Bendita locura en Anfield
Liverpool y Tottenham empatan en un partido esquizofrénico, con dos goles en el tiempo de descuento, y en el que Kane firma su tanto 100 en la Premier
GORKA PÉREZ
El País
Aunque es España es habitual observar a determinado porcentaje de aficionados abandonar el campo en los minutos finales (la mayoría dice que pierde el metro o el autobús), en Inglaterra no solo no se lleva, si no, que sería una pésima idea instaurar semejante costumbre. Lo sería, por ejemplo, porque de habérsele ocurrido a alguien en Anfield, no hubiera disfrutado de uno de los finales de partido más disparatados del año, con dos penaltis y dos goles en los cuatro minutos de tiempo añadido. El fútbol tiene mucho que ver con meter goles, pero hay sentimientos que se adhieren a lugares especiales, y el estadio del Liverpool tiene mucho de santuario místico. Los 'reds' lo tuvieron todo, lo perdieron, y rescataron lo mínimo para seguir adelante. Una bendita locura para cualquier amante al fútbol que no sea ni seguidor de uno ni de otro equipo. El definitivo empate a dos dejó en tablas una partida de ajedrez que acabó con las fichas por los suelos y el tablero doblado a la mitad.
Aunque el final fue de infarto, con Kane marcando su gol 100 en su segundo penalti de la noche, (falló el primero lanzándolo tan al medio que Karius no tuvo ni que mover una ceja para desviarlo), el comienzo no se quedó atrás. Tres minutos bastaron para que Salah, la otra parte contratante goleadora de la noche anotase gracias a un glorioso e irreverente pase atrás de Dier sin oposición. El egipcio encabezó de nuevo una línea de ataque sin parangón en Europa, con Mane y Firmino pendientes de cazar cualquier mariposa libre entre la defensa del Tottenham.
Le costó entrar en calor al equipo de Pochettino, shockeado por un arranque con el que no esperaba, aunque demostró carrete para engancharse de nuevo al partido. Si bien cada vez que parecía decidido a arrinconar al Liverpool algún error en defensa (casi siempre de Davinson Sánchez) le complicaba la vida, su acercamiento le llenaba de esperanza. Y eso que Kane, su figura, el futbolista que arrancaba el duelo con 99 tantos en el bolsillo, parecía un islote sin ferri a puerto. No rascó bola el inglés ante Van Dijk, el defensa holandés de los 85 millones de euros, que aunque empezó como coloso terminó derribando el castillo de naipes con una patada infantil.
Antes de que eso ocurriera, y a fuerza de insistir, Wanyama, que no hacía ni un minuto que había sustituido a Dembélé, colocó el balón en la escuadra de Karius con un disparo de época. Y a partir de ese momento, el minuto 80, se desató el caos. Un error de Lovren en un mal despeje generó un dudoso penalti del portero alemán del Liverpool sobre Kane, que devolvió el favor lanzándolo al centro. Era el minuto 87 cuando el Tottenham echaba por la borda una merecida remontada y para más inri Salah se sacaba de la manga un gol de artista con una maniobra dentro del área con el cuerpo detenido que culminó con un zapatazo ante Lloris.
Pero ese cielo gris que amenazaba al Tottenham resplandeció cuando Van Dijk, el defensa holandés de los 80 millones de euros, golpeó a Lamela dentro del área en una jugada en la que el argentino se dejó caer fusilado al sentir un mini golpe en la espalda. Fue el juez de línea el que advirtió al colegiado de lo ocurrido, lo que desató los demonios de un Klopp que acababa de correr media banda para festejar el tanto de Salah, el 21º de su futbolista estrella. Orgulloso como es, Kane agarró de nuevo la pelota y esta vez sí engañó a Karius y colocó el 2-2 definitivo. Si los partidos no acaban hasta que pita el árbitro, en la Premier no acaban hasta mucho después de que parezca que el telón se ha bajado.
GORKA PÉREZ
El País
Aunque es España es habitual observar a determinado porcentaje de aficionados abandonar el campo en los minutos finales (la mayoría dice que pierde el metro o el autobús), en Inglaterra no solo no se lleva, si no, que sería una pésima idea instaurar semejante costumbre. Lo sería, por ejemplo, porque de habérsele ocurrido a alguien en Anfield, no hubiera disfrutado de uno de los finales de partido más disparatados del año, con dos penaltis y dos goles en los cuatro minutos de tiempo añadido. El fútbol tiene mucho que ver con meter goles, pero hay sentimientos que se adhieren a lugares especiales, y el estadio del Liverpool tiene mucho de santuario místico. Los 'reds' lo tuvieron todo, lo perdieron, y rescataron lo mínimo para seguir adelante. Una bendita locura para cualquier amante al fútbol que no sea ni seguidor de uno ni de otro equipo. El definitivo empate a dos dejó en tablas una partida de ajedrez que acabó con las fichas por los suelos y el tablero doblado a la mitad.
Aunque el final fue de infarto, con Kane marcando su gol 100 en su segundo penalti de la noche, (falló el primero lanzándolo tan al medio que Karius no tuvo ni que mover una ceja para desviarlo), el comienzo no se quedó atrás. Tres minutos bastaron para que Salah, la otra parte contratante goleadora de la noche anotase gracias a un glorioso e irreverente pase atrás de Dier sin oposición. El egipcio encabezó de nuevo una línea de ataque sin parangón en Europa, con Mane y Firmino pendientes de cazar cualquier mariposa libre entre la defensa del Tottenham.
Le costó entrar en calor al equipo de Pochettino, shockeado por un arranque con el que no esperaba, aunque demostró carrete para engancharse de nuevo al partido. Si bien cada vez que parecía decidido a arrinconar al Liverpool algún error en defensa (casi siempre de Davinson Sánchez) le complicaba la vida, su acercamiento le llenaba de esperanza. Y eso que Kane, su figura, el futbolista que arrancaba el duelo con 99 tantos en el bolsillo, parecía un islote sin ferri a puerto. No rascó bola el inglés ante Van Dijk, el defensa holandés de los 85 millones de euros, que aunque empezó como coloso terminó derribando el castillo de naipes con una patada infantil.
Antes de que eso ocurriera, y a fuerza de insistir, Wanyama, que no hacía ni un minuto que había sustituido a Dembélé, colocó el balón en la escuadra de Karius con un disparo de época. Y a partir de ese momento, el minuto 80, se desató el caos. Un error de Lovren en un mal despeje generó un dudoso penalti del portero alemán del Liverpool sobre Kane, que devolvió el favor lanzándolo al centro. Era el minuto 87 cuando el Tottenham echaba por la borda una merecida remontada y para más inri Salah se sacaba de la manga un gol de artista con una maniobra dentro del área con el cuerpo detenido que culminó con un zapatazo ante Lloris.
Pero ese cielo gris que amenazaba al Tottenham resplandeció cuando Van Dijk, el defensa holandés de los 80 millones de euros, golpeó a Lamela dentro del área en una jugada en la que el argentino se dejó caer fusilado al sentir un mini golpe en la espalda. Fue el juez de línea el que advirtió al colegiado de lo ocurrido, lo que desató los demonios de un Klopp que acababa de correr media banda para festejar el tanto de Salah, el 21º de su futbolista estrella. Orgulloso como es, Kane agarró de nuevo la pelota y esta vez sí engañó a Karius y colocó el 2-2 definitivo. Si los partidos no acaban hasta que pita el árbitro, en la Premier no acaban hasta mucho después de que parezca que el telón se ha bajado.