Trump apunta a Rusia y China como rivales que amenazan la prosperidad de EEUU
La nueva estrategia de Seguridad Nacional devuelve el mundo al conflicto entre superpotencias y elimina el cambio climático como peligro
Amanda Mars
Washington, El País
China y Rusia constituyen para Estados Unidos dos poderes “revisionistas” que buscan erosionar la prosperidad americana y crear un mundo en las antípodas de los valores americanos. Esa es la columna vertebral de la estrategia de seguridad presentada este lunes por Donald Trump, un documento que elimina el cambio climático como amenaza, recupera el lenguaje de rivalidad de la Guerra Fría y plasma la doctrina del América Primero con la habitual dosis de contradicción del trumpismo. Washington señala como enemigos a Moscú y Pekín, pese a los intentos de proximidad que el nuevo presidente americano ha mostrado con sus líderes desde que llegó a la Casa Blanca.
La hoja de ruta en materia de seguridad ha llegado a los 11 meses de la era Trump, fruto de lo que la Casa Blanca asegura que ha supuesto un amplio debate entre funcionarios y asesores. El mundo que dibuja es uno en el que la carrera entre superpotencias vuelve al primer plano tras unos años de algo parecido a una tregua o, peor, un descuido. “Después de haber sido desestimada como un fenómeno del siglo pasado, la competencia entre grandes poderes ha vuelto”, dice el documento. Y en esa pugna, China y Rusia son los rivales a vencer: “Están decididas a hacer las economías menos libres y menos justas, a hacer crecer sus Ejércitos, controlar la información y reprimir sus sociedades para expandir su influencia”, añade.
Las referencias a otras potencias, sobre todo China, como "socios estratégicos", que solían usar presidentes demócratas como Barack Obama o Bill Clinton dan paso ahora al apelativo de "competidor", un cambio de prisma que agradará a los halcones que veían en el globalismo de Obama un exceso de generosidad o ingenuidad.
El documento revela, en el fondo, la pugna de Estados Unidos y China por el predominio mundial, en un momento en el que el gigante asiático juega al contrapoder de la América de Trump, toma la bandera de la lucha contra el cambio climático o se pasea por el Foro económico de Davos como líder económico alternativo, frente al repliegue de Washington en los tratados internacionales. Y al margen del relato, hay datos que preocupan en la Casa Blanca: la economía china ha superado a la estadounidense si se mira el poder de paridad de compra.
"América vuelve con fuerza", proclamó Trump al principio de la presentación de la estrategia, "América va a a ganar", concluyó. La hoja de ruta se encuentra más cerca del discurso del Trump candidato, el que bramaba contra las ventajas que las reglas de juego comerciales suponían para China, en perjuicio de Estados Unidos, que al presidente que ha tratado de congraciarse con Pekín para lograr más presión contra el régimen de Corea del Norte. De hecho, el Gobierno americano ha llegado a hacer explícito que la negociación para reducir el enorme déficit comercial con el gigante asiático se vería afectada por los avances en las conversaciones sobre el conflicto norcoreano y su escalada nuclear. En su visita a China, el presidente americano jugó a la Real Politik y obvió por completo, al menos en público, cualquier mención a los derechos humanos.
"Sabemos que necesitamos a China, para continuar trabajando con ellos en el problema de Corea del Norte. No es mutuamente excluyente. Estamos trabajando juntos para cooperar al mismo tiempo que reconocemos que también existe competencia", señaló un funcionario de la Administración Trump en una conferencia informativa previa a la presentación del plan.
Washington advierte contra la asunción de que la entrada de los países conflictivos en organismos interncionales les acaba convirtiendo es "socios fiables" y "actores benignos", se trata de "una premisa falsa".
También hay contraste entre lo que dice este documento de seguridad y las palabras que el mandatario estadounidense ha dedicado hasta ahora a Vladímir Putin. Trump ha llegado a cuestionar a los servicios de inteligencia estadounidenses, que dan por segura la injerencia del Kremlin en las elecciones presidenciales, y ha elogiado en varias ocasiones al líder ruso. Esta simpatía, de hecho, ha causado desoncierto en esos republicanos más tradicionales que siguen viendo a Rusia como su viejo enemigo de la Guerra Fría, máxime cuando existe una investigación en marcha sobre si la campaña de Trump colaboró con Moscú en esa estratagema para dañar la candidatura de la demócrata Hillary Clinton y favorecer la llegada a la presidencia del empresario neoyorquino.
Trump ha dicho públicamente que cree en la palabra de Putin, por encima de la del FBI o la CIA, cuando niega semejante campaña y ha destacado la inteligencia del presidente ruso. Pero en la estrategia ha dejado escrito que "China y Rusia usan la tecnología, la propaganda y la coerción para crear un mundo que es la antítesis de nuestros intereses y valores". En concreto, Washington considera que ambas países intenta revisar el status quo global, en el caso de Rusia, con sus incursiones militares en Ucrania y Georgia, y, en el de China, su intervención en el mar de China Meridional.
Amanda Mars
Washington, El País
China y Rusia constituyen para Estados Unidos dos poderes “revisionistas” que buscan erosionar la prosperidad americana y crear un mundo en las antípodas de los valores americanos. Esa es la columna vertebral de la estrategia de seguridad presentada este lunes por Donald Trump, un documento que elimina el cambio climático como amenaza, recupera el lenguaje de rivalidad de la Guerra Fría y plasma la doctrina del América Primero con la habitual dosis de contradicción del trumpismo. Washington señala como enemigos a Moscú y Pekín, pese a los intentos de proximidad que el nuevo presidente americano ha mostrado con sus líderes desde que llegó a la Casa Blanca.
La hoja de ruta en materia de seguridad ha llegado a los 11 meses de la era Trump, fruto de lo que la Casa Blanca asegura que ha supuesto un amplio debate entre funcionarios y asesores. El mundo que dibuja es uno en el que la carrera entre superpotencias vuelve al primer plano tras unos años de algo parecido a una tregua o, peor, un descuido. “Después de haber sido desestimada como un fenómeno del siglo pasado, la competencia entre grandes poderes ha vuelto”, dice el documento. Y en esa pugna, China y Rusia son los rivales a vencer: “Están decididas a hacer las economías menos libres y menos justas, a hacer crecer sus Ejércitos, controlar la información y reprimir sus sociedades para expandir su influencia”, añade.
Las referencias a otras potencias, sobre todo China, como "socios estratégicos", que solían usar presidentes demócratas como Barack Obama o Bill Clinton dan paso ahora al apelativo de "competidor", un cambio de prisma que agradará a los halcones que veían en el globalismo de Obama un exceso de generosidad o ingenuidad.
El documento revela, en el fondo, la pugna de Estados Unidos y China por el predominio mundial, en un momento en el que el gigante asiático juega al contrapoder de la América de Trump, toma la bandera de la lucha contra el cambio climático o se pasea por el Foro económico de Davos como líder económico alternativo, frente al repliegue de Washington en los tratados internacionales. Y al margen del relato, hay datos que preocupan en la Casa Blanca: la economía china ha superado a la estadounidense si se mira el poder de paridad de compra.
"América vuelve con fuerza", proclamó Trump al principio de la presentación de la estrategia, "América va a a ganar", concluyó. La hoja de ruta se encuentra más cerca del discurso del Trump candidato, el que bramaba contra las ventajas que las reglas de juego comerciales suponían para China, en perjuicio de Estados Unidos, que al presidente que ha tratado de congraciarse con Pekín para lograr más presión contra el régimen de Corea del Norte. De hecho, el Gobierno americano ha llegado a hacer explícito que la negociación para reducir el enorme déficit comercial con el gigante asiático se vería afectada por los avances en las conversaciones sobre el conflicto norcoreano y su escalada nuclear. En su visita a China, el presidente americano jugó a la Real Politik y obvió por completo, al menos en público, cualquier mención a los derechos humanos.
"Sabemos que necesitamos a China, para continuar trabajando con ellos en el problema de Corea del Norte. No es mutuamente excluyente. Estamos trabajando juntos para cooperar al mismo tiempo que reconocemos que también existe competencia", señaló un funcionario de la Administración Trump en una conferencia informativa previa a la presentación del plan.
Washington advierte contra la asunción de que la entrada de los países conflictivos en organismos interncionales les acaba convirtiendo es "socios fiables" y "actores benignos", se trata de "una premisa falsa".
También hay contraste entre lo que dice este documento de seguridad y las palabras que el mandatario estadounidense ha dedicado hasta ahora a Vladímir Putin. Trump ha llegado a cuestionar a los servicios de inteligencia estadounidenses, que dan por segura la injerencia del Kremlin en las elecciones presidenciales, y ha elogiado en varias ocasiones al líder ruso. Esta simpatía, de hecho, ha causado desoncierto en esos republicanos más tradicionales que siguen viendo a Rusia como su viejo enemigo de la Guerra Fría, máxime cuando existe una investigación en marcha sobre si la campaña de Trump colaboró con Moscú en esa estratagema para dañar la candidatura de la demócrata Hillary Clinton y favorecer la llegada a la presidencia del empresario neoyorquino.
Trump ha dicho públicamente que cree en la palabra de Putin, por encima de la del FBI o la CIA, cuando niega semejante campaña y ha destacado la inteligencia del presidente ruso. Pero en la estrategia ha dejado escrito que "China y Rusia usan la tecnología, la propaganda y la coerción para crear un mundo que es la antítesis de nuestros intereses y valores". En concreto, Washington considera que ambas países intenta revisar el status quo global, en el caso de Rusia, con sus incursiones militares en Ucrania y Georgia, y, en el de China, su intervención en el mar de China Meridional.