La UE presiona a los países del Norte para que paguen más tras el Brexit
Holanda, Austria, Suecia y Dinamarca rechazan ampliar su contribución al presupuesto
Claudi Pérez
Lucía Abellán
Bruselas, El País
La crisis cicatriza. La tensión en Europa se reduce. Las cumbres al borde del abismo son agua pasada, un mal sueño. Y vuelven las dos viejas luchas que caracterizan la historia de la UE: por el dinero y por el poder. La salida del Reino Unido provocará un agujero de hasta 12.000 millones anuales en las cuentas europeas y hay nuevas necesidades en las agendas de seguridad e inmigración: como consecuencia, o los ricos se rascan el bolsillo o Europa se verá obligada a jibarizar su acción política. Alemania y Francia están dispuestas a pagar más al presupuesto europeo. El Este y el Sur no quiere perder fondos. Crece la presión para que los ricos —Holanda, Austria, Suecia y Dinamarca, que rechazan de plano pagar un euro más— hagan aportaciones adicionales.
Europa vuelve a ser aburrida. Afortunadamente: la última década ha consistido en encadenar crisis sin parar. El batacazo financiero se convirtió en crisis, económica, fiscal, social, y después llegaron las crisis migratoria, de seguridad y en definitiva existencial, con la eurozona a punto de estallar y el Brexit como primer divorcio en la UE en más de seis décadas. Esa etapa se acaba. Europa crece, el euro está fuerte, la eurozona se repone de la Gran Recesión y los populistas no han llegado a los Gobiernos de los grandes países. Como resultado, vuelven los viejos debates: por el dinero (presupuestos de la era posbrexit: la enésima batalla entre Norte y Sur, entre Occidente y el Este) y por el poder, con el eje francoalemán de vuelta y las instituciones en pleno rediseño de la UE.
La pista del dinero es lo más interesante, como en las novelas negras. Los Veintisiete, ya sin Reino Unido, iniciaron este viernes la negociación sobre los presupuestos de la era posbrexit, para el periodo 2021-2027. Los jefes de Estado y de Gobierno aprovecharon para fijar posiciones, pero el debate estuvo alejado de las largas —y tensas— batallas nocturnas que se suceden cuando los líderes se ven obligados a pactar las cuentas finales en el último minuto.
Holanda encabeza el grupo de Estados que se niegan a aportar más a los presupuestos comunitarios para tapar el agujero británico. Los escandinavos y Austria tienen posiciones similares. La novedad es Alemania, que está dispuesta a aportar más, al igual que el resto de países grandes (Francia e Italia, que son contribuyentes netos, e incluso España, que está justo en el límite). Más que convencerse entre ellos, los líderes trataron de influir en el planteamiento de la Comisión, que el próximo 2 de mayo presentará sus líneas maestras para diseñar el presupuesto. Y presionaron a los más díscolos, que se niegan a rascarse el bolsillo.
“Ya estamos pagando bastante. Se va Reino Unido y el presupuesto no tiene que aumentar: tiene que modernizarse. Lo que aportaba Reino Unido hay que sacarlo del presupuesto”, resumió Mark Rutte, el primer ministro holandés. El liberal Rutte se ha convertido en una especie de doctor No ahora que Berlín vira —lentamente— en favor de reformar la eurozona y de aportar más al presupuesto. Pero los holandeses —como los austriacos y los nórdicos— confían en que Berlín vuelva a sus tradiciones cuando la negociación avance.
Eso no será fácil. El acuerdo de coalición en Alemania respalda elevar la aportación germánica a las cuentas de la Unión. La canciller Angela Merkel, además, ha prometido al presidente francés, Emmanuel Macron, posiciones más federalistas en la reforma de la eurozona, algo que rechazan Holanda, Austria y Finlandia. Los anteriores presupuestos fueron distintos: el club de los ricos contra los pobres, con Reino Unido decantando la balanza en favor de reducir las cuentas. Esta vez es diferente: ni estos son unos presupuestos de crisis ni Londres está en la ecuación ni los países ricos son esta vez un bloque.
Con Reino Unido de salida se esfuman de 10.000 a 12.000 millones anuales. Lo más probable es que eso reduzca las dos políticas europeas tradicionales, agrícola y cohesión. Más aún porque las nuevas prioridades piden paso: los capítulos de defensa, seguridad y migración requieren rediseñar el presupuesto, que asciende a apenas el 1% del PIB. “Aunque no me guste, habrá que recortar en política agraria y cohesión. Si no lo hacemos, habrá que reducir en otros capítulos”, alertó el jefe de la Comisión, Jean-Claude Juncker.
Pagos con condiciones
Hay una segunda batalla. Los acreedores quieren imponer condiciones a la entrega de fondos europeos. “El presupuesto de la UE no debe servir para financiar a Estados que incumplen nuestros valores o hacen dumping fiscal. Nos toman un poco por imbéciles”, se quejó Macron, en referencia a los países que compiten a la baja en tributación. Alemania, Holanda y compañía quieren vincular los fondos al cumplimiento de las reglas del Estado de derecho: Bruselas quiere evitar episodios como los relacionados con la gestión de la crisis migratoria, en la que varios países del Este se negaron a aceptar asilados.
La cumbre pasó de puntillas sobre el Brexit, pero el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quiso dejar una frase lapidaria. Preguntado sobre el encaje único que pide Londres a Bruselas para la relación futura, Tusk sentenció: “La posición de Reino Unido hoy se basa en una pura ilusión. No habrá acuerdos a la carta, es un principio clave”.
Claudi Pérez
Lucía Abellán
Bruselas, El País
La crisis cicatriza. La tensión en Europa se reduce. Las cumbres al borde del abismo son agua pasada, un mal sueño. Y vuelven las dos viejas luchas que caracterizan la historia de la UE: por el dinero y por el poder. La salida del Reino Unido provocará un agujero de hasta 12.000 millones anuales en las cuentas europeas y hay nuevas necesidades en las agendas de seguridad e inmigración: como consecuencia, o los ricos se rascan el bolsillo o Europa se verá obligada a jibarizar su acción política. Alemania y Francia están dispuestas a pagar más al presupuesto europeo. El Este y el Sur no quiere perder fondos. Crece la presión para que los ricos —Holanda, Austria, Suecia y Dinamarca, que rechazan de plano pagar un euro más— hagan aportaciones adicionales.
Europa vuelve a ser aburrida. Afortunadamente: la última década ha consistido en encadenar crisis sin parar. El batacazo financiero se convirtió en crisis, económica, fiscal, social, y después llegaron las crisis migratoria, de seguridad y en definitiva existencial, con la eurozona a punto de estallar y el Brexit como primer divorcio en la UE en más de seis décadas. Esa etapa se acaba. Europa crece, el euro está fuerte, la eurozona se repone de la Gran Recesión y los populistas no han llegado a los Gobiernos de los grandes países. Como resultado, vuelven los viejos debates: por el dinero (presupuestos de la era posbrexit: la enésima batalla entre Norte y Sur, entre Occidente y el Este) y por el poder, con el eje francoalemán de vuelta y las instituciones en pleno rediseño de la UE.
La pista del dinero es lo más interesante, como en las novelas negras. Los Veintisiete, ya sin Reino Unido, iniciaron este viernes la negociación sobre los presupuestos de la era posbrexit, para el periodo 2021-2027. Los jefes de Estado y de Gobierno aprovecharon para fijar posiciones, pero el debate estuvo alejado de las largas —y tensas— batallas nocturnas que se suceden cuando los líderes se ven obligados a pactar las cuentas finales en el último minuto.
Holanda encabeza el grupo de Estados que se niegan a aportar más a los presupuestos comunitarios para tapar el agujero británico. Los escandinavos y Austria tienen posiciones similares. La novedad es Alemania, que está dispuesta a aportar más, al igual que el resto de países grandes (Francia e Italia, que son contribuyentes netos, e incluso España, que está justo en el límite). Más que convencerse entre ellos, los líderes trataron de influir en el planteamiento de la Comisión, que el próximo 2 de mayo presentará sus líneas maestras para diseñar el presupuesto. Y presionaron a los más díscolos, que se niegan a rascarse el bolsillo.
“Ya estamos pagando bastante. Se va Reino Unido y el presupuesto no tiene que aumentar: tiene que modernizarse. Lo que aportaba Reino Unido hay que sacarlo del presupuesto”, resumió Mark Rutte, el primer ministro holandés. El liberal Rutte se ha convertido en una especie de doctor No ahora que Berlín vira —lentamente— en favor de reformar la eurozona y de aportar más al presupuesto. Pero los holandeses —como los austriacos y los nórdicos— confían en que Berlín vuelva a sus tradiciones cuando la negociación avance.
Eso no será fácil. El acuerdo de coalición en Alemania respalda elevar la aportación germánica a las cuentas de la Unión. La canciller Angela Merkel, además, ha prometido al presidente francés, Emmanuel Macron, posiciones más federalistas en la reforma de la eurozona, algo que rechazan Holanda, Austria y Finlandia. Los anteriores presupuestos fueron distintos: el club de los ricos contra los pobres, con Reino Unido decantando la balanza en favor de reducir las cuentas. Esta vez es diferente: ni estos son unos presupuestos de crisis ni Londres está en la ecuación ni los países ricos son esta vez un bloque.
Con Reino Unido de salida se esfuman de 10.000 a 12.000 millones anuales. Lo más probable es que eso reduzca las dos políticas europeas tradicionales, agrícola y cohesión. Más aún porque las nuevas prioridades piden paso: los capítulos de defensa, seguridad y migración requieren rediseñar el presupuesto, que asciende a apenas el 1% del PIB. “Aunque no me guste, habrá que recortar en política agraria y cohesión. Si no lo hacemos, habrá que reducir en otros capítulos”, alertó el jefe de la Comisión, Jean-Claude Juncker.
Pagos con condiciones
Hay una segunda batalla. Los acreedores quieren imponer condiciones a la entrega de fondos europeos. “El presupuesto de la UE no debe servir para financiar a Estados que incumplen nuestros valores o hacen dumping fiscal. Nos toman un poco por imbéciles”, se quejó Macron, en referencia a los países que compiten a la baja en tributación. Alemania, Holanda y compañía quieren vincular los fondos al cumplimiento de las reglas del Estado de derecho: Bruselas quiere evitar episodios como los relacionados con la gestión de la crisis migratoria, en la que varios países del Este se negaron a aceptar asilados.
La cumbre pasó de puntillas sobre el Brexit, pero el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quiso dejar una frase lapidaria. Preguntado sobre el encaje único que pide Londres a Bruselas para la relación futura, Tusk sentenció: “La posición de Reino Unido hoy se basa en una pura ilusión. No habrá acuerdos a la carta, es un principio clave”.