentoso.

La segunda parte se abrió con un gesto absolutamente inhabitual. El OM sacó de medio campo y lanzó a fuera de banda rival para ganar metros. Ocampos se movió por el balcón del área y se sacó un sartenazo de época para marcar fuera del alcance de Herrerín. Algunos espectadores, a la vista del panorama, se fueron del campo. El resto se quedó para pitar el toreo final. Williams maquilló la afrenta. Este ciclo de entrar siempre en Europa se acabó. Ziganda dejará paso a otro colega en junio. Urge un cambio de etapa.

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