Una trituradora pasó por Porto
Un hat-trick de Mané y goles de Salah y Firmino ponen al equipo de Klopp, salvo hecatombe, en los cuartos. Críticas a José Sa, el sustituto de Casillas.
Javier Martín del Barrio
As
Demasié para el Porto. Una trituradora pasó por el estadio de los dragones (ejem). Los dragones fueron arrasados por un Liverpool poderoso, intenso, de principio a fin. Marcó cinco goles y dejó aclarada la diferencia entre el actual campeonato inglés y el portugués y, si se apura el resto. Y este Liverpool explosivo ni siquiera figura en las quinielas para ganar la Champions.
La voluntad, la ilusión del Porto duraron unos minutos, los que tardaron Mané, Salah y Firmino en hacer de las suyas. El planteamiento del equipo local de presionar sobre la defensa, la parte más débil -es un decir- del Liverpool se desmoronó en cuatro minutos, del 24 al 28, cuando los insaciables Mané y Salah marcaron sus goles, el primero con cierta ayuda del portero Sá, el sustituto de Casillas, que veía desde el banquillo el desaguisado que se avecinaba. Es difícil presionar cuando atrás hay un fenómeno como Van Djik que pone el balón a los pies de un delantero colocado a 50 metros, nada que hacer.
La consistencia grupal del Porto duró poco porque el Liverpool nunca se sintió amenazado. Los aguijonazos de Brahimi se producían demasiado lejos del área y la potencia física de Marega languidecía con el discurrir de los minutos. Ottavio, es verdad, estuvo a punto de abrir el marcador, pero el Liverpool iba haciéndose con el campo, impetuoso, explosivo, insistente. Sin Coutinho, que parecía el diamante del equipo, este Liverpool es más Kloop, más explosivo.
Es cierto que en su ímpetu -ataca hasta con seis hombres- el club inglés se olvida de su portería, pero para aprovechar esos agujeros hace falta una determinación que el Oporto había perdido con los minutos. Para desespero de Klopp, sus delanteros se permitieron alguna frivolidad que impidieron irse al descanso con un marcador más favorable. No fue hasta dos minutos del descanso que el Porto tuvo una ocasión clara de gol. Una buena combinación de Ibrahimi con Soares acabó con un disparo junto a la base del palo de Karius.
El segundo tiempo se inició con la misma idea del Porto, presionar y presionar, pero aún con peores frutos. A los ocho minutos Mané ya marcó el tercero. El técnico local sacó la bandera blanca a falta de media hora para acabar: quitó a Ibrahimi, el único que hacía algo ofensivamente, demasiado valioso para la liga y la copa portuguesa como para desperdiciarlo en batallas inútiles. Lo peor es que quedaba media hora de juego y a Klopp no le gusta bailar, con el baile se pierde tiempo, se marca el paso, y el Liverpool no juega al paso, juega al trote, a velocidad de vértigo, sin mirar el marcador, persiguiendo más y más goles, sin un adorno, sin un exceso. Así que cayeron cinco goles, con una exhibición inglesa de juego colectivo, con un Liverpool que siempre tenía un jugador de mas, por lo menos, en cada zona del campo; un Liverpool maravilloso para ver y temible para invitarle a una pachanga. Klopp tiene el equipo que quería y de momento parece temible en la Champions.
Javier Martín del Barrio
As
Demasié para el Porto. Una trituradora pasó por el estadio de los dragones (ejem). Los dragones fueron arrasados por un Liverpool poderoso, intenso, de principio a fin. Marcó cinco goles y dejó aclarada la diferencia entre el actual campeonato inglés y el portugués y, si se apura el resto. Y este Liverpool explosivo ni siquiera figura en las quinielas para ganar la Champions.
La voluntad, la ilusión del Porto duraron unos minutos, los que tardaron Mané, Salah y Firmino en hacer de las suyas. El planteamiento del equipo local de presionar sobre la defensa, la parte más débil -es un decir- del Liverpool se desmoronó en cuatro minutos, del 24 al 28, cuando los insaciables Mané y Salah marcaron sus goles, el primero con cierta ayuda del portero Sá, el sustituto de Casillas, que veía desde el banquillo el desaguisado que se avecinaba. Es difícil presionar cuando atrás hay un fenómeno como Van Djik que pone el balón a los pies de un delantero colocado a 50 metros, nada que hacer.
La consistencia grupal del Porto duró poco porque el Liverpool nunca se sintió amenazado. Los aguijonazos de Brahimi se producían demasiado lejos del área y la potencia física de Marega languidecía con el discurrir de los minutos. Ottavio, es verdad, estuvo a punto de abrir el marcador, pero el Liverpool iba haciéndose con el campo, impetuoso, explosivo, insistente. Sin Coutinho, que parecía el diamante del equipo, este Liverpool es más Kloop, más explosivo.
Es cierto que en su ímpetu -ataca hasta con seis hombres- el club inglés se olvida de su portería, pero para aprovechar esos agujeros hace falta una determinación que el Oporto había perdido con los minutos. Para desespero de Klopp, sus delanteros se permitieron alguna frivolidad que impidieron irse al descanso con un marcador más favorable. No fue hasta dos minutos del descanso que el Porto tuvo una ocasión clara de gol. Una buena combinación de Ibrahimi con Soares acabó con un disparo junto a la base del palo de Karius.
El segundo tiempo se inició con la misma idea del Porto, presionar y presionar, pero aún con peores frutos. A los ocho minutos Mané ya marcó el tercero. El técnico local sacó la bandera blanca a falta de media hora para acabar: quitó a Ibrahimi, el único que hacía algo ofensivamente, demasiado valioso para la liga y la copa portuguesa como para desperdiciarlo en batallas inútiles. Lo peor es que quedaba media hora de juego y a Klopp no le gusta bailar, con el baile se pierde tiempo, se marca el paso, y el Liverpool no juega al paso, juega al trote, a velocidad de vértigo, sin mirar el marcador, persiguiendo más y más goles, sin un adorno, sin un exceso. Así que cayeron cinco goles, con una exhibición inglesa de juego colectivo, con un Liverpool que siempre tenía un jugador de mas, por lo menos, en cada zona del campo; un Liverpool maravilloso para ver y temible para invitarle a una pachanga. Klopp tiene el equipo que quería y de momento parece temible en la Champions.