Trump concede sus delirantes Premios ‘Fake News’ a seis grandes medios críticos

La CNN, con cuatro menciones, y The New York Times, con dos, encabezan la lista negra del presidente. Les siguen The Washington Post, Newsweek, Time y la cadena ABC

J. M. AHRENS
Washington, El País
Que el espectáculo continúe. Donald Trump, después de que su médico le declarase en plena posesión de sus facultades mentales, hizo públicos los delirantes Fake News Awards (Premios Bulo). Diez medios recibieron por Twitter el galardón que les certifica a ojos del presidente de Estados Unidos como los “más deshonestos del año”. El primer puesto fue para Paul Krugman, Nobel de Economía en 2008, quien la noche de la victoria electoral de Trump predijo en The New York Times que la economía estadounidense "nunca se recobraría". La CNN, con cuatro menciones, es el medio más vapuleado. Le sigue The New York Times, con dos, y The Washington Post, Newsweek, Time y la cadena ABC, con uno.


La lista fue publicada en la página del Partido Republicano e inmediatamente quedó colapsada. Trump la dedicó a “los prejuicios desatados, las coberturas injustas y los bulos absolutos” de 2017. En sus 11 premios, el último dedicado en genérico a la trama rusa, calificada como “la mayor farsa contada al pueblo americano”, el presidente ofrece un recuento de las cuchilladas informativas, la mayoría rectificadas, que más le han dolido. "El 90% de la cobertura sobre el presidente Trump es negativa", destaca en su presentación.

A la campeona CNN le echa en cara haber asegurado "falsamente" que él y su hijo Junior tuvieron acceso a los papeles de Wikileaks en campaña, así como la manipulación de un vídeo con el primer ministro japonés dando de comer a unos peces, una inexistente reunión de su antiguo asesor Anthony Scaramucci con rusos, y la aseveración de que el director del FBI, James Comey, iba a desmentir al presidente sobre el hecho de que no estaba bajo investigación. Para The New York Times, aparte del primer puesto a Krugman, le reserva otro premio por haber publicado en primera página que la Casa Blanca había ocultado un informe sobre el cambio climático.

A The Washington Post le recrimina una fotografía de un mitin suyo en Pensacola (Florida), donde las gradas aparecían vacías cuando estaban llenas (realmente la imagen fue sacada en Twitter por un fotógrafo del periódico e inmediatamente retirada). A la revista Time le critica por haber afirmado que había retirado un busto de Martin Luther King de la Casa Blanca, a la cadena ABC por una falsa noticia económica que sembró el pánico en la bolsa, y a Newsweek por publicar que la primera dama polaca no le había dado la mano en la visita oficial a su país.

La insólita iniciativa, que Trump anunció a bombo y platillo, supone una nueva vuelta de tuerca en los ataques que ha lanzado a la prensa crítica desde que llegó al poder. En batalla constante con los periódicos y televisiones que destapan sus escándalos, Trump no solo les ha dado plantón en la tradicional cena de corresponsales, algo que no ocurría desde 1981 cuando Ronald Reagan fue herido de bala, sino les ha llegado a considerar “enemigos el pueblo americano” y ha blandido contra ellos una imposible ley antilibelo.

Desmesurado, como es habitual en él, su pulso arranca de su obsesión por la imagen. Desde que era un joven escualo inmobiliario, Trump dedica sus primeras horas de la mañana al seguimiento intensivo de los medios. Busca, según sus biógrafos, verse a sí mismo y le enfurece salir mal. En sus tiempos neoyorkinos era tal su ansia de aplausos que él mismo llamaba a los periódicos, haciéndose pasar por su portavoz, para contar jugosos detalles de sus pretendidas conquistas: desde Carla Bruni a Kim Bassinger. Era pura invención, pero le servía para verse al día siguiente en las portadas de los tabloides como un gran conquistador.

Décadas después, esta necesidad de alabanza permanente ha derivado en una auténtica pesadilla para los medios críticos, a los que fustiga a diario. Pero los ataques en Twitter son un arma de doble filo. Más allá de su ego, le sirven, como él mismo ha reconocido, para superar el filtro mediático y conectar con su base de votantes.

La estrategia es de largo aliento y en su gestación participó el defenestrado asesor, Steve Bannon, quien declaró a los medios críticos como “el principal partido de oposición”. En esta línea, la carga continua contra The New York Times, The Washington Post o CNN ha buscado desactivar el valor de sus exclusivas en temas tan volátiles como la trama rusa.

Los ataques, pese al alborozo que despiertan entre los sectores ultras, han sido mal acogidos por los republicanos moderados, a los que el ruido y la furia del presidente les resultan excesivas. Ejemplo de ello fue el senador conservador Jeff Flake, quien este miércoles recordó que la denominación "enemigos del pueblo" es de origen estalinista. "2017 fue el año en el que la verdad -objetiva, empírica, basada en hechos- fue más maltratada que nunca en la historia de nuestro país, y lo fue a manos del personaje más importante de nuestro gobierno", denunció Flake. El senador y antiguo candidato presidencial John McCain se expresó en términos similares. "La expresión fake news (noticias falsas), legitimada por el presidente de Estados Unidos, es utilizada por los autócratas para silenciar a los periodistas. Pero los periodistas desempeñan un papel central en la promoción y protección de la democracia", afirmó.

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