El juez mantiene en prisión a Puigdemont mientras tramita su entrega a España
El proceso de extradición del expresidente de la Generalitat puede demorarse hasta 60 días prorrogables
Ana Carbajosa
Neumünster, El País
El tribunal de primera instancia de Neumünster, al norte de Alemania, ha decidido mantener al expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont en prisión preventiva. El líder independentista permanecerá retenido mientras se tramita la orden de detención europea emitida por España, según informó el tribunal regional en Schleswig-Holstein. Este ha sido el Estado federado en el que la evasión de Puigdemont se frenó en seco, cinco meses después de su salida de España, donde se le imputan los delitos de rebelión y malversación de fondos. Arranca a partir de ahora la tramitación de la euroorden, que cuenta con un plazo máximo de 60 días, prorrogables otros 30 más.
El domingo, a las 11.19 de la mañana, Puigdemont fue detenido por la policía alemana cerca de la frontera de Dinamarca, cuando pretendía regresar a Bélgica, donde el expresidente se instaló hace cinco meses huyendo de la justicia española. Puigdemont quedó a partir de entonces bajo custodia policial, a la espera de comparecer ante el juez, como marca la ley alemana. La comparecencia se produjo en la tarde del lunes, según informó en un comunicado el departamento de justicia regional. “Parecía calmado y sereno”, indicó el fiscal regional Georg-Friedrich Guentge, preguntado por los periodistas.
El de hoy era el primer trámite, según el cual, el juez debía decidir si liberaba al detenido o si dictaba la prisión preventiva, como ha acabado haciendo. El tribunal superior regional será después el responsable de emitir la decisión final relativa a la entrega de Puigdemont a las autoridades españolas.
Destacados penalistas alemanes consultados por este diario dan casi por descontado que Puigdemont será entregado a España, pero también sostienen que el dilema jurídico no radica tanto en si sucederá, como en qué delito se va a fundamentar la extradición del detenido. Advierten los expertos consultados de que afirmar que hubo violencia, uno de los requisitos que exige la ley alemana para el delito de alta traición, el equivalente al de rebelión en España, podría convertirse en un escollo.
“No se trata de comparar la literalidad, se trata de analizar la conducta de Puigdemont en otoño de 2017 y ver si es delito o no”, explica Martin Heger, prestigioso catedrático de derecho penal europeo de la Universidad Humboldt de Berlín. Y el delito de alta traición alemán exige según el texto legal “violencia o amenaza de violencia” por parte de quien “perjudique la continuación de la existencia de la República Federal alemana o cambiar el orden constitucional”. “Los jueces alemanes tienen que ver si Puigdemont ha cometido violencia. No quiere decir que tenga que ser violencia física, pero sí es necesario que haya ejercido algún tipo de presión”, explica Heger.
Nikolaos Gazeas, catedrático alemán de derecho penal internacional, cree que “es cierto que hay similitudes entre rebelión y alta traición, pero hay que tener en cuenta que lo que los jueces van a estudiar es si esos mismos actos hubieran sucedido en Alemania, si aquí se considerarían delito”, interpreta Gazeas. En el caso de malversación de fondos hay menos problema. “Ahí la doble criminalidad está clara”, piensa Heger.
La complejidad es máxima porque no hay apenas precedentes en la jurisprudencia alemana que sirvan de referencia a la hora de determinar qué significa ejercer la violencia en el contexto de un delito de alta traición. Heger explica que a finales de la década de los cuarenta hubo un caso en el Supremo alemán contra el partido comunista, que pretendió desestabilizar el Gobierno con una huelga masiva, que fue considerada como un acto de preparación para la alta traición.
“Esa huelga se consideró violencia, pero evidentemente la noción de violencia ha ido cambiando a lo largo de las décadas. Es muy difícil saber qué van a decir los jueces. La omisión de utilizar a la policía autónoma, por ejemplo, podría ser interpretado como violencia, pero es solo una posibilidad”, dice Heger. Gazeas coincide: “No hay precedentes en Alemania para un caso como el de Puigdemont”.
El hermetismo marcó la jornada de este lunes, en la que las autoridades alemanas evitaron informar acerca de la situación del detenido hasta pasadas las ocho de la tarde, cuando decretaron la prisión preventiva. Durante las horas de espera, los alrededores de la cárcel de Neumünster, donde se encuentra detenido, se convirtieron en una especie de romería adornada por nubes de periodistas que corrían de una puerta a otra del penal y del juzgado de primera instancia adyacente.
Luke, un joven de 16 que había salido en libertad hace poco del penal y que el lunes fue a recoger unos documentos, explicaba que la presencia del nuevo reo de Neumünster había despertado una enorme curiosidad entre los presos. “Es que aquí dentro la vida es muy aburrida. Un poco de deporte y ver la tele, es todo lo que hacemos”, explica el joven, que fue condenado por un delito informático.
Un grupo de parlamentarios catalanes ataviados con el lazo amarillo se presentó también a las puertas de la cárcel para mostrar su apoyo a Puigdemont. A media tarde, un grupo de seguidores de Die Linke, el partido de la izquierda alemán que se opone a la entrega de Puigdemont, se plantó a las puertas de la prisión con una pancarta en la que se leía “libertad para el político catalán encarcelado”. Antifascistas, curiosos y hasta los niños recién salidos del colegio se acercaban a ver lo que pasaba.
Ana Carbajosa
Neumünster, El País
El tribunal de primera instancia de Neumünster, al norte de Alemania, ha decidido mantener al expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont en prisión preventiva. El líder independentista permanecerá retenido mientras se tramita la orden de detención europea emitida por España, según informó el tribunal regional en Schleswig-Holstein. Este ha sido el Estado federado en el que la evasión de Puigdemont se frenó en seco, cinco meses después de su salida de España, donde se le imputan los delitos de rebelión y malversación de fondos. Arranca a partir de ahora la tramitación de la euroorden, que cuenta con un plazo máximo de 60 días, prorrogables otros 30 más.
El domingo, a las 11.19 de la mañana, Puigdemont fue detenido por la policía alemana cerca de la frontera de Dinamarca, cuando pretendía regresar a Bélgica, donde el expresidente se instaló hace cinco meses huyendo de la justicia española. Puigdemont quedó a partir de entonces bajo custodia policial, a la espera de comparecer ante el juez, como marca la ley alemana. La comparecencia se produjo en la tarde del lunes, según informó en un comunicado el departamento de justicia regional. “Parecía calmado y sereno”, indicó el fiscal regional Georg-Friedrich Guentge, preguntado por los periodistas.
El de hoy era el primer trámite, según el cual, el juez debía decidir si liberaba al detenido o si dictaba la prisión preventiva, como ha acabado haciendo. El tribunal superior regional será después el responsable de emitir la decisión final relativa a la entrega de Puigdemont a las autoridades españolas.
Destacados penalistas alemanes consultados por este diario dan casi por descontado que Puigdemont será entregado a España, pero también sostienen que el dilema jurídico no radica tanto en si sucederá, como en qué delito se va a fundamentar la extradición del detenido. Advierten los expertos consultados de que afirmar que hubo violencia, uno de los requisitos que exige la ley alemana para el delito de alta traición, el equivalente al de rebelión en España, podría convertirse en un escollo.
“No se trata de comparar la literalidad, se trata de analizar la conducta de Puigdemont en otoño de 2017 y ver si es delito o no”, explica Martin Heger, prestigioso catedrático de derecho penal europeo de la Universidad Humboldt de Berlín. Y el delito de alta traición alemán exige según el texto legal “violencia o amenaza de violencia” por parte de quien “perjudique la continuación de la existencia de la República Federal alemana o cambiar el orden constitucional”. “Los jueces alemanes tienen que ver si Puigdemont ha cometido violencia. No quiere decir que tenga que ser violencia física, pero sí es necesario que haya ejercido algún tipo de presión”, explica Heger.
Nikolaos Gazeas, catedrático alemán de derecho penal internacional, cree que “es cierto que hay similitudes entre rebelión y alta traición, pero hay que tener en cuenta que lo que los jueces van a estudiar es si esos mismos actos hubieran sucedido en Alemania, si aquí se considerarían delito”, interpreta Gazeas. En el caso de malversación de fondos hay menos problema. “Ahí la doble criminalidad está clara”, piensa Heger.
La complejidad es máxima porque no hay apenas precedentes en la jurisprudencia alemana que sirvan de referencia a la hora de determinar qué significa ejercer la violencia en el contexto de un delito de alta traición. Heger explica que a finales de la década de los cuarenta hubo un caso en el Supremo alemán contra el partido comunista, que pretendió desestabilizar el Gobierno con una huelga masiva, que fue considerada como un acto de preparación para la alta traición.
“Esa huelga se consideró violencia, pero evidentemente la noción de violencia ha ido cambiando a lo largo de las décadas. Es muy difícil saber qué van a decir los jueces. La omisión de utilizar a la policía autónoma, por ejemplo, podría ser interpretado como violencia, pero es solo una posibilidad”, dice Heger. Gazeas coincide: “No hay precedentes en Alemania para un caso como el de Puigdemont”.
El hermetismo marcó la jornada de este lunes, en la que las autoridades alemanas evitaron informar acerca de la situación del detenido hasta pasadas las ocho de la tarde, cuando decretaron la prisión preventiva. Durante las horas de espera, los alrededores de la cárcel de Neumünster, donde se encuentra detenido, se convirtieron en una especie de romería adornada por nubes de periodistas que corrían de una puerta a otra del penal y del juzgado de primera instancia adyacente.
Luke, un joven de 16 que había salido en libertad hace poco del penal y que el lunes fue a recoger unos documentos, explicaba que la presencia del nuevo reo de Neumünster había despertado una enorme curiosidad entre los presos. “Es que aquí dentro la vida es muy aburrida. Un poco de deporte y ver la tele, es todo lo que hacemos”, explica el joven, que fue condenado por un delito informático.
Un grupo de parlamentarios catalanes ataviados con el lazo amarillo se presentó también a las puertas de la cárcel para mostrar su apoyo a Puigdemont. A media tarde, un grupo de seguidores de Die Linke, el partido de la izquierda alemán que se opone a la entrega de Puigdemont, se plantó a las puertas de la prisión con una pancarta en la que se leía “libertad para el político catalán encarcelado”. Antifascistas, curiosos y hasta los niños recién salidos del colegio se acercaban a ver lo que pasaba.