Cuando la pornografía sustituye la educación sexual
La popularización de Internet provoca un cambio en la manera de relacionarse de los adolescentes a nivel afectivo y sexual
Diana Oliver
El País
A los adolescentes urbanitas de los ‘90 no les dejaban entrar a las discotecas con zapatillas. Esperaban a las puertas con sus náuticos y sus botas de cordones la bendición del portero de turno. Tampoco sin el carné de identidad. Eso si tenían la edad, porque muchos se pasaban el DNI del decano del grupo con la esperanza de no quedarse fuera mientras el resto cantaba a pleno pulmón el Zombi de los Cramberries. Hablamos de una época sin acceso a internet, sin tabletas, sin móviles y, en muchísimas casas, sin un PC, esa rara avis que arrebató el corazón de los más frikis de la clase pero que no todos los hogares podían permitirse. Aún.
Por aquel entonces era difícil imaginar que pocos años después aparecerían plataformas como YouTube, Facebook o Tuenti que cambiarían la forma de relacionarse para los jóvenes de generaciones venideras. También de ligar y de tomar contacto con el sexo. Estrenado el siglo XXI los adolescentes ya no tenían que descifrar entre líneas el porno codificado del Plus ni conformarse con las fotografías de la revista del vecino o las que años antes se descargaban a ritmo de los routers de 56kb. La popularización de internet y de los nuevos dispositivos tecnológicos que llegaron con el cambio de siglo ya les abría el camino hacia un mayor (y más rápido) acceso a contenidos sexuales y pornográficos, y con ellos a un cambio en la manera de relacionarse también entre ellos a nivel afectivo y sexual.
“Todos llevamos un smartphone en nuestro bolsillo. La información está a nuestro alcance en milisegundos y cualquier cosa que podamos hacer la logramos mucho más rápido, de forma más sencilla. Esto es así a la hora de obtener información sobre cualquier tema, de comunicarnos entre nosotros y, por supuesto, para "hacer el bien y hacer el mal"”, explica Nayara Malnero, psicóloga, sexóloga y autora de 'Sexperimentando': aprende y disfruta' (Planeta), para quien ya no es sorpresa que cuando en cualquier clase de Educación Secundaria pregunta "¿Cómo se liga?" siempre haya alguien que responda: "Por Instagram".
Vivir en una sociedad tan tecnológica como la actual, hace inevitable que todos los adolescentes tengan un acceso ilimitado a la red. Con las ventajas que esto conlleva pero también con sus riesgos porque para Malnero el quid está en cómo encaja esa democratización de la tecnología con la hipersexualización en la que estamos inmersos. “Nuestro entorno hipersexualizado utiliza la sexualidad como medio de venta, como medio de humor y pocas veces como medio de educación o aceptación. Todos creemos saber mucho de sexo, todos nos exponemos (o somos expuestos) a situaciones sexualizadas y, sin embargo, muy pocos contamos con los recursos suficientes (información, habilidades, seguridad en nosotros mismos) para afrontarlas”, se lamenta.
Según la autora de 'Sexperimentando', esa hipersexualización también tiene como consecuencia un adelanto en el interés por el sexo: “Los niños cada vez preguntan antes y, por supuesto, también encuentren las respuestas antes. Y obviamente en Google no siempre encuentran las más adecuadas”. Y si no se lo preguntan da igual, porque a la temprana edad de 9 años un elevado porcentaje de niños ya ha tropezado accidentalmente con contenido para adultos mientras navegan por la red.
Contenido que distorsiona lo que es el sexo y que enquista estereotipos de género y prácticas sexuales violentas no consentidas. Lo sabe Mar Cubero, psicóloga y coordinadora de Sin Género de Dudas, un proyecto de prevención de la violencia sexual y de género en adolescentes desarrollado por la Fundación para la Convivencia ASPACIA, quien se muestra preocupada no solo porque los jóvenes cada vez consuman porno antes y tengan un mayor acceso, más rápido, libre, y “con mucho menos filtro” que otras generaciones anteriores, sino por el modelo de relación que se les está trasladando. “Nos encontramos en los talleres que hacemos con adolescentes con relatos de parejas adolescentes en los que las chicas no entienden por qué se enfrentan a la violencia sexual por parte de sus compañeros; y en los que ellos verbalizan con normalidad que es que “eso es lo que les gusta”. El porno traslada un modelo de relación desigualitario en el que la mujer cumple una función de objeto sexual disponible para el hombre y se perpetúan los estereotipos de género llevados al extremo: el hombre es el que tiene el deseo sexual permanentemente y la mujer quien responde a ese deseo masculino. Esto al final hace que las primeras experiencias de los adolescentes estén muy marcadas por esa idea”, explica Cubero.
La ciencia ficción de la sexualidad humana
“Al porno yo lo llamo ciencia ficción de la sexualidad humana”, se queja con humor Nayara Malnero. Para la autora de 'Sexperimentando' el problema está en que no existe una apuesta fuerte por la educación sexual en nuestro país, ni por parte del sistema educativo ni tampoco en la mayoría de las familias. “Según un estudio del portal pornográfico Pornhub la gran mayoría de los niños ya han estado habitualmente en contacto con contenido pornográfico al llegar a los 11 años. Los jóvenes utilizan la pornografía como sustituto de la educación sexual y, aunque menos es nada, ¿te imaginas aprender a conducir basándote en cómo lo hace Bruce Willis en sus películas de acción? Pues esto es exactamente lo mismo”, añade Malnero, quien opina que somos nosotros, los padres, los que debemos contrarrestar esto “a través de la prevención, la educación, disponibilidad para lo que necesiten y la respuesta a todas sus dudas”. En definitiva, “crear un buen clima de naturalidad” para el diálogo.
En 2014 el taller con adolescentes Consent Cookies: A confidence-building workshop for teens de la educadora sexual Yana Tallon-Hicks, se hacía popular en muchas escuelas estadounidenses por el giro que le daba a sus clases: Tallon-Hicks centra sus talleres sexuales en la búsqueda de lo positivo del sexo, basándose en el sexo consentido y placentero, y no en la parte negativa ni en el miedo. En mayo de 2016 Yana fue invitada a hablar sobre su trabajo como educadora sexual en el TEDxVienna, donde abordó temas como la educación sexual moderna, la importancia del consentimiento y lo que la pornografía convencional agrega a la conversación para los jóvenes, planteando la cuestión que apuntaba Malnero de si el porno es nuestro “nuevo educador sexual”.
Por su parte Mar Cubero incide en la importancia de no tratar el sexo como un tema tabú, “ni por parte de las familias, ni de los colegios ni de la sociedad en general”, porque esto tiene una consecuencia directa en el consumo de porno en internet por parte de los jóvenes: “Yo no sé y como nadie me lo explica, lo busco en la red. Y lo que se encuentran generalmente es ese tipo de porno estereotipado que incita a la violencia sexual y a la desigualdad”.
Precisamente preocupada por el tipo de sexo que sus hijos pudieran encontrar en la red, Erika Lust, pionera del cine porno feminista, lanzaba a principios de año junto a Pablo Dobner, su marido, el proyecto The Porn Conversation, una serie de recursos para ayudar a los padres a dar un paso más en la temida charla de sexo con sus hijos y hablar abiertamente de porno con ellos. “Nuestra misión es brindarles a los adultos la oportunidad de ayudar a los niños y adolescentes a tomar decisiones inteligentes e informadas con respecto a la pornografía. Hoy necesitamos algo más que educación sexual en la escuela: necesitamos que los padres tengan una conversación pornográfica”, dicen desde la web del proyecto.
La web contiene herramientas en inglés, alemán, español e italiano divididas en función de la edad: menores de 11 años, de entre 11 y 15 y mayores de 15. A través de los recursos que Erika y Pablo ofrecen, los padres pueden tratar cuestiones como qué es el porno (“El porno no es, ni representa un sexo real”), o cuestiones afectivas y relacionadas con la importancia del consentimiento (“El sexo siempre es mejor cuando lo haces con alguien en quien confías y que te trata con respeto”).
Diana Oliver
El País
A los adolescentes urbanitas de los ‘90 no les dejaban entrar a las discotecas con zapatillas. Esperaban a las puertas con sus náuticos y sus botas de cordones la bendición del portero de turno. Tampoco sin el carné de identidad. Eso si tenían la edad, porque muchos se pasaban el DNI del decano del grupo con la esperanza de no quedarse fuera mientras el resto cantaba a pleno pulmón el Zombi de los Cramberries. Hablamos de una época sin acceso a internet, sin tabletas, sin móviles y, en muchísimas casas, sin un PC, esa rara avis que arrebató el corazón de los más frikis de la clase pero que no todos los hogares podían permitirse. Aún.
Por aquel entonces era difícil imaginar que pocos años después aparecerían plataformas como YouTube, Facebook o Tuenti que cambiarían la forma de relacionarse para los jóvenes de generaciones venideras. También de ligar y de tomar contacto con el sexo. Estrenado el siglo XXI los adolescentes ya no tenían que descifrar entre líneas el porno codificado del Plus ni conformarse con las fotografías de la revista del vecino o las que años antes se descargaban a ritmo de los routers de 56kb. La popularización de internet y de los nuevos dispositivos tecnológicos que llegaron con el cambio de siglo ya les abría el camino hacia un mayor (y más rápido) acceso a contenidos sexuales y pornográficos, y con ellos a un cambio en la manera de relacionarse también entre ellos a nivel afectivo y sexual.
“Todos llevamos un smartphone en nuestro bolsillo. La información está a nuestro alcance en milisegundos y cualquier cosa que podamos hacer la logramos mucho más rápido, de forma más sencilla. Esto es así a la hora de obtener información sobre cualquier tema, de comunicarnos entre nosotros y, por supuesto, para "hacer el bien y hacer el mal"”, explica Nayara Malnero, psicóloga, sexóloga y autora de 'Sexperimentando': aprende y disfruta' (Planeta), para quien ya no es sorpresa que cuando en cualquier clase de Educación Secundaria pregunta "¿Cómo se liga?" siempre haya alguien que responda: "Por Instagram".
Vivir en una sociedad tan tecnológica como la actual, hace inevitable que todos los adolescentes tengan un acceso ilimitado a la red. Con las ventajas que esto conlleva pero también con sus riesgos porque para Malnero el quid está en cómo encaja esa democratización de la tecnología con la hipersexualización en la que estamos inmersos. “Nuestro entorno hipersexualizado utiliza la sexualidad como medio de venta, como medio de humor y pocas veces como medio de educación o aceptación. Todos creemos saber mucho de sexo, todos nos exponemos (o somos expuestos) a situaciones sexualizadas y, sin embargo, muy pocos contamos con los recursos suficientes (información, habilidades, seguridad en nosotros mismos) para afrontarlas”, se lamenta.
Según la autora de 'Sexperimentando', esa hipersexualización también tiene como consecuencia un adelanto en el interés por el sexo: “Los niños cada vez preguntan antes y, por supuesto, también encuentren las respuestas antes. Y obviamente en Google no siempre encuentran las más adecuadas”. Y si no se lo preguntan da igual, porque a la temprana edad de 9 años un elevado porcentaje de niños ya ha tropezado accidentalmente con contenido para adultos mientras navegan por la red.
Contenido que distorsiona lo que es el sexo y que enquista estereotipos de género y prácticas sexuales violentas no consentidas. Lo sabe Mar Cubero, psicóloga y coordinadora de Sin Género de Dudas, un proyecto de prevención de la violencia sexual y de género en adolescentes desarrollado por la Fundación para la Convivencia ASPACIA, quien se muestra preocupada no solo porque los jóvenes cada vez consuman porno antes y tengan un mayor acceso, más rápido, libre, y “con mucho menos filtro” que otras generaciones anteriores, sino por el modelo de relación que se les está trasladando. “Nos encontramos en los talleres que hacemos con adolescentes con relatos de parejas adolescentes en los que las chicas no entienden por qué se enfrentan a la violencia sexual por parte de sus compañeros; y en los que ellos verbalizan con normalidad que es que “eso es lo que les gusta”. El porno traslada un modelo de relación desigualitario en el que la mujer cumple una función de objeto sexual disponible para el hombre y se perpetúan los estereotipos de género llevados al extremo: el hombre es el que tiene el deseo sexual permanentemente y la mujer quien responde a ese deseo masculino. Esto al final hace que las primeras experiencias de los adolescentes estén muy marcadas por esa idea”, explica Cubero.
La ciencia ficción de la sexualidad humana
“Al porno yo lo llamo ciencia ficción de la sexualidad humana”, se queja con humor Nayara Malnero. Para la autora de 'Sexperimentando' el problema está en que no existe una apuesta fuerte por la educación sexual en nuestro país, ni por parte del sistema educativo ni tampoco en la mayoría de las familias. “Según un estudio del portal pornográfico Pornhub la gran mayoría de los niños ya han estado habitualmente en contacto con contenido pornográfico al llegar a los 11 años. Los jóvenes utilizan la pornografía como sustituto de la educación sexual y, aunque menos es nada, ¿te imaginas aprender a conducir basándote en cómo lo hace Bruce Willis en sus películas de acción? Pues esto es exactamente lo mismo”, añade Malnero, quien opina que somos nosotros, los padres, los que debemos contrarrestar esto “a través de la prevención, la educación, disponibilidad para lo que necesiten y la respuesta a todas sus dudas”. En definitiva, “crear un buen clima de naturalidad” para el diálogo.
En 2014 el taller con adolescentes Consent Cookies: A confidence-building workshop for teens de la educadora sexual Yana Tallon-Hicks, se hacía popular en muchas escuelas estadounidenses por el giro que le daba a sus clases: Tallon-Hicks centra sus talleres sexuales en la búsqueda de lo positivo del sexo, basándose en el sexo consentido y placentero, y no en la parte negativa ni en el miedo. En mayo de 2016 Yana fue invitada a hablar sobre su trabajo como educadora sexual en el TEDxVienna, donde abordó temas como la educación sexual moderna, la importancia del consentimiento y lo que la pornografía convencional agrega a la conversación para los jóvenes, planteando la cuestión que apuntaba Malnero de si el porno es nuestro “nuevo educador sexual”.
Por su parte Mar Cubero incide en la importancia de no tratar el sexo como un tema tabú, “ni por parte de las familias, ni de los colegios ni de la sociedad en general”, porque esto tiene una consecuencia directa en el consumo de porno en internet por parte de los jóvenes: “Yo no sé y como nadie me lo explica, lo busco en la red. Y lo que se encuentran generalmente es ese tipo de porno estereotipado que incita a la violencia sexual y a la desigualdad”.
Precisamente preocupada por el tipo de sexo que sus hijos pudieran encontrar en la red, Erika Lust, pionera del cine porno feminista, lanzaba a principios de año junto a Pablo Dobner, su marido, el proyecto The Porn Conversation, una serie de recursos para ayudar a los padres a dar un paso más en la temida charla de sexo con sus hijos y hablar abiertamente de porno con ellos. “Nuestra misión es brindarles a los adultos la oportunidad de ayudar a los niños y adolescentes a tomar decisiones inteligentes e informadas con respecto a la pornografía. Hoy necesitamos algo más que educación sexual en la escuela: necesitamos que los padres tengan una conversación pornográfica”, dicen desde la web del proyecto.
La web contiene herramientas en inglés, alemán, español e italiano divididas en función de la edad: menores de 11 años, de entre 11 y 15 y mayores de 15. A través de los recursos que Erika y Pablo ofrecen, los padres pueden tratar cuestiones como qué es el porno (“El porno no es, ni representa un sexo real”), o cuestiones afectivas y relacionadas con la importancia del consentimiento (“El sexo siempre es mejor cuando lo haces con alguien en quien confías y que te trata con respeto”).