La doctora House de los animalitos
Gloria Rodrigo tiene más de 20 años de experiencia como veterinaria. Se formó en Argentina y toda su profesión la ejerció en La Paz. Los amos de sus pacientes aseguran que resuelve “los casos perdidos”.
Ivone Juárez / La Paz
“Ella salvó a mi perra. Tenía una hernia en el estómago que ningún otro veterinario quería operar porque decían que mi animalito podía morir. Pero Gloria, cuando la esterilizó, aprovechó para sacarle la hernia y ahora (la perrita) está muy bien. Estoy trayendo a dos hembras más para que las esterilice, mis hijos me las dejaron”, comenta un hombre adulto sonriente, apenas desciende de una vagoneta para tocar el timbre de la casa N. 20 de la calle Benito Juárez, en el barrio de La Florida, en la zona Sur de La Paz.
Pasan unos minutos de las 14.30 y después de las dos perras que trae el gentil varón, otros pacientes caninos comienzan a llegar al lugar. Es el consultorio de la veterinaria Gloria Rodrigo, una cabaña de madera, rodeada de plantas y de un piso de tierra… Un paraíso para los peludos que se aventuran a explorar el lugar… ¡Hay mucho que olfatear!
Pero los más prefieren quedarse pegados a sus amos, esperando su turno en un sillón instalado al lado derecho de la puerta de entrada al acogedor consultorio.
Mientras esperan, casi todos los propietarios de los pacientes perrunos o gatunos tienen algo negativo que contar sobre su experiencia con otros veterinarios que ya consultaron: diagnósticos equivocados o intervenciones quirúrgicas fallidas, a veces con graves consecuencias para las mascotas, que no pueden contar cuánto daño se les pudo causar.
“Dejaron cojita a mi cachorra. Le operaron la rodilla izquierda, cuando el problema estaba en su cadera”, cuenta uno de los amos que está a punto de ingresar al consultorio de Gloria Rodrigo.
Gloria es una de los dos únicos veterinarios con especialización en traumatología en La Paz. Para lograr ese título, además de su carrera en la Facultad de Ciencias Veterinarias, en Argentina, se especializó en radiología y siempre está en constante actualización para prestar a sus pacientes una atención de calidad y, por supuesto, también de calidez.
¿Pero cómo lograr un tratamiento o una intervención quirúrgica exitosa, si sus pacientes no pueden hablar, decir qué les molesta, dónde les duele o si el medicamento que les suministró calmó su dolencia?
“La veterinaría es como la pediatría. En este caso yo realizó un diagnóstico y aplicó un tratamiento en función de la información que me dan los amos de la mascota; igual que hacen los médicos pediatras, porque los bebés tampoco hablan”, responde Gloria.
“Si los dueños no me dan información cierta y ocultan algunos detalles, no puedo dar un diagnóstico certero. El perrito no me puede decir que se comió un pedazo de nailón o una pepa de ciruelo, y que eso le provocó una diarrea, por ejemplo”, añade con voz firme.
Gloría es así, firme y contundente al momento de la consulta. Tal vez esa seguridad que muestra es la que infunde confianza en su trabajo. No necesita caer en frases melosas y caricias exageradas con sus pacientes peludos.
Pero, definitivamente, son los resultados de sus tratamientos médicos lo que le valen para que algunos la llamen “la doctora que arregla los casos perdidos”.
“No creo que sea así”, dice ella. “A veces no llego a saber qué hizo el otro profesional y es difícil resolverlo, por lo que recomiendo a los amos que vuelvan a buscar al médico que atendió a su mascota”, añade.
“Y también me toca dar malas noticias, porque a veces no puedo salvar a los animalitos. Y es muy triste, muy duro, porque tengo que sugerir la eutanasia… que si es por la tranquilidad de la mascota, me entra la tranquilidad al alma”, continúa la veterinaria.
Cuenta que estos casos se dan generalmente con los animales adultos. “Tengo pacientes de 15 y hasta 17 años que ya sufren por la edad. Les tengo que explicar a sus dueños que por respeto a sus compañeros tienen que tomar la decisión. Los animales merecen todo nuestro respeto: debemos respetar sus tiempos de sueño, de comida, de paseo y también su tiempo de vida”, dice.
20 años de experiencia
Gloria Rodrigo salió bachiller en el Colegio Saint Andrew’s de la ciudad de La Paz en 1985 e inmediatamente partió a Argentina a formarse como veterinaria, la profesión que quiso desde niña. “No tenía muñecas, sino animalitos (de juguete), así que no tuve que pensarlo cuando decidí mi profesión”, asegura la médico de animalitos.
En Argentina apenas avanzó unos años en sus estudios comenzó a trabajar en una veterinaría. “Atendía el teléfono y anotaba las citas, mostraba los productos que había para las mascotas y aprendí mucho”, cuenta,
Se graduó y permaneció en ese país hasta finales de los 90. En 2000 regresó a Bolivia a montar su consultorio en La Florida.
Recuerda que los primeros años fueron difíciles porque en Bolivia la gente no tenía la cultura de llevar a sus mascotas a un veterinario. “No había una preocupación por la salud de los animalitos y antes que un tratamiento se optaba por la eutanasia, pero eso felizmente cambió”, dice.
Todavía recuerda su primer paciente: una perra que parió como 10 cachorros. El trabajo de parto comenzó en la madrugada y Gloria tuvo que buscar la ayuda de una colega.
Con el tiempo y, poco a poco, su lista de pacientes fue creciendo, pero no sólo con perros y gatos, sino incluso con reptiles. Actualmente es médico de cabecera de una boa de metro y medio. La atiende desde que era cría.
La veterinaria considera que un factor fundamental para el crecimiento de su profesión fue el cambio de mentalidad de la gente respecto a las mascotas, “El perro, por ejemplo, del animal que se tenía en el patio, pasó a ser un miembro más de la familia a quien se tiene que prestar todo el cuidado que necesita”, asegura.
Añade que también aportó la industria de los medicamentos y equipamientos médicos, que comenzó a elaborar productos específicos para animales.
“Al principio yo curaba con medicamentos para personas, pero ahora se tienen todos los fármacos y equipos específicamente para los animalitos”, comenta.
Un contrato de amor
Gloria Rodrigo considera que los cuidados médicos que necesitan las mascotas son sólo una parte del trato que éstas necesitan y merecen. Explica que cuando se toma la decisión de criar un animalito, se debe asumir que se trata de un contrato de unos 10 a 15 años firmado con éste.
“Es un contrato de unos 10 a 15 años, en los que se lo debe cuidar, mimar, velar que tenga sus vacunas, que vaya a la peluquería, etcétera”, dice.
“Pero lo fundamental es estar dispuesto a soportar sus travesuras y tener paciencia en su educación, porque tener, por ejemplo, un perro maleducado en la casa es un gran problema. El animal tiene que ser armonía en la casa, no generar problemas”, añade la doctora House de los animalitos, a quien la fama no le gusta.
“No me gusta la fama, porque así como la gente te puede llevarte a la cima, con un chasquido te baja”, expresa. Pero no lo puede evitar, en La Paz mucha gente ya conoce y habla de su vocación para el cuidado de la salud de las mascotas.
Consejos para elegir un veterinario
Referencias.- A la hora de elegir a quién cuidará la salud de nuestros fieles compañeros, es recomendable consultar a otras personas que tengan mascotas. Podrían recomendarnos alguien de confianza.
Acreditaciones.- Cuando esté en el consultorio de un especialista, es importante verificar que cuente con los diplomas y otras acreditaciones que respalden su formación profesional y experiencia. En el caso de La Paz, el veterinario debe tener a la vista su título profesional y acreditación del Colegio de Médicos Veterinarios.
Especialización.- La especialización del veterinario y la complejidad de su clínica es una garantía de que nuestros animalitos contarán con una mejor atención. En Bolivia ya existen profesionales con diferentes especialidades y cuentan con instalaciones bien equipadas.
Ivone Juárez / La Paz
“Ella salvó a mi perra. Tenía una hernia en el estómago que ningún otro veterinario quería operar porque decían que mi animalito podía morir. Pero Gloria, cuando la esterilizó, aprovechó para sacarle la hernia y ahora (la perrita) está muy bien. Estoy trayendo a dos hembras más para que las esterilice, mis hijos me las dejaron”, comenta un hombre adulto sonriente, apenas desciende de una vagoneta para tocar el timbre de la casa N. 20 de la calle Benito Juárez, en el barrio de La Florida, en la zona Sur de La Paz.
Pasan unos minutos de las 14.30 y después de las dos perras que trae el gentil varón, otros pacientes caninos comienzan a llegar al lugar. Es el consultorio de la veterinaria Gloria Rodrigo, una cabaña de madera, rodeada de plantas y de un piso de tierra… Un paraíso para los peludos que se aventuran a explorar el lugar… ¡Hay mucho que olfatear!
Pero los más prefieren quedarse pegados a sus amos, esperando su turno en un sillón instalado al lado derecho de la puerta de entrada al acogedor consultorio.
Mientras esperan, casi todos los propietarios de los pacientes perrunos o gatunos tienen algo negativo que contar sobre su experiencia con otros veterinarios que ya consultaron: diagnósticos equivocados o intervenciones quirúrgicas fallidas, a veces con graves consecuencias para las mascotas, que no pueden contar cuánto daño se les pudo causar.
“Dejaron cojita a mi cachorra. Le operaron la rodilla izquierda, cuando el problema estaba en su cadera”, cuenta uno de los amos que está a punto de ingresar al consultorio de Gloria Rodrigo.
Gloria es una de los dos únicos veterinarios con especialización en traumatología en La Paz. Para lograr ese título, además de su carrera en la Facultad de Ciencias Veterinarias, en Argentina, se especializó en radiología y siempre está en constante actualización para prestar a sus pacientes una atención de calidad y, por supuesto, también de calidez.
¿Pero cómo lograr un tratamiento o una intervención quirúrgica exitosa, si sus pacientes no pueden hablar, decir qué les molesta, dónde les duele o si el medicamento que les suministró calmó su dolencia?
“La veterinaría es como la pediatría. En este caso yo realizó un diagnóstico y aplicó un tratamiento en función de la información que me dan los amos de la mascota; igual que hacen los médicos pediatras, porque los bebés tampoco hablan”, responde Gloria.
“Si los dueños no me dan información cierta y ocultan algunos detalles, no puedo dar un diagnóstico certero. El perrito no me puede decir que se comió un pedazo de nailón o una pepa de ciruelo, y que eso le provocó una diarrea, por ejemplo”, añade con voz firme.
Gloría es así, firme y contundente al momento de la consulta. Tal vez esa seguridad que muestra es la que infunde confianza en su trabajo. No necesita caer en frases melosas y caricias exageradas con sus pacientes peludos.
Pero, definitivamente, son los resultados de sus tratamientos médicos lo que le valen para que algunos la llamen “la doctora que arregla los casos perdidos”.
“No creo que sea así”, dice ella. “A veces no llego a saber qué hizo el otro profesional y es difícil resolverlo, por lo que recomiendo a los amos que vuelvan a buscar al médico que atendió a su mascota”, añade.
“Y también me toca dar malas noticias, porque a veces no puedo salvar a los animalitos. Y es muy triste, muy duro, porque tengo que sugerir la eutanasia… que si es por la tranquilidad de la mascota, me entra la tranquilidad al alma”, continúa la veterinaria.
Cuenta que estos casos se dan generalmente con los animales adultos. “Tengo pacientes de 15 y hasta 17 años que ya sufren por la edad. Les tengo que explicar a sus dueños que por respeto a sus compañeros tienen que tomar la decisión. Los animales merecen todo nuestro respeto: debemos respetar sus tiempos de sueño, de comida, de paseo y también su tiempo de vida”, dice.
20 años de experiencia
Gloria Rodrigo salió bachiller en el Colegio Saint Andrew’s de la ciudad de La Paz en 1985 e inmediatamente partió a Argentina a formarse como veterinaria, la profesión que quiso desde niña. “No tenía muñecas, sino animalitos (de juguete), así que no tuve que pensarlo cuando decidí mi profesión”, asegura la médico de animalitos.
En Argentina apenas avanzó unos años en sus estudios comenzó a trabajar en una veterinaría. “Atendía el teléfono y anotaba las citas, mostraba los productos que había para las mascotas y aprendí mucho”, cuenta,
Se graduó y permaneció en ese país hasta finales de los 90. En 2000 regresó a Bolivia a montar su consultorio en La Florida.
Recuerda que los primeros años fueron difíciles porque en Bolivia la gente no tenía la cultura de llevar a sus mascotas a un veterinario. “No había una preocupación por la salud de los animalitos y antes que un tratamiento se optaba por la eutanasia, pero eso felizmente cambió”, dice.
Todavía recuerda su primer paciente: una perra que parió como 10 cachorros. El trabajo de parto comenzó en la madrugada y Gloria tuvo que buscar la ayuda de una colega.
Con el tiempo y, poco a poco, su lista de pacientes fue creciendo, pero no sólo con perros y gatos, sino incluso con reptiles. Actualmente es médico de cabecera de una boa de metro y medio. La atiende desde que era cría.
La veterinaria considera que un factor fundamental para el crecimiento de su profesión fue el cambio de mentalidad de la gente respecto a las mascotas, “El perro, por ejemplo, del animal que se tenía en el patio, pasó a ser un miembro más de la familia a quien se tiene que prestar todo el cuidado que necesita”, asegura.
Añade que también aportó la industria de los medicamentos y equipamientos médicos, que comenzó a elaborar productos específicos para animales.
“Al principio yo curaba con medicamentos para personas, pero ahora se tienen todos los fármacos y equipos específicamente para los animalitos”, comenta.
Un contrato de amor
Gloria Rodrigo considera que los cuidados médicos que necesitan las mascotas son sólo una parte del trato que éstas necesitan y merecen. Explica que cuando se toma la decisión de criar un animalito, se debe asumir que se trata de un contrato de unos 10 a 15 años firmado con éste.
“Es un contrato de unos 10 a 15 años, en los que se lo debe cuidar, mimar, velar que tenga sus vacunas, que vaya a la peluquería, etcétera”, dice.
“Pero lo fundamental es estar dispuesto a soportar sus travesuras y tener paciencia en su educación, porque tener, por ejemplo, un perro maleducado en la casa es un gran problema. El animal tiene que ser armonía en la casa, no generar problemas”, añade la doctora House de los animalitos, a quien la fama no le gusta.
“No me gusta la fama, porque así como la gente te puede llevarte a la cima, con un chasquido te baja”, expresa. Pero no lo puede evitar, en La Paz mucha gente ya conoce y habla de su vocación para el cuidado de la salud de las mascotas.
Consejos para elegir un veterinario
Referencias.- A la hora de elegir a quién cuidará la salud de nuestros fieles compañeros, es recomendable consultar a otras personas que tengan mascotas. Podrían recomendarnos alguien de confianza.
Acreditaciones.- Cuando esté en el consultorio de un especialista, es importante verificar que cuente con los diplomas y otras acreditaciones que respalden su formación profesional y experiencia. En el caso de La Paz, el veterinario debe tener a la vista su título profesional y acreditación del Colegio de Médicos Veterinarios.
Especialización.- La especialización del veterinario y la complejidad de su clínica es una garantía de que nuestros animalitos contarán con una mejor atención. En Bolivia ya existen profesionales con diferentes especialidades y cuentan con instalaciones bien equipadas.