“No hay forma de llegar ilegalmente a Europa sin ayuda de una mafia”

Álvaro Rodríguez Gaya, jefe de estrategia del Centro Europeo contra el Tráfico de Personas de Europol, asegura que este negocio movió en 2015 cerca de 6.000 millones de dólares

Isabel Ferrer
La Haya, El País
El negocio del tráfico de seres humanos movió en 2015 cerca de 6.000 millones de dólares (4.875 millones de euros) en el mundo. Sus beneficiarias son unas redes internacionales relacionadas entre ellas, que pueden ganar más dinero así que con las armas o las drogas. Europol, la oficina europea de la Policía, tiene los datos personales de 27.000 sospechosos de este comercio, cuyas víctimas son refugiados e inmigrantes irregulares de múltiples nacionalidades: desde sudaneses y eritreos a iraquíes o sirios. Todos ellos adquieren deudas que en Níger, camino de Libia, pueden sumar hasta 30.000 dólares, por unos viajes con destino a Europa que pueden durar años.


La propia Europol señala que el 90% de los inmigrantes irregulares se ha puesto en contacto con los traficantes o ha sido transportado por ellos. “No hay forma de llegar ilegalmente a Europa si no es con ayuda de una mafia. Ni siquiera los sirios, que son en principio refugiados de guerra. En algún momento son usados por los traficantes, que les proveen de pasaportes falsos de calidad. En Atenas y en Estambul hay imprentas capaces de producir cientos de documentos difíciles de detectar por los filtros policiales fronterizos. Se venden a escala internacional en la Internet profunda, y hay otros métodos. En 2015, al principio de la crisis de los refugiados, hubo en Siria un gran robo de pasaportes en blanco y todavía aparece alguno. También se cambian las fotos, para que lo usen varias personas con cierto parecido físico”, dice el español Álvaro Rodríguez Gaya, jefe de estrategia del Centro Europeo contra el Tráfico de Personas, organismo creado en Europol en 2016 a instancias de la Comisión Europea.

Si bien hay varias rutas para la inmigración irregular, y hay mafias controladas por ciudadanos ucranios o rusos que embarcan a la gente desde Turquía en naves de recreo rumbo a Italia, según el experto, tanto el traficante como su presa tienen múltiples nacionalidades. “Unos y otros suelen guardar cierta afinidad cultural o de lengua, y los que manejan el tráfico tienen enlaces en todo el trayecto: desde el origen, donde reclutan al inmigrante, al tránsito y destino. Hay búlgaros, rumanos y turcos que mueven a inmigrantes dentro de la UE, así como afganos y paquistaníes que tienen ya su cuota de negocio. Es la misma cadena de traficantes —mafia italiana incluida—, que ofrecen sus servicios para llegar a Europa desde África, con Níger como centro neurálgico. Luego a Libia, donde hay otra mafia para la ruta por el Mediterráneo”.

Si bien una de las mayores preocupaciones de Europol es el tráfico de menores, los abusos sufridos por los inmigrantes son generales. Dice Rodríguez Gaya que en Libia hay “violaciones, secuestros, homicidios y asesinatos”. La Organización Internacional para las Migraciones y Naciones Unidas han constatado que las penurias del viaje llevan a muchos a intentar el regreso a casa, pero a veces se quedan atrapados en Libia. “Están allí en centros fuera del control del Gobierno, y son obligados a trabajar y hasta tomados como rehenes para pedir rescates a sus familias. Y han adquirido en Níger una deuda que oscila entre 30.000 y 40.000 dólares por persona. Además, los menores en desamparo, ya sean africanos o de Oriente Medio, han aumentado y son vulnerables incluso en los centros de acogida, donde siguen merodeando las mafias. Para nosotros y para Frontex (Guardia Europea de Fronteras y Costas) son una prioridad”.

Los datos de 27.000 sospechosos de tráfico de personas llegaron a Europol desde la UE y de los países que tienen un acuerdo operativo para intercambiar información personal con la policía europea, entre ellos Suiza, Noruega o Australia. “Nosotros analizamos la información y remitimos informes al país en cuestión, y para luchar contra el tráfico hay policías de la UE trabajando en origen. España, que es un gran contribuyente [hay 116 españoles de un total de 1.200 empleados] y Francia trabajan desde 2107 en Níger para detener a los traficantes. La Comisión Europea facilitará otras misiones similares en Túnez, Egipto y Marruecos”, según detalla Rodríguez Gaya.

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