Carlos Sainz, campeón del Dakar más duro de Sudamérica
El piloto madrileño ganó en Córdoba y con Peugeot su segundo Dakar (el primero fue en 2010). Segundo fue Al Attiyah y tercero De Villiers.
Jesús Balseiro
As
Quizá sea la última gesta de un piloto eterno. A Carlos Sainz se le escapó alguna lágrima cuando pisó el techo de su Peugeot junto a Lucas Cruz y Bruno Famin y por fin pudo dejar de contenerse y celebrar su segunda victoria en el Dakar. Se hizo esperar, pero llega en una edición que se recordará por su extrema dureza durante 14 etapas reinas. Se quedó Roma en las dunas de Pisco. Despres rompió una rueda al poco de empezar. Loeb tampoco superó la arena de Perú. Al Attiyah cedió demasiado tiempo con las pequeñas averías de su Toyota. Peterhansel llegó a sentir nervios y acabó con sus opciones en la etapa maratón de Uyuni. Es el Dakar más duro de todos los que se han realizado en Sudamérica, el verdadero homenaje a la carrera en el 40º aniversario de su creación, y después de completar la última especial de 120 kilómetros lo ha ganado Carlos Sainz. Segundo es Al Attiyah y tercero De Villiers, quien se adjudicó la etapa final.
El madrileño abrazó el liderato en el ecuador del raid después de que un accidente de Peterhansel esquivando el quad de Kees Koolen le hiciera perder casi dos horas. Desde entonces, conducción paciente pero competitiva para seguir subiendo peldaños y acercándose a Córdoba. Ni un solo incidente grave para él, ninguna avería que requiriera echar el pie a tierra demasiado tiempo para ponerse a trabajar. Algún momento tenso, como cuando su caja de cambios le impedía pasar de la tercera velocidad. Y sólo un hecho que pudo romper su paz: una penalización de 10 minutos que siempre calificó de injusta y que los comisarios eliminaron tras comprobar las telemetrías. Mientras tanto, por detrás, todos se daban de bruces con los problemas, con el Dakar.
En Perú las dunas masacraron a los participantes así que Peterhansel, el jefe de la caravana, cogió su ventaja. Nunca más de media hora sobre Sainz. Bolivia fue el terreno del madrileño, llegaron sus caminos favoritos y las primeras averías de los demás hasta que en aquella jornada maratón La Paz-Uyuni, la etapa decisiva para los coches, Carlos tomaba una hora para administrarla convenientemente en esta última semana de Argentina que ha retorcido y exprimido las últimas fuerzas que quedaban en la caravana dakariana.
El bicampeón del mundo de rallys (1990 y 1992), con 26 victorias en el WRC, lo ha conseguido, esta vez con Peugeot. La marca quiso contar con él desde el inicio de su proyecto y para él era un reto ganar la carrera con un coche de dos ruedas motrices, un buggy de grandes dimensiones que lee el terreno y se adapta a él con velocidades inalcanzables para otros, a veces incluso para los 4x4. El anterior Dakar lo consiguió en 2010 con Volkswagen, un tracción total.
“Me haría mucha, mucha ilusión que Carlos ganara el Dakar con Peugeot”, reconocía hace meses Bruno Famin cuando se señalaba a la marca por su querencia hacia los pilotos franceses. ¿Y ahora? la firma del león abandona los raids con un balance impoluto, tres victorias en cuatro años, dos de Peterhansel y una de Carlos. Y Sainz, como siempre, decidirá más adelante si merece la pena volver, si hay un proyecto lo suficientemente interesante como para intentarlo de nuevo. “Pero tengo 55 años y el final está cada vez más cerca. Además sé de alguien, mi mujer, que se alegrará mucho cuando deje de correr”, dijo antes de partir a Lima. Puede que esta sea la última, quizás haya más en el futuro. Pero es otra gesta del piloto eterno.
Jesús Balseiro
As
Quizá sea la última gesta de un piloto eterno. A Carlos Sainz se le escapó alguna lágrima cuando pisó el techo de su Peugeot junto a Lucas Cruz y Bruno Famin y por fin pudo dejar de contenerse y celebrar su segunda victoria en el Dakar. Se hizo esperar, pero llega en una edición que se recordará por su extrema dureza durante 14 etapas reinas. Se quedó Roma en las dunas de Pisco. Despres rompió una rueda al poco de empezar. Loeb tampoco superó la arena de Perú. Al Attiyah cedió demasiado tiempo con las pequeñas averías de su Toyota. Peterhansel llegó a sentir nervios y acabó con sus opciones en la etapa maratón de Uyuni. Es el Dakar más duro de todos los que se han realizado en Sudamérica, el verdadero homenaje a la carrera en el 40º aniversario de su creación, y después de completar la última especial de 120 kilómetros lo ha ganado Carlos Sainz. Segundo es Al Attiyah y tercero De Villiers, quien se adjudicó la etapa final.
El madrileño abrazó el liderato en el ecuador del raid después de que un accidente de Peterhansel esquivando el quad de Kees Koolen le hiciera perder casi dos horas. Desde entonces, conducción paciente pero competitiva para seguir subiendo peldaños y acercándose a Córdoba. Ni un solo incidente grave para él, ninguna avería que requiriera echar el pie a tierra demasiado tiempo para ponerse a trabajar. Algún momento tenso, como cuando su caja de cambios le impedía pasar de la tercera velocidad. Y sólo un hecho que pudo romper su paz: una penalización de 10 minutos que siempre calificó de injusta y que los comisarios eliminaron tras comprobar las telemetrías. Mientras tanto, por detrás, todos se daban de bruces con los problemas, con el Dakar.
En Perú las dunas masacraron a los participantes así que Peterhansel, el jefe de la caravana, cogió su ventaja. Nunca más de media hora sobre Sainz. Bolivia fue el terreno del madrileño, llegaron sus caminos favoritos y las primeras averías de los demás hasta que en aquella jornada maratón La Paz-Uyuni, la etapa decisiva para los coches, Carlos tomaba una hora para administrarla convenientemente en esta última semana de Argentina que ha retorcido y exprimido las últimas fuerzas que quedaban en la caravana dakariana.
El bicampeón del mundo de rallys (1990 y 1992), con 26 victorias en el WRC, lo ha conseguido, esta vez con Peugeot. La marca quiso contar con él desde el inicio de su proyecto y para él era un reto ganar la carrera con un coche de dos ruedas motrices, un buggy de grandes dimensiones que lee el terreno y se adapta a él con velocidades inalcanzables para otros, a veces incluso para los 4x4. El anterior Dakar lo consiguió en 2010 con Volkswagen, un tracción total.
“Me haría mucha, mucha ilusión que Carlos ganara el Dakar con Peugeot”, reconocía hace meses Bruno Famin cuando se señalaba a la marca por su querencia hacia los pilotos franceses. ¿Y ahora? la firma del león abandona los raids con un balance impoluto, tres victorias en cuatro años, dos de Peterhansel y una de Carlos. Y Sainz, como siempre, decidirá más adelante si merece la pena volver, si hay un proyecto lo suficientemente interesante como para intentarlo de nuevo. “Pero tengo 55 años y el final está cada vez más cerca. Además sé de alguien, mi mujer, que se alegrará mucho cuando deje de correr”, dijo antes de partir a Lima. Puede que esta sea la última, quizás haya más en el futuro. Pero es otra gesta del piloto eterno.