Diego Costa ya está aquí
Entró en el 64', marcó a los cinco minutos, casi se lesiona y tuvo su primer rifirrafe. Antes marcaron Godín y Torres y Griezmann redondeó la goleada. Debutó Vitolo.
Patricia Cazón
As
Minuto 63, segundo 48 y, Diego, dejas de ser sueño para volver a ser realidad. Y pisas el césped, para entrar en el partido, y todo lo de antes ya no importa, sólo lo haces tú, que de pronto estás ahí, al lado del Cholo, Camp d’Esports, y es como si nada hubiese pasado. Ni el tiempo. Los 1.320 días separados (qué largos). Tus años en Londres. Tus guerras los veranos por volver. De pronto estás aquí y todo eso ya da igual. Porque has vuelto después de tanto añorarte. Porque estás, al fin. La Bestia, El chico de Lagarto, haces del invierno una primavera por venir. ¿Sabes? En este tiempo han pasado por tu lugar otros. Mandzukic, Jacson, Vietto o ese mismo que te ha dado el cambio, Gameiro. Quien fuera, da igual, ninguno ha sabido leer la pizarra del Cholo como tú. Tú eras su tiza en el campo, el juego directo, todas las batallas pasaban por ti.
Nada más pisar el césped, las miradas, no pudieron evitarlo, se fueron a tu barriga y se toparon con la nada. Se fue. De aquellas fotos del verano, tras casi cien días de vacaciones y alguna pachanga en Lagarto, las desmenuzó el Profe Ortega según pisaste Madrid. Dieta, boxeo y entrenamientos. Sólo te faltaba esto. Esto, el juego. Cuando el partido comenzó, contigo en el banquillo, entre Griezmann y Vitolo, rodeado de fotógrafos, el Lleida tomó el balón con ganas de seguir siendo David contra Goliat. Y lo fue durante treinta y tres minutos.
Porque si en los primeros minutos a las carreras de Agudo le faltaron irse a puerta, entre Manu Molina y Radulovic fueron volcando el campo hacia Moyá y poniéndole su nombre a las ocasiones. Perdió Lucas un cuerpo a cuerpo y obligó a Moyá a un mano a mano con Agudo. Ganó el portero, pero en el aire quedaba el aviso. Que eliminar a la Real no fue casualidad, que el Lleida no es Cenicienta, pero las alas sólo le duraron hasta que Carrasco sacó el talento a la media hora. Porque inspirabas tú, Diego, y también Vitolo, llamado a ocupar esa derecha en la que el belga nunca se sintió cómodo.
Fue a balón parado, esa arma tan cholista, que también estuvo en la noche de tu regreso: envió el belga al corazón del área para que Godín peinara al segundo palo. El Faraón te daba también la bienvenida abriendo el partido.
De Carrasco también saldría el segundo gol con un pase cirujano, de tan preciso, a Gameiro. El francés asiste a Torres. Torres marca pero tarda en celebrar. Estaba el fuera de juego, aunque el asistente, mal colocado, no lo ve. Sube al marcador. En cinco minutos, eliminatoria resuelta y el gran momento aún por llegar. El vuestro, el tuyo, Diego, el tuyo.
Saúl lucía zancada, Carrasco regates y Aguado sumaba otra ocasión de cabeza a su particular cuenta para entretener la espera, nada más regresar el partido de la caseta. Porque el momento se acercaba sí. Sólo había que mirar a la banda. Ahí estabáis los tres. Griezmann, Vitolo y tú, bajo la mirada de ojos cruzados del Profe Ortega. Primero se calzó las espinilleras fue Vitolo, el primero en salir, por Carrasco, minuto 59’. Cuatro minutos dejó sólo Simeone antes del momento. Minuto 64, segundo 48. Cartelón al aire, tu número 18, por el 11 de un Correa del que es imposible recordar nada en el partido más allá de su nombre en el once. Tú le pusiste el tuyo al marcador a los tres minutos.
Qué ganas tenías de volver al juego, al gol. Inicias tú la jugada, te desmarcas mientras Gameiro hace un quiebro y abre para Juanfran, que centra raso al punto de penalti, donde estás tú que rematas, desde el suelo, a la red. Lo celebras, manos al cielo y tú enseguida al suelo. Hay un dolor: los tacos de Javi López sobre tu tibia derecha cuando empujaste la pelota a la red. El tiempo que se para. Tú que te quejas, el doctor que mira, Caminero que estudia el móvil, a Simeone que se le cubre el rostro de sombras. Se piensa ligamento, rodilla, pero pronto lo espantas, lo de la pierna es sólo una herida de guerra. Otra más. Porque vuelves y eres Diego Costa en esencia. Gol, susto, primera bronca. Acechas cada balón medio cojo y tiembla la hierba del Camp d’Esports ante tus pisadas, tus choques contra todos, que sigues con alma de cerilla. Griezmann te busca, juega para ti, y este partido ya muestra, que Simeone ya tiene pareja en el gol. Griezmann cierra con el suyo el partido, de falta sobre Gameiro, que envía a la red. El gol llama a gol y Diego, acabas de llegar, y el Atleti ya nota que volviste, cuánto Ninguno olvidamos que la vida contigo puede ser maravillosa. Simeone el primero.
Patricia Cazón
As
Minuto 63, segundo 48 y, Diego, dejas de ser sueño para volver a ser realidad. Y pisas el césped, para entrar en el partido, y todo lo de antes ya no importa, sólo lo haces tú, que de pronto estás ahí, al lado del Cholo, Camp d’Esports, y es como si nada hubiese pasado. Ni el tiempo. Los 1.320 días separados (qué largos). Tus años en Londres. Tus guerras los veranos por volver. De pronto estás aquí y todo eso ya da igual. Porque has vuelto después de tanto añorarte. Porque estás, al fin. La Bestia, El chico de Lagarto, haces del invierno una primavera por venir. ¿Sabes? En este tiempo han pasado por tu lugar otros. Mandzukic, Jacson, Vietto o ese mismo que te ha dado el cambio, Gameiro. Quien fuera, da igual, ninguno ha sabido leer la pizarra del Cholo como tú. Tú eras su tiza en el campo, el juego directo, todas las batallas pasaban por ti.
Nada más pisar el césped, las miradas, no pudieron evitarlo, se fueron a tu barriga y se toparon con la nada. Se fue. De aquellas fotos del verano, tras casi cien días de vacaciones y alguna pachanga en Lagarto, las desmenuzó el Profe Ortega según pisaste Madrid. Dieta, boxeo y entrenamientos. Sólo te faltaba esto. Esto, el juego. Cuando el partido comenzó, contigo en el banquillo, entre Griezmann y Vitolo, rodeado de fotógrafos, el Lleida tomó el balón con ganas de seguir siendo David contra Goliat. Y lo fue durante treinta y tres minutos.
Porque si en los primeros minutos a las carreras de Agudo le faltaron irse a puerta, entre Manu Molina y Radulovic fueron volcando el campo hacia Moyá y poniéndole su nombre a las ocasiones. Perdió Lucas un cuerpo a cuerpo y obligó a Moyá a un mano a mano con Agudo. Ganó el portero, pero en el aire quedaba el aviso. Que eliminar a la Real no fue casualidad, que el Lleida no es Cenicienta, pero las alas sólo le duraron hasta que Carrasco sacó el talento a la media hora. Porque inspirabas tú, Diego, y también Vitolo, llamado a ocupar esa derecha en la que el belga nunca se sintió cómodo.
Fue a balón parado, esa arma tan cholista, que también estuvo en la noche de tu regreso: envió el belga al corazón del área para que Godín peinara al segundo palo. El Faraón te daba también la bienvenida abriendo el partido.
De Carrasco también saldría el segundo gol con un pase cirujano, de tan preciso, a Gameiro. El francés asiste a Torres. Torres marca pero tarda en celebrar. Estaba el fuera de juego, aunque el asistente, mal colocado, no lo ve. Sube al marcador. En cinco minutos, eliminatoria resuelta y el gran momento aún por llegar. El vuestro, el tuyo, Diego, el tuyo.
Saúl lucía zancada, Carrasco regates y Aguado sumaba otra ocasión de cabeza a su particular cuenta para entretener la espera, nada más regresar el partido de la caseta. Porque el momento se acercaba sí. Sólo había que mirar a la banda. Ahí estabáis los tres. Griezmann, Vitolo y tú, bajo la mirada de ojos cruzados del Profe Ortega. Primero se calzó las espinilleras fue Vitolo, el primero en salir, por Carrasco, minuto 59’. Cuatro minutos dejó sólo Simeone antes del momento. Minuto 64, segundo 48. Cartelón al aire, tu número 18, por el 11 de un Correa del que es imposible recordar nada en el partido más allá de su nombre en el once. Tú le pusiste el tuyo al marcador a los tres minutos.
Qué ganas tenías de volver al juego, al gol. Inicias tú la jugada, te desmarcas mientras Gameiro hace un quiebro y abre para Juanfran, que centra raso al punto de penalti, donde estás tú que rematas, desde el suelo, a la red. Lo celebras, manos al cielo y tú enseguida al suelo. Hay un dolor: los tacos de Javi López sobre tu tibia derecha cuando empujaste la pelota a la red. El tiempo que se para. Tú que te quejas, el doctor que mira, Caminero que estudia el móvil, a Simeone que se le cubre el rostro de sombras. Se piensa ligamento, rodilla, pero pronto lo espantas, lo de la pierna es sólo una herida de guerra. Otra más. Porque vuelves y eres Diego Costa en esencia. Gol, susto, primera bronca. Acechas cada balón medio cojo y tiembla la hierba del Camp d’Esports ante tus pisadas, tus choques contra todos, que sigues con alma de cerilla. Griezmann te busca, juega para ti, y este partido ya muestra, que Simeone ya tiene pareja en el gol. Griezmann cierra con el suyo el partido, de falta sobre Gameiro, que envía a la red. El gol llama a gol y Diego, acabas de llegar, y el Atleti ya nota que volviste, cuánto Ninguno olvidamos que la vida contigo puede ser maravillosa. Simeone el primero.