El Madrid deja pasar otro tren
Le faltó precisión para superar a un Athletic combativo. Benzema y Cristiano tropezaron con los palos. Ramos, expulsado, Casemiro y Carvajal, bajas ante el Sevilla.
Luis Nieto
As
El Madrid dejó ir otro tren en San Mamés. Este mundo hiperbólico en el que vive le metió en la Liga en el Camp Nou y volvió a verse fuera de ella en Bilbao. De repente, se le han cerrado todos los caminos al gol, con Cristiano a la cabeza de la manifestación. Porque esta vez, donde llegó la actitud no llegó la precisión. Y en la refriega perdió a tres titulares ante el Sevilla (Ramos, Carvajal y Casemiro).
La presentación del Madrid en el partido estuvo en consonancia con la oportunidad que se le había abierto en el Camp Nou: conciencia de grupo, presión alta, posesiones largas para divorciar al Athletic de su público. Todas decisiones de alto mando de alcance limitado, explicable porque el equipo de Ziganda, que lleva tiempo caminando sobre cristales, conserva un alto sentido del deber. Lo suyo es más creencia que ciencia: caudal entusiasta y desembocadura demasiado estrecha de su ataque. Es Aduriz o nada. Pero supo templar ese arranque de gran perseguidor que tuvo el Madrid y no le dio la espalda a un partido en carne viva.
El equipo de Zidane ha perdido parte de sus rutinas de campeón: los goles de Cristiano, la fiabilidad de Modric, el baile de pases de Kroos. En San Mamés retomó ese camino, aunque no sacase más conclusión que los balones colgados al centro del área, una golosina para los dos centrales suplentes del Athletic. Trasladar la planta de producción a las bandas pide otro delantero diferente a Benzema, un rematador vocacional, aunque el francés desplegó más actividad que en los últimos tiempos. Quizá porque la defensa adelantada del Athletic invitaba al fútbol al espacio. Esta vez no se quedó a la sopa boba. Se abrió a los costados y estuvo a punto de adelantar al Madrid con una maniobra de gran finura: control con el pecho y media vuelta al palo. Kepa, cachorro arrojado a los leones, lo siguió con la mirada.
Aquel maderazo interrumpió el discurso del Madrid, porque aunque siguió andando más cerca del gol también sufrió picaduras. Williams resultó inabordable por la derecha y Aduriz, delantero emocional, no dejó pasar una. Es de ganadería brava. En un cabezazo al primer palo probó de verdad a Keylor Navas. Aquellos asaltos del Athletic se alternaron con largas estancias del Madrid en campo ajeno, especialmente tras la lesión de Iturraspe, con Modric y Kroos más entonados. Especialmente el croata. Pero faltó que el alemán acertase con dos buenos disparos al borde del área y que Isco, que ha tenido tardes más ocurrentes, enhebrara algún pase definitivo en aquel río revuelto del Athletic, en pánico por el chapapote de resultados en el que anda metido. Cristiano anduvo perdido en el bosque rojiblanco.
Todo sucedió más deprisa tras el descanso. Y en sentido inverso. El Athletic se lanzó por la pendiente de salida y Aduriz estuvo cerca del gol en un remate desde la frontal. Pero conforme paró el Madrid la embestida Susaeta y Williams fueron a menos y Modric, a más. Sin embargo, persistió ese efecto frontera en el área del Athletic, donde se desvanecía por la falta de precisión el juego elaborado del equipo blanco, hasta tal punto que el mejor remate de Cristiano, que tocó el palo, llegó desde la frontal.
El final del partido fue monocolor, con el Athletic acuartelado, suplicando el empate, y el Madrid quedándose siempre en el casi. Zidane cambió tarde, signo evidente que aprecia un mundo entre titulares y suplentes. Y Ramos apagó la llama con su expulsión. La Liga sigue igual, la peor noticia que puede recibir el Madrid.
Luis Nieto
As
El Madrid dejó ir otro tren en San Mamés. Este mundo hiperbólico en el que vive le metió en la Liga en el Camp Nou y volvió a verse fuera de ella en Bilbao. De repente, se le han cerrado todos los caminos al gol, con Cristiano a la cabeza de la manifestación. Porque esta vez, donde llegó la actitud no llegó la precisión. Y en la refriega perdió a tres titulares ante el Sevilla (Ramos, Carvajal y Casemiro).
La presentación del Madrid en el partido estuvo en consonancia con la oportunidad que se le había abierto en el Camp Nou: conciencia de grupo, presión alta, posesiones largas para divorciar al Athletic de su público. Todas decisiones de alto mando de alcance limitado, explicable porque el equipo de Ziganda, que lleva tiempo caminando sobre cristales, conserva un alto sentido del deber. Lo suyo es más creencia que ciencia: caudal entusiasta y desembocadura demasiado estrecha de su ataque. Es Aduriz o nada. Pero supo templar ese arranque de gran perseguidor que tuvo el Madrid y no le dio la espalda a un partido en carne viva.
El equipo de Zidane ha perdido parte de sus rutinas de campeón: los goles de Cristiano, la fiabilidad de Modric, el baile de pases de Kroos. En San Mamés retomó ese camino, aunque no sacase más conclusión que los balones colgados al centro del área, una golosina para los dos centrales suplentes del Athletic. Trasladar la planta de producción a las bandas pide otro delantero diferente a Benzema, un rematador vocacional, aunque el francés desplegó más actividad que en los últimos tiempos. Quizá porque la defensa adelantada del Athletic invitaba al fútbol al espacio. Esta vez no se quedó a la sopa boba. Se abrió a los costados y estuvo a punto de adelantar al Madrid con una maniobra de gran finura: control con el pecho y media vuelta al palo. Kepa, cachorro arrojado a los leones, lo siguió con la mirada.
Aquel maderazo interrumpió el discurso del Madrid, porque aunque siguió andando más cerca del gol también sufrió picaduras. Williams resultó inabordable por la derecha y Aduriz, delantero emocional, no dejó pasar una. Es de ganadería brava. En un cabezazo al primer palo probó de verdad a Keylor Navas. Aquellos asaltos del Athletic se alternaron con largas estancias del Madrid en campo ajeno, especialmente tras la lesión de Iturraspe, con Modric y Kroos más entonados. Especialmente el croata. Pero faltó que el alemán acertase con dos buenos disparos al borde del área y que Isco, que ha tenido tardes más ocurrentes, enhebrara algún pase definitivo en aquel río revuelto del Athletic, en pánico por el chapapote de resultados en el que anda metido. Cristiano anduvo perdido en el bosque rojiblanco.
Todo sucedió más deprisa tras el descanso. Y en sentido inverso. El Athletic se lanzó por la pendiente de salida y Aduriz estuvo cerca del gol en un remate desde la frontal. Pero conforme paró el Madrid la embestida Susaeta y Williams fueron a menos y Modric, a más. Sin embargo, persistió ese efecto frontera en el área del Athletic, donde se desvanecía por la falta de precisión el juego elaborado del equipo blanco, hasta tal punto que el mejor remate de Cristiano, que tocó el palo, llegó desde la frontal.
El final del partido fue monocolor, con el Athletic acuartelado, suplicando el empate, y el Madrid quedándose siempre en el casi. Zidane cambió tarde, signo evidente que aprecia un mundo entre titulares y suplentes. Y Ramos apagó la llama con su expulsión. La Liga sigue igual, la peor noticia que puede recibir el Madrid.