El inesperado efecto secundario de incluir a una favela de Río en una película infantil
Anthony Faiola y Anna Jean Kaiser
Infobae
En lo alto de una colina en la barriada más grande de Sudamérica, Samantha Almeida, tuvo un sobresalto tras escuchar una balacera. Estaba cerca. Demasiado cerca. Sabía que tenía que decirles a sus hijas que se movieran.
El tiroteo las había despertado antes de tiempo. Los asesinatos en Rocinha se habían cuadriplicado en menos de un año. En las últimas semanas, la población tenía la sensación de que ese lugar se había convertido en una zona de guerra con narcotraficantes luchando con la policía.
De repente, las balas se escucharon por encima del tejado. Ellas se juntaron en una misma habitación porque se sentían más seguras. Samantha, una mujer de 33 años que vende café en un parque, había instruido a sus hijas sobre un plan de escape. Cuando ella dio la señal, se moverían rápido, manteniéndose bajas, hacia un lugar sin ventanas, una habitación parecida a un búnker.
Sonó otro disparo y Samantha se levantó. Pidió a sus chicas que la siguieran. Natasha, de ocho años, se movió rápidamente. Pero Nicolly, una joven tímida de 16 años, todavía estaba intentando ponerse de pie cuando se rompió la ventana.
La sangre empezaba a filtrarse a través de la camiseta rosa sin mangas de Nicolly.
"Mamá", dijo la chica antes de desplomarse. "Me dispararon".
Rocinha, la favela más grande de Río, tuvo su época de esplendor, un símbolo de la creciente fortuna en una nación que finalmente parecía estar en la vía rápida hacia la grandeza. Pero poco más de un año después de que Río fuera sede de los Juegos Olímpicos, ese optimismo está desapareciendo en una ola de violencia urbana.
En Río, al menos 120 agentes de la policía fueron asesinados en 2017. Hasta diciembre fueron asesinadas 6,590 personas, la tasa más alta en casi una década. Paralizada por escándalos de corrupción y problemas económicos, la "Ciudad Maravillosa" está luchando contra esta crisis. Su fuerza policial, además, está rota.
En Rocinha, los residentes están usando aplicaciones de teléfonos celulares para rastrear tiroteos. Las escuelas han cerrado o han acortado sus horas lectivas debido a la violencia. En septiembre, el ejército fue llamado para ayudar a pacificar las calles. En noviembre, los estudiantes se quedaron refugiados en sus hogares por varias balaceras, y no pudieron realizar los exámenes de final de año.
El caos en la favela de casi 200,000 personas refleja una plaga nacional. Brasil sufrió una cifra récord, con 61,000 muertes violentas en 2016, un número mayor que la pérdida de vidas estimada ese año en la guerra civil de Siria. Si bien los números no son directamente comparables, Brasil tiene 10 veces más población que Siria, pero la carnicería sigue siendo extraordinaria.
Para Rocinha, esta situación equivale a una dolorosa revisión de la fortuna a medida que la economía de Brasil crecía en los últimos años, los brotes verdes de una clase media había brotado. Se abrieron sucursales bancarias y joyerías en medio de las destartaladas cabañas de Rocinha. Las cadenas de comida rápida se mudaron allí, incluso los restaurantes especializados en sushi. Los diseñadores de moda vinieron de París y Nueva York para inspirarse en su brío urbano. Sus calles fueron retratadas en la animada película de Hollywood Rio. Los valores de la propiedad de las chozas de Rocinha, algunas con vistas a la estatua del Cristo Redentor, en el Monte Corcovado, se dispararon.
Las calles eran mucho más seguras gracias, en parte, al programa policial de pacificación de la ciudad, que pretendía expulsar a los narcotraficantes que habían impulsado las tasas de homicidio a máximos mortales en los años noventa y todavía estaban por todas partes.
Para muchos, como Samantha, la ola de crímenes actual es incluso peor que los primeros años de la violencia en Rocinha.
"No es como antes", relata. "Nadie cerraba las puertas. En medio de la noche, si necesitabas algo, podías salir y conseguirlo en la farmacia. Podías ir a la cafetería si tenías hambre… A cualquier hora. Pero estos tiempos que corren son malos", agrega al respecto.
Nicolly estaba inconsciente cuando su padrastro la llevó al Hospital Municipal Miguel Couto, el más cercano a Rocinha. Ya estaba cubierta de sangre. El personal médico determinó rápidamente que tenía una bala justo encima de su omóplato izquierdo y le practicaron una cirugía.
Mientras su aturdida madre esperaba, los disparos continuaban. "Parecía como si algo estuviera explotando", recordaría más tarde Samantha.
Esas escenas son cada vez más comunes en los hospitales de Río. Los médicos dicen que están luchando para hacer frente no solo a un aumento en las heridas de bala sino también a la metralla de las granadas.
"Estamos lidiando con el uso de armas de guerra en el área urbana", dice Ricardo Vassallo, jefe de cirugía general del Hospital Miguel Couto. Tiene un libro de referencia en su mesa: Cirugía de guerra en Afganistán e Irak.
"Conozco a médicos y enfermeras que tienen miedo de venir a trabajar aquí. Muchos piensan en irse de Río", comenta.
El estallido de violencia en Rocinha fue aparentemente provocado por la ejecución de tres de los principales traficantes por parte de sus rivales en agosto. Pero el mayor culpable, dicen los observadores, es la erosión del estado en una nación azotada por la crisis económica y la corrupción.
Infobae
En lo alto de una colina en la barriada más grande de Sudamérica, Samantha Almeida, tuvo un sobresalto tras escuchar una balacera. Estaba cerca. Demasiado cerca. Sabía que tenía que decirles a sus hijas que se movieran.
El tiroteo las había despertado antes de tiempo. Los asesinatos en Rocinha se habían cuadriplicado en menos de un año. En las últimas semanas, la población tenía la sensación de que ese lugar se había convertido en una zona de guerra con narcotraficantes luchando con la policía.
De repente, las balas se escucharon por encima del tejado. Ellas se juntaron en una misma habitación porque se sentían más seguras. Samantha, una mujer de 33 años que vende café en un parque, había instruido a sus hijas sobre un plan de escape. Cuando ella dio la señal, se moverían rápido, manteniéndose bajas, hacia un lugar sin ventanas, una habitación parecida a un búnker.
Sonó otro disparo y Samantha se levantó. Pidió a sus chicas que la siguieran. Natasha, de ocho años, se movió rápidamente. Pero Nicolly, una joven tímida de 16 años, todavía estaba intentando ponerse de pie cuando se rompió la ventana.
La sangre empezaba a filtrarse a través de la camiseta rosa sin mangas de Nicolly.
"Mamá", dijo la chica antes de desplomarse. "Me dispararon".
Rocinha, la favela más grande de Río, tuvo su época de esplendor, un símbolo de la creciente fortuna en una nación que finalmente parecía estar en la vía rápida hacia la grandeza. Pero poco más de un año después de que Río fuera sede de los Juegos Olímpicos, ese optimismo está desapareciendo en una ola de violencia urbana.
En Río, al menos 120 agentes de la policía fueron asesinados en 2017. Hasta diciembre fueron asesinadas 6,590 personas, la tasa más alta en casi una década. Paralizada por escándalos de corrupción y problemas económicos, la "Ciudad Maravillosa" está luchando contra esta crisis. Su fuerza policial, además, está rota.
En Rocinha, los residentes están usando aplicaciones de teléfonos celulares para rastrear tiroteos. Las escuelas han cerrado o han acortado sus horas lectivas debido a la violencia. En septiembre, el ejército fue llamado para ayudar a pacificar las calles. En noviembre, los estudiantes se quedaron refugiados en sus hogares por varias balaceras, y no pudieron realizar los exámenes de final de año.
El caos en la favela de casi 200,000 personas refleja una plaga nacional. Brasil sufrió una cifra récord, con 61,000 muertes violentas en 2016, un número mayor que la pérdida de vidas estimada ese año en la guerra civil de Siria. Si bien los números no son directamente comparables, Brasil tiene 10 veces más población que Siria, pero la carnicería sigue siendo extraordinaria.
Para Rocinha, esta situación equivale a una dolorosa revisión de la fortuna a medida que la economía de Brasil crecía en los últimos años, los brotes verdes de una clase media había brotado. Se abrieron sucursales bancarias y joyerías en medio de las destartaladas cabañas de Rocinha. Las cadenas de comida rápida se mudaron allí, incluso los restaurantes especializados en sushi. Los diseñadores de moda vinieron de París y Nueva York para inspirarse en su brío urbano. Sus calles fueron retratadas en la animada película de Hollywood Rio. Los valores de la propiedad de las chozas de Rocinha, algunas con vistas a la estatua del Cristo Redentor, en el Monte Corcovado, se dispararon.
Las calles eran mucho más seguras gracias, en parte, al programa policial de pacificación de la ciudad, que pretendía expulsar a los narcotraficantes que habían impulsado las tasas de homicidio a máximos mortales en los años noventa y todavía estaban por todas partes.
Para muchos, como Samantha, la ola de crímenes actual es incluso peor que los primeros años de la violencia en Rocinha.
"No es como antes", relata. "Nadie cerraba las puertas. En medio de la noche, si necesitabas algo, podías salir y conseguirlo en la farmacia. Podías ir a la cafetería si tenías hambre… A cualquier hora. Pero estos tiempos que corren son malos", agrega al respecto.
Nicolly estaba inconsciente cuando su padrastro la llevó al Hospital Municipal Miguel Couto, el más cercano a Rocinha. Ya estaba cubierta de sangre. El personal médico determinó rápidamente que tenía una bala justo encima de su omóplato izquierdo y le practicaron una cirugía.
Mientras su aturdida madre esperaba, los disparos continuaban. "Parecía como si algo estuviera explotando", recordaría más tarde Samantha.
Esas escenas son cada vez más comunes en los hospitales de Río. Los médicos dicen que están luchando para hacer frente no solo a un aumento en las heridas de bala sino también a la metralla de las granadas.
"Estamos lidiando con el uso de armas de guerra en el área urbana", dice Ricardo Vassallo, jefe de cirugía general del Hospital Miguel Couto. Tiene un libro de referencia en su mesa: Cirugía de guerra en Afganistán e Irak.
"Conozco a médicos y enfermeras que tienen miedo de venir a trabajar aquí. Muchos piensan en irse de Río", comenta.
El estallido de violencia en Rocinha fue aparentemente provocado por la ejecución de tres de los principales traficantes por parte de sus rivales en agosto. Pero el mayor culpable, dicen los observadores, es la erosión del estado en una nación azotada por la crisis económica y la corrupción.