Radiografía del vestuario del Barça: tocados, no hundidos

El empate ante el Getafe en el Camp Nou tuvo un sabor a derrota en el seno del vestuario del FC Barcelona. Leo Messi fue uno de los más afectados. Busquets y Piqué animaron al grupo.

Javier Miguel
As
Todos contaban con los tres puntos ante el Getafe. En la calculadora del vestuario esos tres puntos estaban ya contabilizados en el camino hacia la Liga. De ahí que el empate, o lo que es lo mismo, la pérdida de dos puntos, fue un auténtico varapalo para el grupo.


Las imágenes que se vivieron dentro del vestuario nada más acabar el partido reflejaban la enorme decepción que supuso este empate en el seno de la plantilla. De hecho, solo dos jugadores. Andrés Iniesta y Jordi Alba, se quedaron en el campo para aplaudir a una afición que protagonizó la mejor entrada de la temporada en Liga. El resto se dirigió cabizbajo y abatido hacia el vestuario sin dirigir una palabra. Y dicho de forma literal, ya que ningún jugador se ofreció para hacer la obligatoria ‘flash interview’ que exige la Liga a pie de campo nada más acabar el partido. Ni Alba ni Iniesta, los más recurrentes por parte del club en estos casos, tenían ganas de hablar.

La imagen dentro del vestuario minutos después era de plena desolación. Quien mejor reflejaba la impotencia que vivió el equipo ante el Getafe era Leo Messi. El crack argentino estuvo casi diez minutos sin abrir la boca, desolado, cabizbajo, sin respuestas a lo que se había visto en el campo.

Afortunadamente dos jugadores se encargaron de romper este estado de ánimo alicaído a base de gritos de ánimos y bocanadas de euforia. Sergio Busquets y Gerard Piqué ejercieron de capitanes y de líderes para dar un impulso a un grupo que estaba ciertamente tocado tras el empate ante el Getafe. Las palabras de Busquets y Piqué surtieron efecto en el seno de la plantilla, que poco a poco se fue relamiendo de las heridas.

Quien no perdió en ningún momento la compostura fue el entrenador Ernesto Valverde. Sus palabras felicitando al grupo por el esfuerzo que habían hecho durante estas últimas semanas – han jugado doce partidos en seis semanas- también sirvió como revulsivo para un colectivo humano tan acostumbrado a ganar que hasta un empate tiene sabor a derrota.

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