El Sevilla gana al efecto Costa
Remontó un tanto del hispano-brasileño en diez minutos, con un gol en propia meta de Moyá y otro de Correa. Decidirá el Pizjuán pero los de Montella, muy serios, cerca de semifinales.
Patricia Cazón
As
Salió el Sevilla sin miedo y sin Navas pero en la primera jugada quedó claro qué sería el partido. Trepidante y de ida y vuelta, lucha entre iguales, emoción. A un primer zarpazo de Costa respondió el Sevilla con dos, uno de Vázquez, otro de Sarabia, ambos fuera, pero ahí quedaban: la mentalidad de últimamente, de frágil burbuja de jabón, se había quedado en casa, atrás. Adiós, adiós quería decirle Montella con esta Copa en el Metropolitano. Lo ató con una palabra fuerte, remontada. Y primer paso a semifinales.
Si había comenzado el partido con los ojos en Vitolo, pronto aquellos que hasta hace nada eran hermanos le demostraban su nueva manera de saludar en el campo, entradita de Corchia por aquí, patadita de Mercado por allá, el Atleti quería estallar el plan del Sevilla con una orden: balones a Costa. Y a esperar.
Casi le sale al Cholo en el primer córner. El balón buscó ese faro que a todos alumbra, la cabeza de Costa, que envía a la red. El goool, sin embargo, sólo duró dos segundos. Los mismos que tardó Jaime Latre en anularlo con su silbato. Rico, en la salida, había chocado con Griezmann. Parecía gol legal, pero para él no lo era. Todo seguiría 0-0 en la primera parte. Aunque disparos habría en las dos porterías.
Las pistolas del Atlético las llevaba todas Costa en los bolsillos y cada vez que se acercaba al área de Rico temblaba la defensa. Corchía, incluso, tuvo que tirar de agarrón y rotura de camiseta para frenarle justo antes de que Koke casi se diera un tiro en el pie. Porque perdió el canterano un balón en el centro que dio lugar a una contra de Vázquez que gritaba golgolgol a cada pisada. Pero tuvo un final con el que no contaba. O sí, porque ahí estaba Moyá, que desbarató la ocasión con el pie. Y en este partido se pedían los focos lo sporteros: hacía dos jugadas Rico casi se deja la cabeza en el poste para parar descomunal otro cabezazo de esa bestia apellidada Costa.
Se fue espesando su equipo, fiado sólo a esos balones a Costa. Su centro del campo era la M-3 un lunes a las ocho de la mañana, puro atasco. Sobrepasado Vitolo, mal Saúl y peor Koke. Sus pérdidas crecería el Sevilla, que cogió velocidad en la derecha, con Correa y contra a contra comenzó a acosar a Moyá. Pero el portero respondió volando y sacando manopla para espantar un balón de veinte metros Escudero que se iba al corazón de su escuadra. Otro paradón que sumar a su cuenta. Era el rojiblanco del partido. Y también lo sería al final. Por desgracia.
Tras el reposo, Simeone trató de que fuera otro, su Correa. Vitolo se quedaba en la ducha, el argentino estaba llamado a virar la inercia y la primera vez que llegó al área fue para ponerle un centro a Costa que no remató el de Lagarto por centímetros. La segunda terminó en un palo. Lo envió Lenglet, en un intento de despeje. El Atleti agarraba el partido por la pechera ante un Sevilla que había levando el pie. Córner a córner, el Atleti buscaba su gol. Y de balón parado llegaría, falta lateral. La sacó Koke, rechazó el Sevilla y lo intentó Carrasco, que había entrado por Griezmann, antes de que el balón le llegara a Costa para colar el balón entre la maleza.
No duraría la alegría demasiado en el Metropolitano porque Montella tiraría de Navas y en su primera llegada al área, tortazo a Moyá: adelantado, en el paso atrás, se colaría un balón que iba fuera en su portería. Ayudó Lucas, desviando el balón. Diez minutos después, el portero salió bien, pero no tuvo cuerpo suficiente para tapar la portería ante Correa, el de Montella. La contra rápida, la había iniciado con un balón peinado de Ben Yedder. Silencio en el Metropolitano. Viajará su equipo en desventaja la próxima semana a jugarse las semifinales en un estadio que en sus paredes ya grita que nunca se rinde. Pero el Atleti tampoco.
Patricia Cazón
As
Salió el Sevilla sin miedo y sin Navas pero en la primera jugada quedó claro qué sería el partido. Trepidante y de ida y vuelta, lucha entre iguales, emoción. A un primer zarpazo de Costa respondió el Sevilla con dos, uno de Vázquez, otro de Sarabia, ambos fuera, pero ahí quedaban: la mentalidad de últimamente, de frágil burbuja de jabón, se había quedado en casa, atrás. Adiós, adiós quería decirle Montella con esta Copa en el Metropolitano. Lo ató con una palabra fuerte, remontada. Y primer paso a semifinales.
Si había comenzado el partido con los ojos en Vitolo, pronto aquellos que hasta hace nada eran hermanos le demostraban su nueva manera de saludar en el campo, entradita de Corchia por aquí, patadita de Mercado por allá, el Atleti quería estallar el plan del Sevilla con una orden: balones a Costa. Y a esperar.
Casi le sale al Cholo en el primer córner. El balón buscó ese faro que a todos alumbra, la cabeza de Costa, que envía a la red. El goool, sin embargo, sólo duró dos segundos. Los mismos que tardó Jaime Latre en anularlo con su silbato. Rico, en la salida, había chocado con Griezmann. Parecía gol legal, pero para él no lo era. Todo seguiría 0-0 en la primera parte. Aunque disparos habría en las dos porterías.
Las pistolas del Atlético las llevaba todas Costa en los bolsillos y cada vez que se acercaba al área de Rico temblaba la defensa. Corchía, incluso, tuvo que tirar de agarrón y rotura de camiseta para frenarle justo antes de que Koke casi se diera un tiro en el pie. Porque perdió el canterano un balón en el centro que dio lugar a una contra de Vázquez que gritaba golgolgol a cada pisada. Pero tuvo un final con el que no contaba. O sí, porque ahí estaba Moyá, que desbarató la ocasión con el pie. Y en este partido se pedían los focos lo sporteros: hacía dos jugadas Rico casi se deja la cabeza en el poste para parar descomunal otro cabezazo de esa bestia apellidada Costa.
Se fue espesando su equipo, fiado sólo a esos balones a Costa. Su centro del campo era la M-3 un lunes a las ocho de la mañana, puro atasco. Sobrepasado Vitolo, mal Saúl y peor Koke. Sus pérdidas crecería el Sevilla, que cogió velocidad en la derecha, con Correa y contra a contra comenzó a acosar a Moyá. Pero el portero respondió volando y sacando manopla para espantar un balón de veinte metros Escudero que se iba al corazón de su escuadra. Otro paradón que sumar a su cuenta. Era el rojiblanco del partido. Y también lo sería al final. Por desgracia.
Tras el reposo, Simeone trató de que fuera otro, su Correa. Vitolo se quedaba en la ducha, el argentino estaba llamado a virar la inercia y la primera vez que llegó al área fue para ponerle un centro a Costa que no remató el de Lagarto por centímetros. La segunda terminó en un palo. Lo envió Lenglet, en un intento de despeje. El Atleti agarraba el partido por la pechera ante un Sevilla que había levando el pie. Córner a córner, el Atleti buscaba su gol. Y de balón parado llegaría, falta lateral. La sacó Koke, rechazó el Sevilla y lo intentó Carrasco, que había entrado por Griezmann, antes de que el balón le llegara a Costa para colar el balón entre la maleza.
No duraría la alegría demasiado en el Metropolitano porque Montella tiraría de Navas y en su primera llegada al área, tortazo a Moyá: adelantado, en el paso atrás, se colaría un balón que iba fuera en su portería. Ayudó Lucas, desviando el balón. Diez minutos después, el portero salió bien, pero no tuvo cuerpo suficiente para tapar la portería ante Correa, el de Montella. La contra rápida, la había iniciado con un balón peinado de Ben Yedder. Silencio en el Metropolitano. Viajará su equipo en desventaja la próxima semana a jugarse las semifinales en un estadio que en sus paredes ya grita que nunca se rinde. Pero el Atleti tampoco.