Israel despliega tropas ante la amenaza de una oleada de violencia palestina
Hamás llama a una tercera Intifada tras la declaración de Trump sobre Jerusalén
Juan Carlos Sanz
Corresponsal en Oriente Próximo
Jerusalén, El País
Nubladas por el humo de las hogueras, en las calles palestinas ha vuelto a retumbar este jueves el eco de los disparos y de las pedradas cuando se cumplen 30 años de la primera Intifada. Al día siguiente de la declaración del presidente Donald Trump que reconocía a Jerusalén como capital de Israel, el estallido de ira empezó a cobrar fuerza. Los enfrentamientos entre manifestantes palestinos y fuerzas de seguridad que se sucedieron en el este de la Ciudad Santa y en Cisjordania y en los lindes de Gaza se saldaron con más de un centenar de heridos, de los que dos decenas presentaban impactos de bala.
El Ejército ha reforzado con varios batallones (cientos de soldados) y con decenas de unidades de policía la seguridad en los territorios ocupados ante la amenaza de que se desate una oleada de violencia incontrolable. Desde la segunda Intifada (2000-2005), el estallido más grave registrado se inició en octubre de 2015 —con apuñalamientos y ataques con vehículos— y el pasado verano, cuando la introducción de medidas de vigilancia policial extraordinarias en la mezquita de Al Aqsa desencadenaron un alzamiento palestino.
El movimiento islamista Hamás ha llamado este jueves a reemprender las protestas tras el rezo en las mezquitas de este viernes. Su máximo líder, Ismail Haniya, ha convocado desde su feudo de Gaza el arranque de la tercera Intifada en el día sagrado musulmán “en defensa de Jerusalén”.
Junto al límite del enclave costero en Jan Yunis (sureste) se han registrado choques con las tropas israelíes que se saldaron con heridos graves. Los enfrentamientos también han sido intensos en los accesos a Ramala, sede administrativa de la Autoridad Palestina en el centro de Cisjordania, y de Belén, en Nablus (norte), y sobre todo en Hebrón (sur), ciudad compartida por unos centenares de colonos con 200.000 palestinos.
Las fuerzas de seguridad —soldados y policía de fronteras— han intentado dispersar los disturbios —protagonizados por jóvenes que marchaban al grito de “Jerusalén es la capital de Palestina”— con disparos de granadas de gases lacrimógenos, balas recubiertas de goma y fuego real, según los informes recogidos por la Media Luna Roja Palestina.
En medio de la creciente tensión en Jerusalén y Cisjordania, las sirenas antiaéreas han vuelto a sembrar la alarma en el sur de Israel. El Ejército ha informado de que dos cohetes lanzados desde Gaza han acabado impactando cerca de la frontera en el interior de la Franja palestina. Ya entrada la noche, la Fuerza Aérea ha respondido con la medida de represalia habitual: bombardeos selectivos contra posiciones militares de Hamás, a pesar de que los lanzamientos de cohetes suelen ser atribuidos a las Brigadas Al Quds, la milicia de la Yihad Islámica o a grupos radicales salafistas cercanos al ISIS.
El temor a que se produzcan sangrientos enfrentamientos este viernes —tras el llamamiento a la movilización popular— se ha visto acrecentado este jueves por las violentas protestas surgidas durante la huelga general convocada por partidos y organizaciones sociales palestinas, que han tenido un amplio seguimiento. La huelga contra la decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y el anuncio del traslado de la Embajada de EE UU desde Tel Aviv ha sido secundada por los comerciantes de Jerusalén Este y de las grandes poblaciones palestinas, así como en las universidades y el resto de los centros educativos.
A pesar de que el presidente Trump insistió en que su declaración no implicaba la determinación de fronteras municipales definitivas ni del estatuto final de Jerusalén, los dirigentes palestinos consideran que EE UU se ha decantado ya en favor del bando israelí, antes siquiera de que hayan comenzado las negociaciones. La promesa de una solución de los dos Estados sin la mediación imparcial de Washington —la única potencia que tiene capacidad real de imponer su dictado a Israel— pierde sentido para la mayoría de los palestinos. Su identidad nacional está precisamente simbolizada por su presencia en la ciudad de Jerusalén y vinculada históricamente a los santos lugares islámicos de la Explanada de las Mezquitas.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, mientras tanto, se felicitaba de nuevo este jueves por la declaración de Trump. “No tengo ninguna duda de que otros países van a trasladar sus embajadas a Jerusalén”, ha asegurado en un acto diplomático. La prensa de Israel anticipaba que República Checa y Filipinas serán los primeros en seguir los pasos de EE UU tras romper siete décadas de consenso internacional sobre la Ciudad Santa.
Juan Carlos Sanz
Corresponsal en Oriente Próximo
Jerusalén, El País
Nubladas por el humo de las hogueras, en las calles palestinas ha vuelto a retumbar este jueves el eco de los disparos y de las pedradas cuando se cumplen 30 años de la primera Intifada. Al día siguiente de la declaración del presidente Donald Trump que reconocía a Jerusalén como capital de Israel, el estallido de ira empezó a cobrar fuerza. Los enfrentamientos entre manifestantes palestinos y fuerzas de seguridad que se sucedieron en el este de la Ciudad Santa y en Cisjordania y en los lindes de Gaza se saldaron con más de un centenar de heridos, de los que dos decenas presentaban impactos de bala.
El Ejército ha reforzado con varios batallones (cientos de soldados) y con decenas de unidades de policía la seguridad en los territorios ocupados ante la amenaza de que se desate una oleada de violencia incontrolable. Desde la segunda Intifada (2000-2005), el estallido más grave registrado se inició en octubre de 2015 —con apuñalamientos y ataques con vehículos— y el pasado verano, cuando la introducción de medidas de vigilancia policial extraordinarias en la mezquita de Al Aqsa desencadenaron un alzamiento palestino.
El movimiento islamista Hamás ha llamado este jueves a reemprender las protestas tras el rezo en las mezquitas de este viernes. Su máximo líder, Ismail Haniya, ha convocado desde su feudo de Gaza el arranque de la tercera Intifada en el día sagrado musulmán “en defensa de Jerusalén”.
Junto al límite del enclave costero en Jan Yunis (sureste) se han registrado choques con las tropas israelíes que se saldaron con heridos graves. Los enfrentamientos también han sido intensos en los accesos a Ramala, sede administrativa de la Autoridad Palestina en el centro de Cisjordania, y de Belén, en Nablus (norte), y sobre todo en Hebrón (sur), ciudad compartida por unos centenares de colonos con 200.000 palestinos.
Las fuerzas de seguridad —soldados y policía de fronteras— han intentado dispersar los disturbios —protagonizados por jóvenes que marchaban al grito de “Jerusalén es la capital de Palestina”— con disparos de granadas de gases lacrimógenos, balas recubiertas de goma y fuego real, según los informes recogidos por la Media Luna Roja Palestina.
En medio de la creciente tensión en Jerusalén y Cisjordania, las sirenas antiaéreas han vuelto a sembrar la alarma en el sur de Israel. El Ejército ha informado de que dos cohetes lanzados desde Gaza han acabado impactando cerca de la frontera en el interior de la Franja palestina. Ya entrada la noche, la Fuerza Aérea ha respondido con la medida de represalia habitual: bombardeos selectivos contra posiciones militares de Hamás, a pesar de que los lanzamientos de cohetes suelen ser atribuidos a las Brigadas Al Quds, la milicia de la Yihad Islámica o a grupos radicales salafistas cercanos al ISIS.
El temor a que se produzcan sangrientos enfrentamientos este viernes —tras el llamamiento a la movilización popular— se ha visto acrecentado este jueves por las violentas protestas surgidas durante la huelga general convocada por partidos y organizaciones sociales palestinas, que han tenido un amplio seguimiento. La huelga contra la decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y el anuncio del traslado de la Embajada de EE UU desde Tel Aviv ha sido secundada por los comerciantes de Jerusalén Este y de las grandes poblaciones palestinas, así como en las universidades y el resto de los centros educativos.
A pesar de que el presidente Trump insistió en que su declaración no implicaba la determinación de fronteras municipales definitivas ni del estatuto final de Jerusalén, los dirigentes palestinos consideran que EE UU se ha decantado ya en favor del bando israelí, antes siquiera de que hayan comenzado las negociaciones. La promesa de una solución de los dos Estados sin la mediación imparcial de Washington —la única potencia que tiene capacidad real de imponer su dictado a Israel— pierde sentido para la mayoría de los palestinos. Su identidad nacional está precisamente simbolizada por su presencia en la ciudad de Jerusalén y vinculada históricamente a los santos lugares islámicos de la Explanada de las Mezquitas.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, mientras tanto, se felicitaba de nuevo este jueves por la declaración de Trump. “No tengo ninguna duda de que otros países van a trasladar sus embajadas a Jerusalén”, ha asegurado en un acto diplomático. La prensa de Israel anticipaba que República Checa y Filipinas serán los primeros en seguir los pasos de EE UU tras romper siete décadas de consenso internacional sobre la Ciudad Santa.