El centroderecha y el Movimiento Cinco Estrellas se alían para repartirse la presidencia de las Cámaras

Una mujer encabezará por primera vez la Cámara alta. La Liga Norte y Forza Italia se han reunido antes en Roma para pactar la candidata de su coalición

Lorena Pacho
Roma, El País
Italia ha comenzado la legislatura con un acuerdo entre el centroderecha –la coalición más votada– y el Movimiento Cinco Estrellas –el partido más votado en solitario– para repartirse la presidencia de las Cámaras. Roberto Fico, del M5S, grillino ortodoxo y Maria Elisabetta Casellati, de Forza Italia (FI) y del círculo de Berlusconi serán, respectivamente, los presidentes de la Cámara de los Diputados y del Senado, que por primera vez cuenta con una mujer al frente.


Se trata de una partida institucional, el presidente del Senado y el de la Cámara son el segundo y el tercer cargo del Estado, pero necesariamente sentará las bases del envite político para la formación de Gobierno que se jugará las próximas semanas. Desde hace días el leguista Matteo Salvini y el líder del M5S Luigi Di Maio repetían como un mantra que el objetivo era poner en marcha el Parlamento cuanto antes para iniciar la legislatura. Pero aunque desde ambas filas insisten en que esta alianza no repercutirá necesariamente en los futuros pactos para formar el Ejecutivo, los analistas creen que los votos de hoy hacen más fácil un futuro acuerdo de gobierno entre ambos. Ahora se abre el turno del presidente de la República, Sergio Mattarella, que deberá hacer una lectura despejada de estos movimientos en el Parlamento para iniciar las consultas.

Las votaciones empezaron entre el caos y el desacuerdo el viernes, pero terminaron con consenso y antes de lo previsto el sábado, cuando el país ya se preparaba para un rosario de votaciones estériles. Las clásicas noches de la política italiana en las que se decide a última hora –la presidencia de las Cámaras en la pasada legislatura también se desbloqueó con llamadas nocturnas­– volvieron a demostrar su efecto regenerativo.

El M5S y el centroderecha habían alcanzado el jueves un principio de compromiso, similar al que finalmente ha resultado. Pero un nombre, el de Paolo Romani para el Senado, de FI y condenado en primera instancia por malversación de fondos fue la piedra en el camino. Los grillinos se negaban en rotundo a dar su voto a un candidato con cargas judiciales y Berlusconi no estaba dispuesto a dar un paso atrás y proponer a otro.

Hasta que Salvini, con un golpe de efecto presionó a Berlusconi, desafiándolo para salvar su acuerdo con Di Maio. Sin concordarlo con su socio, en la segunda votación mandó votar a su partido por otra candidata, Anna Maria Bernini. La maniobra incendió los ánimos del ex Cavaliere, que llegó a emitir un comunicado en el que hablaba de “acto de hostilidad” de Salvini, que “rompe la coalición y desenmascara su proyecto de gobierno”, en alusión a su sintonía con el Movimiento 5 Estrellas, que Berlusconi teme pueda ir más allá de la presidencia de las Cámaras.

La coalición de centroderecha llegó a la noche contra las cuerdas y tambaleándose, pero se despertó compacta de nuevo, unida en torno a una sola candidata y con la apariencia casi de un partido único guiado por Salvini. A Berlusconi no le había quedado otro remedio que retroceder. Por la mañana, las cartas estaban en su sitio de nuevo y el acuerdo con el Movimiento seguía en pie. Luigi di Maio lo confirmó a primera hora: “Nosotros votamos a su candidato y ellos votan al nuestro”, dijo y puso sobre la mesa el nombre de Fico para la Cámara de los diputados. Había retirado también la candidatura de Riccardo Fraccaro, vetada por la derecha. En este escenario, el Partido Democrático dividido y sin liderazgo claro quedó relegado a mero espectador de la función.

Un exultante Di Maio aplaudía con fuerza horas después los resultados. “Es un día que no olvidaremos nunca”, decía. Mientras, Salvini lo celebraba también: “Estoy completamente feliz, emocionado y orgulloso de que las Cámaras comiencen a funcionar y de la compactibilidad del centroderecha”.

Era importante elegir a los presidentes de las Cámaras con mayorías holgadas, sin imposiciones y con acuerdos. Son cargos de relevancia institucional y serán los árbitros del arduo partido que empezará próximamente. Decidirán las reglas y los tiempos de juego y sobre todo serán una brújula para orientar a Mattarella por dónde irán los tiros del próximo gobierno. Con el panorama fragmentado que emergió de las urnas el pasado 4 de marzo, sin ventajas claras que abocan al pacto y donde los números abren todo tipo de posibilidades, llega el turno de las conversaciones. Por el momento, las dos fuerzas antiestablishment que juntas suman mayoría, representadas por Matteo Salvini y Luigi di Maio – que se niega a sentarse a la mesa con Berlusconi y solo reconoce como interlocutor al líder de la Liga– han demostrado su pulso para ponerse de acuerdo. Los próximos días se demostrará si esta etapa crucial antes del inicio de las consultas ha conseguido despejar alguna incógnita sobre el nuevo Gobierno.

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