El nuevo (viejo) Tevez

Cambió la 10 por la 32, no pidió la capitanía y sólo se propuso "ser feliz". Para esta mutación, Carlitos vivió un proceso que incluyó volver seguido a Fuerte Apache y jugar con sus amigos del barrio para despertar nuevamente el hambre del pibe que no tenía para comer.


Leandro Contento
lcontento@ole.com.ar
Ya me queda poco tiempo en el fútbol y lo quiero disfrutar. Va más allá de si uno se fue o volvió, lo importante es el ahora. Y ahora estoy contento por estos dos años que firmé con Boca, porque quizá sean los últimos. Me propuse disfrutar del fútbol, de mis compañeros, del cariño de la gente, de la adrenalina de jugar. Vine a cumplir el objetivo que todos conocen, el de la Libertadores. Pero principalmente vine a disfrutar y no a renegar”.


Esta vez no hay una Bombonera llena que le dé la bienvenida. Ni 60.000 adentro ni 10.000 afuera. Ni pasacalles anunciando su vuelta ni banderas con su nombre. Tampoco él cuenta haber vuelto para reeditar la gallinita, ni para ganarle a River, ni salta sobre un escenario porque no se fue a la B. El Tevez ídolo mutó nuevamente en el Tevez jugador. En el Tevez modelo 2003. En aquel Tevez adolescente que soñaba con jugar un Mundial, jugar en el equipo del que es hincha, divertirse con la pelota. Y lo dejo en claro con algunas pequeñas cuestiones que lo alejan de la imagen de futbolista todopoderoso que fue y con el que ya no quiere saber nada.

Tevez no es el mismo que se fue. El mismo viernes que se sumó a los entrenamientos en Cardales se reunió con los principales referentes del plantel, se interiorizó acerca de las reglas de convivencia internas (muchas de las que él había instaurado en 2016) y advirtió que está a total disposición de ellos para lo que necesiten, pero que ya no saldrá de él ser el líder absoluto de un grupo que lo recibió de la mejor manera aunque no con el mismo entusiasmo que la vez anterior. “Vengo a ser uno más”, fue la frase que utilizó para graficar cuáles serían sus intereses de ahora en más. En esa línea, dejó la 10 en manos de Cardona, no buscó candidatearse como capitán (la cinta seguirá siendo de Pérez hasta que Gago se reponga de la lesión) y hasta pidió que su camiseta lleve su apellido en lugar de su apodo (como en su etapa anterior) para no ser ni parecer más ni menos que nadie. La única meta será ganar la séptima Libertadores y no entrometerse en cuestiones extrafutbolísticas de las que sí se ocupó hasta su partida. Léase: la construcción de un gimnasio de última generación que construido a pedido del Apache en Casa Amarilla, la compra de un sistema de luminarias para secar el campo de juego, los cambios de hábito en la alimentación (ahora el plantel desayuna y almuerza en el complejo Pedro Pompilio) y hasta el cambio de sector de algunos empleados. Tampoco pedirá entradas a la CD para los familiares de los jugadores ni participará de eventos que lo tenían como cara visible.

“Cuando me fui el club estaba en un proceso de recambios. Fueron pequeñas cosas en las que uno estaba metido y por las que terminó explotando. Terminábamos un entrenamiento y teníamos un balde de agua fría. Ahora sólo nos preocupamos por jugar”, contó ayer en su presentación oficial, en la que además habló de su partida a China, de sus desafíos futbolísticos y de su relación con la gente.

A Carlitos se lo vio enchufado en la práctica, pero medido en la conferencia. Respondió lo justo y necesario y sólo dejó escapar alguna que otra sonrisa cuando le hablaron de sus comienzos en Boca y cuando Angelici bromeó en una respuesta sobre Centurión. Todavía le cuesta hacer equilibrio entre el Tevez que aún es y el que quiere volver a ser. Alegre, descontracturado, como se lo notó en varios pasajes de la práctica de ayer en Cardales. Compañero de equipo de Cardona, celebró un par de buenas combinaciones con él y hasta se hizo un tiempo en medio de un ejercicio futbolístico para pinchar a Gago. “¡Dale, correla que llegás Fer!”, le gritó a Pintita, que pasaba por atrás del arco. Y aprovechó cada instante de la mañana. Se quedó un rato firmándoles autógrafos a vecinos del Sofitel y caminó los 200 metros hasta el vestuario abrazado a Buffarini, quien lo tiene como ídolo.

“En este tiempo fui varias veces a jugar a mi barrio, y eso despertó una sensación de hambre dentro de mí que tengo que recuperar”, tiró Carlitos, y ya se postuló para ser titular cuando Guillermo lo decida. “Vine a jugar y a ser feliz”, insistió él, el nuevo (viejo) Tevez.

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