Titularísimo Asensio
Marcó dos goles y fue la mejor baza del Madrid en un partido fuera de sus cabales. El Betis mandó un tiempo y el Madrid fue una ametralladora luego. Se rompió Marcelo.
Luis Nieto
As
Hay muchos Madrid en uno, hecho que imposibilita cualquier predicción sobre su porvenir. Sucedió en Clásico, sucedió ante el PSG, sucedió exageradamente en el Villamarín, donde en hora y media pasó de las tinieblas a la luz, recorrido inverso a lo que está siendo el curso, Champions excluida. El partido dejó claro que la suplencia de Asensio es perseguible de oficio, que Bale está de camino a la perdición, que Cristiano tiene el dedo en el gatillo, que Benzema puede espabilar en el banquillo y que es un drama la lesión de Marcelo.
Hace tiempo que el Madrid está a otra cosa. Hace tiempo que entiende la Liga como un marrón de entreguerras, la molestia semanal entre un partido y otro de Champions. La Liga le aburre, le duerme. Y es incapaz de disimularlo, sin que resulten trascendentes el rival, la alineación o el color que toman los partidos. El del Villamarín amaneció rosa, con un gol a los once minutos, antes de que unos y otros argumentaran nada, pero luego el equipo se evaporó para emerger después sobrado de artillería.
El Betis unos días es frío y otros es calor. Incluso en hora y media es capaz de cambiar radicalmente su temperatura. Joaquín, centrocampista, accionista y predicador del Betis, al que un día habrán de hacerle hueco en el himno, fue el director general de esa primera mitad desde su posición de creador en todo el frente de ataque y bien auxiliado por otro futbolista de pie exquisito, Boudebouz. Pero el Betis no se apropió del partido únicamente desde el vértice futbolístico, también desde el anímico. Hizo una causa de cada disputa, endureció el pie, se anticipó siempre.
Gol, desmayo y resurrección
Al otro lado estuvo ese Madrid sin garbo, sin ganas, sin épica y sin solemnidad, un equipo del montón. El impulso del gol inicial de Asensio, en tiro de Cristiano y rechace de Adán, le duró un suspiro. El balear se quedó solo agitando esa bandera y el resto se borró. La falta de un jugador baliza como Modric ayudó en la descomposición del equipo. El equipo se siente huérfano sin el croata.
Pronto prosperó el Betis en el partido y fue encadenando ocasiones: Mandi, el novato Loren, Joaquín... Y en tres minutos recibió su recompensa, en un cabezazo de Mandi y un mano a mano de Junior que Keylor resolvió a medias y que Nacho acabó metiendo en su portería. Las dos asistencias fueron de Joaquín.
Cristiano no había escrito más que ese prólogo del gol, Bale fue un transeúnte, Kovacic resultó peso-mosca, Casemiro está en días valle y se rompió Marcelo, la más dolorosa de las consecuencias del partido. Sólo existe París y quizá no pueda llegar allí.
La homilía del descanso y un ataque de vergüenza torera trajeron otro Madrid tras el descanso. Recordó que era el campeón. Y como el Betis es más espada que escudo, se fue al suelo de tres manotazos. Ramos, en cabezazo de rompe y rasga, lo medio arregló. Ese arrebato ha pagado muchas deudas del Madrid en estos años. Luego el equipo de Zidane sacó los tanques a la calle. Se alargó Carvajal; se templaron sus centrocampistas; asomó fugazmente Bale, al que Adán le quitó dos goles; reapareció Asensio para meter su izquierda sobre la marcha y devolver la ventaja a su equipo y también llegó la hora de Cristiano, muy metido en su nueva versión de jugador de área. Con una media vuelta echó el cierre al partido. En un cuarto de hora el Betis quedó hecho trizas. Sergio León y Benzema, con su primer gol en Liga desde noviembre, sirvieron el postre. Hurgando en su pasado el Madrid ha encontrado los goles, pero no la estabilidad.
Luis Nieto
As
Hay muchos Madrid en uno, hecho que imposibilita cualquier predicción sobre su porvenir. Sucedió en Clásico, sucedió ante el PSG, sucedió exageradamente en el Villamarín, donde en hora y media pasó de las tinieblas a la luz, recorrido inverso a lo que está siendo el curso, Champions excluida. El partido dejó claro que la suplencia de Asensio es perseguible de oficio, que Bale está de camino a la perdición, que Cristiano tiene el dedo en el gatillo, que Benzema puede espabilar en el banquillo y que es un drama la lesión de Marcelo.
Hace tiempo que el Madrid está a otra cosa. Hace tiempo que entiende la Liga como un marrón de entreguerras, la molestia semanal entre un partido y otro de Champions. La Liga le aburre, le duerme. Y es incapaz de disimularlo, sin que resulten trascendentes el rival, la alineación o el color que toman los partidos. El del Villamarín amaneció rosa, con un gol a los once minutos, antes de que unos y otros argumentaran nada, pero luego el equipo se evaporó para emerger después sobrado de artillería.
El Betis unos días es frío y otros es calor. Incluso en hora y media es capaz de cambiar radicalmente su temperatura. Joaquín, centrocampista, accionista y predicador del Betis, al que un día habrán de hacerle hueco en el himno, fue el director general de esa primera mitad desde su posición de creador en todo el frente de ataque y bien auxiliado por otro futbolista de pie exquisito, Boudebouz. Pero el Betis no se apropió del partido únicamente desde el vértice futbolístico, también desde el anímico. Hizo una causa de cada disputa, endureció el pie, se anticipó siempre.
Gol, desmayo y resurrección
Al otro lado estuvo ese Madrid sin garbo, sin ganas, sin épica y sin solemnidad, un equipo del montón. El impulso del gol inicial de Asensio, en tiro de Cristiano y rechace de Adán, le duró un suspiro. El balear se quedó solo agitando esa bandera y el resto se borró. La falta de un jugador baliza como Modric ayudó en la descomposición del equipo. El equipo se siente huérfano sin el croata.
Pronto prosperó el Betis en el partido y fue encadenando ocasiones: Mandi, el novato Loren, Joaquín... Y en tres minutos recibió su recompensa, en un cabezazo de Mandi y un mano a mano de Junior que Keylor resolvió a medias y que Nacho acabó metiendo en su portería. Las dos asistencias fueron de Joaquín.
Cristiano no había escrito más que ese prólogo del gol, Bale fue un transeúnte, Kovacic resultó peso-mosca, Casemiro está en días valle y se rompió Marcelo, la más dolorosa de las consecuencias del partido. Sólo existe París y quizá no pueda llegar allí.
La homilía del descanso y un ataque de vergüenza torera trajeron otro Madrid tras el descanso. Recordó que era el campeón. Y como el Betis es más espada que escudo, se fue al suelo de tres manotazos. Ramos, en cabezazo de rompe y rasga, lo medio arregló. Ese arrebato ha pagado muchas deudas del Madrid en estos años. Luego el equipo de Zidane sacó los tanques a la calle. Se alargó Carvajal; se templaron sus centrocampistas; asomó fugazmente Bale, al que Adán le quitó dos goles; reapareció Asensio para meter su izquierda sobre la marcha y devolver la ventaja a su equipo y también llegó la hora de Cristiano, muy metido en su nueva versión de jugador de área. Con una media vuelta echó el cierre al partido. En un cuarto de hora el Betis quedó hecho trizas. Sergio León y Benzema, con su primer gol en Liga desde noviembre, sirvieron el postre. Hurgando en su pasado el Madrid ha encontrado los goles, pero no la estabilidad.