Bale evita el ridículo


Abu Dabi, Marca
El Real Madrid se clasificó para la final del Mundial de Clubes tras batir por la mínima al Al Jazira (2-1) después de un partido realmente extraordinario, por extraño. Tuvo ocasiones para completar una goleada rotunda y al mismo tiempo exhibió una fragilidad asombrosa en defensa que le condenó a un suplicio ante un rival de chiste, el invitado del torneo, bien comandado en ataque por Romarinho. Al final, fue el proscrito Bale el que consumó la remontada nada más salir en el minuto 80, cuando el fantasma de la prórroga se ataba con su cadena al campeón de Europa.

Sirvió para aliviar el esperpento, para salvar al inconsistente y degradado equipo de Zidane, que sólo ganó porque no le quedaba otra. El sábado buscará el título Mundial ante el Gremio.Difícil relatar el primer tiempo.

Nadie podrá contar nunca bien cómo pudo acabar 1-0 para el Al Jazira. Pero el fútbol encierra estos misterios profundos, se manifiesta así en ocasiones para confirmar su espíritu indescifrable. No hay nada escrito. El Madrid jugó para alcanzar tres o cuatro goles, tuvo el balón a granel, le faltarían dedos para contar sus ocasiones y dio varias veces en la madera, pero se fue al descanso por debajo en el marcador.

La incredulidad se había apoderado de las caras de los jugadores de Zidane mientras se cambiaban las camisetas. Nadie se podía creer aquello.Fue singular, pero no extraño en el contexto de la temporada del Madrid. El espejismo había sido lo del Bernabéu ante el Sevilla. Reapareció en todo su esplendor la falta de puntería, la poca pegada, la escasez de contundencia, todo aquello que ha venido convirtiendo en héroe al portero del equipo rival domingo tras domingo. Ayer le tocó a Khaseif que, con su estilo poco ortodoxo, había realizado cuatro paradas de gran mérito y alguna de película cómica, como si tuviera imán para el balón. Los palos habían sido su también su aliado.

En el proceso de evangelización que tanto le gusta a Florentino, el campeón de Europa se había ido a Oriente Medio para hacer una representación de lo que ha sido su irregular temporada.Para que no faltara ningún detalle, para que el relato fuera consistente, el equipo blanco (ayer de negro) se desnudó al completo. Mostró su cochambrosa estructura defensiva. El Al Jazira, que sólo se había dedicado a resistir el asedio acumulando jugadores, dejando un par de islotes arriba por vergüenza, se acercó con peligro las tres veces que cruzó el medio del campo. A la tercera, Romarinho, tras una falta de entendimiento entre Achraf y Casemiro, batió a Keylor ante la pasividad de Varane, que se le quedó mirando porque Raphael fue una calamidad toda la tarde.

1-0.El Madrid había perdido el hilo del partido tras la jugada donde el árbitro recurrió al VAR para anular el gol que inicialmente había dado de Casemiro. El visionado duró cuatro minutos, lo suficiente para que al equipo de Zidane le diera tiempo a pensar en la borrachera de su aparatosa superioridad.

Quizá, en la resaca, considerara que el gol llegaría tarde o temprano. Pero fue el Al Jazira el que marcó porque la inconsistencia de los defensas del Madrid invitan a ello. Barra libre.El susto tuvo una prolongación en el segundo tiempo. El Madrid sacó un córner, el Al Jazira despejó como pudo, Achraf, otra vez, se hizo un lío con Kovacic, Romarinho prolongó la jugada y se la dio a Boussoufa, que remató a placer. Marcó y pareció gol, pero era fuera de juego por centímetros. Lo dijo el VAR, esta vez amigo.

El Madrid no podía caer más bajo. Sólo podía prosperar. El empate de Cristiano, tras un buen disparo, llegó cinco minutos después de la lesión de Khaseif, como si el Al Jazira hubiese perdido a su genio de la lámpara. Lo que siguió fue un mal cuento. Un equipo desbarajustado buscando a la desesperada el gol de la victoria que paliara el borrón. Pero el desconcierto se fue apoderando del juego del Madrid, tan insistente como torpe.
 Benzema, negado, topó otras dos veces con los palos. Zidane recurrió a Lucas y Asensio, y tuvo que aparecer Bale para certificar la extrañeza del encuentro. El primer balón que tocó el galés fue gol. El segundo fue un remate prodigioso. Después acabaría lo que fue la victoria menos edificante del Madrid.


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