Cristiano y Modric socorren al Real Madrid en Eibar

Los locales estuvieron a punto de sacar un empate en un intenso partido contra los blancos


Eduardo Rodrigálvarez
El País
El guion de cualquier partido del Eibar contra uno de los equipos de la urbanización de lujo de la Liga, se inspira en el suspense más que en el misterio. Se sabe que el Eibar arrancará soltando truenos, reducirá el campo a la mínima expresión. Bombardeará el área y pondrá a prueba la tensión del Real Madrid (como lo hizo antes con el Barça y antes con el Atlético) para ver pasearse el balón en la distancia fatídica que separa a Keylor Navas de la raya del área pequeña. A Keylor Navas se le incendiaron no menos de tres veces los ojos. En media hora, el Eibar había encontrado ocasiones de Inui, de Kike García, un par de centros horizontales que nadie supo aprovechar ni defender y un cabezazo de Jordán que ni él se lo imaginaba tan fácil. Era el Eibar esperado y encontrado en los partidos grandes, siempre escarbando la segunda, la tercera oportunidad como si fuera la primera, la única.


El Madrid experimentaba la revolución social. Una vez tomado el Palacio de Invierno donde se supone que habitaba la corte suprema del fútbol francés, el Madrid retomaba las calles y las callejuelas de la Liga, donde quizás nada le lleve a ninguna parte pero donde está obligado intentar llegar al final del camino por el primer atajo que encuentre. Media hora necesitó el Madrid para pisar fuerte y encontrar las primeras asociaciones. Se esperaba a Isco jugando en la punta del rombo, pero era una punta roma, porque Isco tuvo un papel tan testimonial que desde el principio se vio que el suyo era papel mojado. Kroos, en el costado izquierdo, era también un futbolista silencioso. Pero el Madrid se mantenía a salvo con la sabiduría de Modric, el pequeño bailarín, siempre con el ritmo exacto, el pase justo, la conducción necesaria. A partir del croata, se rehízo el Real Madrid, que encontró en Cristiano el killer que acostumbra. Cuando todo se igualaba, un error de Arbilla tuvo el infortunio de dejar el balón a los pies de Modric (no había otro,...) para que Cristiano marcara casi a placer. Se habían asociado dos futbolistas determinantes al amparo del error de Arbilla, más acostumbrado a lucir en los libres directos.

El Eibar acusó el golpe. Mendilibar había variado el sistema reforzando el centro del campo a costa de perder a su segundo nueve, habitual en Ipurua y casi en todos los partidos fuera. Prefirió la envergadura de Kike García que el juego más ágil de Charles. Pero el gol, del Real Madrid sumió al Eibar en una cierta confusión. El Madrid no lo había noqueado pero le había confundido las ideas. Le bastó con que Madrid aclarase las suyas y Cristiano tuviese las pupilas sin una mácula.

Pero el Eibar tiene el don de la resurrección. Cuando se ha sufrido tanto, la vida y la muerte cuelgan de la boca como en el caso de la Merceditas de Serrat, la del guardarropa... Y el Eibar sabe que se agarra a la vida cuando lucha por Europa (como ahora) y cuando lucha por la permanencia (como siempre). Preparado para todo, volvió a coger el partido por las orejas tras el descanso y sometió a Keylor Navas a un segundo bombardeo. Un gol para el Eibar nunca ha sido una montaña insuperable. Para Keylor los límites son amplios. Escalante le probó con un disparo esquinado que heló la sangre de todo el Madrid. Parecía que centraba y en realidad disparaba haciendo extensibles los brazos del portero costarricense, magnífico en todas sus acciones.

Dmitrovic salió poco después al rescate en otra oportunidad de Cristiano. Los porteros iban cumpliendo. A falta del acierto de los delanteros, apareció a la salida de un córner la cabeza mágica de Ramis para cabecear a gol ante la apatía de Ramos.

El Eibar se acercaba a su primer capítulo del heroísmo, del que ya estuvo cerca cuando se enfrentó al Atlético. Pareció que la revolución se acercaba aunque fuera en forma de un empate (por algo se empieza). Pero no era el día de acción de gracias para Ronaldo, Un error de Pedro León impulsó al Madrid contra el área del Eibar, descolocado y el balón viajó de los pies de Marcelo a los de Bale para acabar en la cabeza de Cristiano, que estrelló el balón contra la red. Y aun así, con el gran Modric y el gran Cristiano, el último susto le correspondió a Kike García, pero ni tiene el control del croata ni la definición del portugués y el limbo acogió su desventura, como lo hizo con un cabezazo de Inui en el que el delantero japonés cometió todos los errores: siendo bajito, cabeceó alto, solo frente a Keylor, echando el cuerpo para atrás cuando todo exigía un cabezazo a botepronto. Pero ya se sabe que el Eibar se lleva mejor con el misterio que con el suspense.

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