Lo que siempre has querido saber de una persona con trastorno bipolar

Kristian Ejlebæk Nielsen
Infobae"
Lo peor es cuando te dicen que puedes salir de la depresión como si fuera una cuestión de pura fuerza de voluntad".

Rachid Moutiq tiene 29 años, está graduado en Periodismo y padece trastorno bipolar. El trastorno bipolar afecta a entre el 1 y el 3,3 por ciento de la población mundial, pero, como suele suceder con los casos de salud mental, sigue habiendo mucho resquemor sobre el tema.


Moutiq y yo íbamos juntos al colegio, y a él le iba muy bien, siempre lo consideré un genio. Era de las personas más inteligentes y prometedoras que conocía. Pero, hasta ahora, la vida para él no ha sido lo que todos esperábamos, porque, al ser bipolar, le ha sido complicado mantener un trabajo tradicional.

Hace poco se mudó de Copenhague para volver al campo y poder estar cerca de su familia. Hablé con él para entender cómo ha afectado este trastorno a su vida.

VICE: ¿Cómo te sentiste cuando te diagnosticaron?
Rachid Moutiq: Me lo dijeron hace como un año y al principio fue un alivio. Me habían hecho numerosos diagnósticos falsos antes, así que me sentí muy bien al saber, por fin, lo que me pasaba. Pero esa tranquilidad se me pasó cuando me di cuenta de lo serio que era el diagnóstico. Cuando eres bipolar sientes que estás en un péndulo en el que un extremo es muy crítico y torpe, y el otro está lleno de confianza y autoestima. Me había convencido a mí mismo de que siempre tenía que sentirme bien, confiado y con energía, y fue difícil afrontar la idea de que mi trastorno maníaco es tan peligroso como la depresión. Para estar sano, tengo que encontrar un equilibrio, pero ese equilibrio no lo tengo por naturaleza, y pensar en eso me agota.

—¿Cómo te sientes al ser un maníaco?
—En mis primeros días de manía y frenesí, soy la mejor versión de mí mismo. Hago todo más rápido y no me canso ni me pongo triste. No puedo dormir, pero tampoco tengo ni sueño ni ganas de hacerlo. Es como vivir en una película: no tienes que pensar, simplemente actúas, y todo es increíble. Hablas mucho y te cuesta esperar a que la gente responda. Eres un superhombre, gracioso, el centro de atención y te encanta. Si alguien no te presta toda su atención, tampoco te lo tomas como algo personal, lo único que piensas es que esa persona se lo está perdiendo. Supongo que la sensación es como ir puesto de cocaína.

—¿Entonces por qué el trastorno bipolar es tan grave como la depresión?
—Por dos razones principales. La primera es que cuando sufres un episodio maníaco durante mucho tiempo, te acaba pasando lo mismo que si te metes coca varios días seguidos. Te vuelves paranoico y pierdes el control de ti mismo. Después de un episodio maníaco, mi cerebro se apaga y llega la depresión. La segunda razón es que haces cosas que no harías normalmente. Tomas decisiones sobre tu vida, tu dinero y tus relaciones en medio segundo, decisiones que pueden arruinar tu vida. Una vez aposté 2.000 euros, los perdí y el banco me cerró la cuenta.

La hipersexualidad también es otro síntoma. He practicado sexo desenfrenado en espacios públicos con personas de quienes ni siquiera sé sus nombres. Este trastorno puede arruinar tus relaciones, tus amistades y tu carrera. Es habitual que las personas renuncien a sus trabajos cuando están en este estado porque no quieren estar atados a nada, pero luego se arrepienten cuando el episodio termina.

—¿Cómo afecta la bipolaridad a tu vida diaria?
—Afecta a todo. Muchas veces no puedo dormir. En una ocasión me pasé dos días y medio despierto y cuando por fin logré dormirme, lo hice durante veinte horas seguidas. Pierdes el control de tu cuerpo. Cuando estoy pasando un episodio maníaco, tengo que acordarme de comer, y cuando como, tengo que acordarme de parar.

Cuando estoy depresivo, todo lo interpreto completamente diferente. El simple hecho de levantarme e ir al trabajo es todo un reto. Los reflejos no los tengo demasiado bien, así que me cuesta mucho conducir el coche. He tenido depresiones tan severas que me ha costado incluso partir una rebanada de pan. Cuando te sientes así, ni siquiera tienes la energía para ducharte, de hecho crees que no mereces estar limpio.

Es difícil coger confianza con la gente, porque no puedes dar lo que se espera que des en estos intercambios sociales. Cuando estoy deprimido, siento que la gente está desaprovechando su amor conmigo. Algo tan típico como cruzarte con alguien por la calle y saludarle puede ser muy difícil, y eso si consigues salir de casa. Cuando estás deprimido no importa lo mucho que insistan tus amigos en que vayas a una fiesta, no vas a poder salir por mucho que lo intentes. Tienes muy poca energía y mucha ansiedad.

—¿Cómo es tener una cita en este estado?
—Cuando tienes un episodio maníaco o depresivo, tu pareja se lo puede tomar como algo personal y puede sentirse culpable. La inconsistencia de tu estado de ánimo puede poner nerviosa a la persona que tienes al lado. La gente a veces me ha dicho, "Nunca sé cómo vas a reaccionar", lo que tiene sentido, pues yo tampoco sé qué esperar de mí mismo. Es comprensible que las personas cercanas a ti se frustren, se molesten o se pongan tristes cuando empiezas a aislarte del mundo, pero eso también significa que te empiezas a volver más solitario, lo cual te hace sentir peor.

No tengo un botón de encendido y apagado, así que no puedo regular mi energía. Mucha gente bipolar es extremadamente creativa y habilidosa, pero solo pueden trabajar con un flujo creativo constante que no termina a las seis de la tarde. Pero si no aprendes a manejar ese flujo, te acabas quemando. Un espacio de trabajo tradicional espera que seas constante, que te levantes a la misma hora todos los días y que puedas con la misma cantidad de trabajo siempre. Personalmente, no creo que sea necesario que la gente tenga que hacer eso todos los días —no hay que tener un trastorno mental para creer eso— pero con trastorno bipolar se vuelve aún más difícil. Nunca podré tener un trabajo en el que me exijan que siempre sea igual de productivo, pero sí me veo en un futuro con un trabajo decente, aunque vaya a ser difícil.

—¿Te da miedo que tus hijos puedan tener trastorno bipolar?
—Claro, por supuesto. Puede ser hereditario, así que he pensado mucho sobre la idea de traer, o no, niños al mundo. He sentido muchas veces que la vida no vale la pena. Nacer no es una decisión que uno toma, así que siempre me he preguntado si puedo justificar darle vida a una persona que podría llegar el día que estuviera tan amargada como lo he estado yo.

—¿Cuáles son los peores prejuicios con los que tienes que lidiar?
—La gente suele ser comprensiva, en general. Pero lo peor es cuando te dicen que puedes salir de la depresión como si fuera cuestión de pura fuerza de voluntad. Creo que todas las personas con depresión han internalizado esta idea de alguna manera u otra. Aunque he vivido con esto durante muchos años, todavía me pregunto a veces si la causa de mi estado es pereza.

Y esto puede verse también en los medios. A menudo escuchas a "expertos" hablar de sus depresiones. Muchos dicen que un día empezaron a hacer ejercicio, a leer citas motivacionales y se curaron. Si esa fue la solución, entonces estas personas no sufrían de depresión. Otro prejuicio muy específico que la gente tiene ante las personas con trastorno bipolar es que no se puede confiar en nosotros, que somos mentirosos manipuladores. Cuando eres bipolar, definitivamente no eres cien por cien fiable, pero no es lo mismo.

—¿Puedes curarte de un trastorno bipolar?
—Es una enfermedad crónica, así que no tiene cura. Esa es una de las lecciones más importantes que tengo que aprender: nunca va a parar, no se va a marchar. Si crees que se te ha pasado y empiezas a ignorar los síntomas, corres el riesgo de caer en una depresión profunda o en una manía severa. Me sigue agobiando la idea de que la vida es insoportable, pero estoy mejorando. Soy optimista, lo que pasa es que lo peor de ser bipolar es que puedes ir por el camino correcto, pero un solo error te puede mandar de vuelta al principio. Es como una adicción al alcohol o a las drogas.

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